sábado, 23 de febrero de 2019

Juventud rebelde


Así es


Si la juventud no es rebelde, no es juventud. No sé quien lo dijo antes pero bien dicho estuvo, por eso lo repito ahora.
No se trata de una rebeldía sin causa ni principios, lo que pasa es que toda sociedad carga con pasivos inútiles, con lastres de los que los mayores no han podido liberarse en su momento por estar demasiado comprometidos con los acontecimientos, luego por falta de energía y al final por simple costumbre. Es allí donde necesitamos a los jóvenes: que vengan a tirar los trapos viejos, las cosas podridas, las sobras que no dejan sitio para lo nuevo que es más útil y necesario.
No estoy proponiendo acabar con todo, no creo que se deba faltar el respeto, ya que no es veneración, a los viejos, a los mayores, pero sin necesidad de agraviar a nadie es necesario que la juventud rompa el viejo cascarón y nazca de nuevo, no que se adapte feliz y contenta a un mundo corrompido por el egoísmo. Necesitamos un parto de solidaridad, de unión y respeto por el ser humano.

- Total ¿Rebelión o solidaridad?

- Rebelión para la solidaridad, en contra del egoísmo imperante.

Hay quienes se enorgullecen de no ser más los ilusos que fueron de jóvenes: han cambiado, se han vuelto prácticos, que es una forma elegante de decir que se han vendido, que han cambiado sus ideales por comodidad, por un mejor lugar en el tren de la vida.
Otros siguen viajando en el estribo, agarrados apenas, colgados pero sin soltar sus ideales.

Un ejercicio que me gustaría proponer es el siguiente: imaginar que nos encontramos con ese joven que fuimos, digamos que a los dieciocho o veinte años, la edad exacta no importa, puede ser un poco más, pero menos de treinta. Tratemos de pensar si ese joven se sentiría satisfecho al ver lo que será en el futuro o si se estaría decepcionado de que sus ideales solo fueron considerados, por él mismo al madurar, fantasías de joven inexperto. ¿Lo entendería? Pienso que no, entonces, ¿cómo haríamos para "explicarle lo que es la vida" sin parecernos a alguien a quien él desprecia por su falsedad e hipocresía?

No sé los demás, pero yo trato de ser consecuente con los ideales de mi juventud, porque considero que no eran idiotas sino limpios, eran puros y altruistas. Si la vida ha sido una mierda para algunos, que no es mi caso, eso no basta para decir que los ideales de la juventud son solo ilusiones de inexperto, al contrario, significa que no luchamos lo suficiente para conseguirlos y que debemos poner nuestra fe y nuestra mirada en nuestros hijos y nietos, no formando exitosos egoístas triunfadores en solitario sino seres empáticos que entiendan la felicidad como un compromiso compartido entre todos los seres vivos del planeta. Que no se limite a respetar, sino que ame a sus congéneres, que ame a los animales como a sus hermanos, y que se sienta parte y no dueño de la naturaleza.

Que venga a verme mi yo joven, no le temo, al contrario: estoy seguro que tendríamos una buena amistad, y no sé si yo le enseñaría algo o tal vez él me despertaría a una hermosa realidad que a veces no consigo comprender del todo. Y lo más importante, alimentarnos mutuamente en el cotidiano trabajo de evitar el odio, porque muchos viven odiando a los que hablan diferente sin poder siquiera precisar por qué.
~

domingo, 17 de febrero de 2019

Silencio - Archivo del blog


Bosque y niebla - pxhere.com

SILENCIO


Tus ojos me preguntan si te quiero
y la verdad, no sé qué responderte,
de algún modo quisiera convencerte
que si me dejan de mirar, me muero.

Tus labios en susurro me reprochan
lo mucho que te he decepcionado,
que no soy lo que habías esperado...
el pesar su capullo desabrocha.

Cuando cierras los ojos, apagada,
en triste situación tú me colocas,
mírame sin hablar, no digas nada;

si a mi lado sostienes la mirada
insistiendo en que nunca te equivocas,
si no es mucho pedir... no digas nada.
~ o ~

domingo, 3 de febrero de 2019

Murió un amigo, y dio que pensar


Perplejidad ante la muerte - Acuarela


Ha muerto un amigo muy querido, en realidad es uno más en la lista, no muy larga aún, de los amigos que han partido al más allá, y una vez más me deja medio confundido en cuanto al sentimiento que me embarga, no sé explicar - como muchos otros - qué es lo que siento ante la muerte de un amigo, de un conocido y hasta de un desconocido cuando me entero sin querer que alguien más se ha ido.
Para empezar, no sabemos a ciencia cierta si se han ido a alguna parte, sea material o espiritual, quién sabe si no se acabaron, simplemente terminaron sus vidas y no hay ningún más allá en el que perduren. Todas las posibilidades están sobre la mesa, como dicen los macabros mandamases cuando avisan que si hay que acabar con un país o región lo van a hacer sin que se les mueva un pelo.
Puede ser también que exista un más allá, una nueva vida, eterna o varias pasajeras como la actual, y a quienes nos dicen que eso es solo producto del deseo de perdurar que tiene el hombre, no les podemos discutir con pruebas y hechos concretos, en realidad tienen razón, muchos desean, deseamos, perdurar, y ese bien podría ser el fundamento principal de las religiones, pero eso tampoco se puede probar, es solo una hipótesis, y al fin está en la misma posición que el creyente.

- Pero quien afirma es el que tiene que probar, no el que niega.

- Pero quien niega, también deja muchas dudas sin resolver..

No entraré a tratar del desprestigio de varias iglesias que vemos actualmente porque eso es otra cosa, aunque roza tangencialmente el tema, no es el tema mismo. Una religión puede seguir existiendo aunque todos sus seguidores hayan naufragado en el mar de la idolatría, la herejía, la falta de fe o simplemente se hayan muerto: la que se pierde en esas circunstancias es la iglesia, no la religión, que puede seguir siendo válida aunque nadie sepa siquiera que existe, o puede igualmente haber sido un embuste desde el primer momento.
Personalmente, valoro más los principios éticos que las creencias o la fe. Confío más en un ateo con principios que en un religioso sin ellos; confío más en aquel que no roba porque no debe hacerlo que en el que no roba porque no puede hacerlo, o porque no está dispuesto a pagar la condena correspondiente; porque sin la prohibición y el castigo seguro robaría sin problemas; quien tiene principios no lo hará aunque encuentre el camino despejado.

- ¿Y hay alguien así? ¿Conoce a uno siquiera?

- Eso no interesa, lo que vale aquí es el concepto y la sola posibilidad de que esa persona exista.

De la existencia de los otros, no hay ninguna duda, tanto los ladrones como los que acatan las leyes lo prueban suficientemente: allí están.

Hay quienes usan la palabra inmortalidad asociada a la fama o renombre que deja alguien entre los que siguen vivos, esa es una expresión de deseo más que una realidad, ya que esa supuesta inmortalidad es solo en relación a los que están vivos y recuerdan su obra o su persona, asunto que en nada cambia la realidad, si la hubiera, del supuesto inmortal, que lo será o no, dependiendo de situaciones de las que no sabemos nada y por lo mismo no tenemos control alguno.
Esa misma inmortalidad, aun aceptando que tenga algún valor, durará lo que dure la sociedad y la cultura que la mantienen, desparecida esta, desaparecerán también sus respectivos inmortales.

Sin embargo, hay otra arista que incomoda también por su incertidumbre: Es la de si gana o pierde quien se va.
Hay casos que parecieran fáciles de contestar, digamos un joven profesional que va a empezar su carrera con muy buenos augurios y muere en un accidente, algo que trunca toda expectativa; habría que buscar razones demasiado complejas para justificar tal situación, más difícil todavía sería asegurar que salió ganando con esa partida temprana.
Como este ejemplo hay una infinidad que abarca bebés, niños, jóvenes y no tan jóvenes, pero, pongamos un caso que podríamos llamar clásico y más frecuente: se muere alguien que hizo bastante, suficiente para ser considerado exitoso en esta vida; deja familiares valiosos - tristes sin duda - pero deja en ellos su simiente y más buenas obras latentes, muchas germinarán, otras no, no importa mucho para quien ya se fue. Se mantiene la pregunta ¿sale ganando o perdiendo? y para que se entienda mejor esta duda, presento a un contemporáneo al fallecido, quizás un amigo, o un desconocido, no importa mucho esa circunstancia, que sigue viviendo un tiempo más, diez o veinte años más, digamos. Ese alguien, que se parece un poco al muerto, tal vez tiene menos logros en ciertas áreas de la existencia, algún logro mayor en otra, digamos que están más o menos empatados. Uno se casó dos veces, el otro solo una vez; ninguno pasó hambre; los dos quisieron cosas que consiguieron y otras que no, en fin, situaciones muy difíciles de ponderar para decir que uno fuera más que el otro, pero he aquí la gran diferencia: uno está muerto y el otro sigue vivo, y como todos, no sabe cuánto tiempo más vivirá. Desde esa sola diferencia, desde esa sola consideración, hago otra vez mi pregunta ¿Sale ganando el muerto o el vivo?
No caigamos en la fácil respuesta: el vivo, no; porque del muerto ya sabemos todo lo que hay que saber - imaginemos un hombre o mujer sin mayores secretos - pero qué le espera al vivo es aún un misterio, y pasados los años tal vez la respuesta sea más fácil; si esperamos lo suficiente y ya están los dos muertos (si no nos fuimos antes) será más sencillo, aunque no tanto, responder a la pregunta de quién salió ganando, el vivo o el muerto; pero una respuesta ante hechos consumados no es la gran cosa en cuanto a saber entender y calcular los valores de que tratamos, así cualquiera, con la suficiente paciencia podría sumar alegrías y restar tristezas de cada uno y luego comparar los resultados, nada que no pueda hacerse con el debido esfuerzo y algo de tecnología, pero la cuestión que inquieta es no saberlo antes: Si sale ganando el que se muere, o si gana algo - cualquier cosa que valga la pena mencionar - el que sigue viviendo.

Está claro que esta elucubración no es para optimistas, para ellos un minuto de vida ya es ganancia y saben - al menos eso dicen -  aprovechar todo lo que les da la vida; estoy tentado a darles la razón, sin embargo, oscuros presentimientos me hacen seguir dudando.

Por ahora no menciono los casos, abundantes, de personas que han hecho horribles maldades en esta vida, me imagino que esos solo saldrían ganando en caso de no haber nada en el más allá, sin embargo, por una cuestión meramente económica, lo más probable es que de alguna manera los hechos y experiencias, tanto positivos como negativos, tengan alguna finalidad, entonces, les espera algo a la medida de sus acciones.

Si alguien leyó hasta acá y esperaba alguna luz, si alguien se quedó dudando igual que yo, le digo que es solo eso lo que ofrecen estas líneas, si esperabas algo más, apreciado lector, te presento mis disculpas. No hay más. No sé si gana quien muere o quien sigue viviendo, solo menciono la incógnita. Lo más probable es que cada caso sea un caso aparte, pero igual nos quedamos sin saber nada.




Tercetos a la propia muerte




Del variante camino que es la vida,
de alegrías, de penas y amarguras,
conocemos muy bien cómo termina.

Lo recorremos todos, mientras dura
el aliento vital que nos fue dado
y llega justo hasta la sepultura.

Cuando el néctar de la copa se ha acabado
solo deja un resabio de amargura
degustar un recuerdo no olvidado.

Ya nos cubren con blancas vestiduras,
cual velamen del viaje hacia el final,
que nos libra del tiempo de ataduras.

Y las negras ropas de luto mortal,
las llevan los otros, sin gracia y sin fe,
limitados solo a lo más banal.

Se llora, se sufre, se toma café;
se traen recuerdos de mejores días;
se indaga el cómo, cuándo y el porqué.

En negra tertulia, las almas perdidas
en el infinito de tiempo y espacio,
postergan nerviosas la propia partida.

Pena en el mirar, el hablar despacio;
empieza la noche, se instala el dolor;
falta lo más duro, esto es el prefacio,
mañana, el entierro, será lo peor.

~