domingo, 3 de febrero de 2019

Murió un amigo, y dio que pensar


Perplejidad ante la muerte - Acuarela


Ha muerto un amigo muy querido, en realidad es uno más en la lista, no muy larga aún, de los amigos que han partido al más allá, y una vez más me deja medio confundido en cuanto al sentimiento que me embarga, no sé explicar - como muchos otros - qué es lo que siento ante la muerte de un amigo, de un conocido y hasta de un desconocido cuando me entero sin querer que alguien más se ha ido.
Para empezar, no sabemos a ciencia cierta si se han ido a alguna parte, sea material o espiritual, quién sabe si no se acabaron, simplemente terminaron sus vidas y no hay ningún más allá en el que perduren. Todas las posibilidades están sobre la mesa, como dicen los macabros mandamases cuando avisan que si hay que acabar con un país o región lo van a hacer sin que se les mueva un pelo.
Puede ser también que exista un más allá, una nueva vida, eterna o varias pasajeras como la actual, y a quienes nos dicen que eso es solo producto del deseo de perdurar que tiene el hombre, no les podemos discutir con pruebas y hechos concretos, en realidad tienen razón, muchos desean, deseamos, perdurar, y ese bien podría ser el fundamento principal de las religiones, pero eso tampoco se puede probar, es solo una hipótesis, y al fin está en la misma posición que el creyente.

- Pero quien afirma es el que tiene que probar, no el que niega.

- Pero quien niega, también deja muchas dudas sin resolver..

No entraré a tratar del desprestigio de varias iglesias que vemos actualmente porque eso es otra cosa, aunque roza tangencialmente el tema, no es el tema mismo. Una religión puede seguir existiendo aunque todos sus seguidores hayan naufragado en el mar de la idolatría, la herejía, la falta de fe o simplemente se hayan muerto: la que se pierde en esas circunstancias es la iglesia, no la religión, que puede seguir siendo válida aunque nadie sepa siquiera que existe, o puede igualmente haber sido un embuste desde el primer momento.
Personalmente, valoro más los principios éticos que las creencias o la fe. Confío más en un ateo con principios que en un religioso sin ellos; confío más en aquel que no roba porque no debe hacerlo que en el que no roba porque no puede hacerlo, o porque no está dispuesto a pagar la condena correspondiente; porque sin la prohibición y el castigo seguro robaría sin problemas; quien tiene principios no lo hará aunque encuentre el camino despejado.

- ¿Y hay alguien así? ¿Conoce a uno siquiera?

- Eso no interesa, lo que vale aquí es el concepto y la sola posibilidad de que esa persona exista.

De la existencia de los otros, no hay ninguna duda, tanto los ladrones como los que acatan las leyes lo prueban suficientemente: allí están.

Hay quienes usan la palabra inmortalidad asociada a la fama o renombre que deja alguien entre los que siguen vivos, esa es una expresión de deseo más que una realidad, ya que esa supuesta inmortalidad es solo en relación a los que están vivos y recuerdan su obra o su persona, asunto que en nada cambia la realidad, si la hubiera, del supuesto inmortal, que lo será o no, dependiendo de situaciones de las que no sabemos nada y por lo mismo no tenemos control alguno.
Esa misma inmortalidad, aun aceptando que tenga algún valor, durará lo que dure la sociedad y la cultura que la mantienen, desparecida esta, desaparecerán también sus respectivos inmortales.

Sin embargo, hay otra arista que incomoda también por su incertidumbre: Es la de si gana o pierde quien se va.
Hay casos que parecieran fáciles de contestar, digamos un joven profesional que va a empezar su carrera con muy buenos augurios y muere en un accidente, algo que trunca toda expectativa; habría que buscar razones demasiado complejas para justificar tal situación, más difícil todavía sería asegurar que salió ganando con esa partida temprana.
Como este ejemplo hay una infinidad que abarca bebés, niños, jóvenes y no tan jóvenes, pero, pongamos un caso que podríamos llamar clásico y más frecuente: se muere alguien que hizo bastante, suficiente para ser considerado exitoso en esta vida; deja familiares valiosos - tristes sin duda - pero deja en ellos su simiente y más buenas obras latentes, muchas germinarán, otras no, no importa mucho para quien ya se fue. Se mantiene la pregunta ¿sale ganando o perdiendo? y para que se entienda mejor esta duda, presento a un contemporáneo al fallecido, quizás un amigo, o un desconocido, no importa mucho esa circunstancia, que sigue viviendo un tiempo más, diez o veinte años más, digamos. Ese alguien, que se parece un poco al muerto, tal vez tiene menos logros en ciertas áreas de la existencia, algún logro mayor en otra, digamos que están más o menos empatados. Uno se casó dos veces, el otro solo una vez; ninguno pasó hambre; los dos quisieron cosas que consiguieron y otras que no, en fin, situaciones muy difíciles de ponderar para decir que uno fuera más que el otro, pero he aquí la gran diferencia: uno está muerto y el otro sigue vivo, y como todos, no sabe cuánto tiempo más vivirá. Desde esa sola diferencia, desde esa sola consideración, hago otra vez mi pregunta ¿Sale ganando el muerto o el vivo?
No caigamos en la fácil respuesta: el vivo, no; porque del muerto ya sabemos todo lo que hay que saber - imaginemos un hombre o mujer sin mayores secretos - pero qué le espera al vivo es aún un misterio, y pasados los años tal vez la respuesta sea más fácil; si esperamos lo suficiente y ya están los dos muertos (si no nos fuimos antes) será más sencillo, aunque no tanto, responder a la pregunta de quién salió ganando, el vivo o el muerto; pero una respuesta ante hechos consumados no es la gran cosa en cuanto a saber entender y calcular los valores de que tratamos, así cualquiera, con la suficiente paciencia podría sumar alegrías y restar tristezas de cada uno y luego comparar los resultados, nada que no pueda hacerse con el debido esfuerzo y algo de tecnología, pero la cuestión que inquieta es no saberlo antes: Si sale ganando el que se muere, o si gana algo - cualquier cosa que valga la pena mencionar - el que sigue viviendo.

Está claro que esta elucubración no es para optimistas, para ellos un minuto de vida ya es ganancia y saben - al menos eso dicen -  aprovechar todo lo que les da la vida; estoy tentado a darles la razón, sin embargo, oscuros presentimientos me hacen seguir dudando.

Por ahora no menciono los casos, abundantes, de personas que han hecho horribles maldades en esta vida, me imagino que esos solo saldrían ganando en caso de no haber nada en el más allá, sin embargo, por una cuestión meramente económica, lo más probable es que de alguna manera los hechos y experiencias, tanto positivos como negativos, tengan alguna finalidad, entonces, les espera algo a la medida de sus acciones.

Si alguien leyó hasta acá y esperaba alguna luz, si alguien se quedó dudando igual que yo, le digo que es solo eso lo que ofrecen estas líneas, si esperabas algo más, apreciado lector, te presento mis disculpas. No hay más. No sé si gana quien muere o quien sigue viviendo, solo menciono la incógnita. Lo más probable es que cada caso sea un caso aparte, pero igual nos quedamos sin saber nada.




Tercetos a la propia muerte




Del variante camino que es la vida,
de alegrías, de penas y amarguras,
conocemos muy bien cómo termina.

Lo recorremos todos, mientras dura
el aliento vital que nos fue dado
y llega justo hasta la sepultura.

Cuando el néctar de la copa se ha acabado
solo deja un resabio de amargura
degustar un recuerdo no olvidado.

Ya nos cubren con blancas vestiduras,
cual velamen del viaje hacia el final,
que nos libra del tiempo de ataduras.

Y las negras ropas de luto mortal,
las llevan los otros, sin gracia y sin fe,
limitados solo a lo más banal.

Se llora, se sufre, se toma café;
se traen recuerdos de mejores días;
se indaga el cómo, cuándo y el porqué.

En negra tertulia, las almas perdidas
en el infinito de tiempo y espacio,
postergan nerviosas la propia partida.

Pena en el mirar, el hablar despacio;
empieza la noche, se instala el dolor;
falta lo más duro, esto es el prefacio,
mañana, el entierro, será lo peor.

~

2 comentarios:

  1. Ricardo, no creo que al morir se sopese quien ha ganado, esto supone una comparación, yo no creo que se trate de ganar, creo que en vida se trata de respetar los principios propios y ajenos y hacer el bien, una vez que la vida se acaba, no creo que ahí termine, vive en el recuerdo de sus amigos y seres que lo han querido, y al acabar la vida con el último suspiro, se toma otro que nos lleva hacia nuestro creador, para los creyentes, no para tí que no crees ni en tu sombra.

    Fernando Atala

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    1. Creo en ciertas cosas, me hace sonreír ese concepto que tienes de mí. Saludos

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