domingo, 27 de marzo de 2016

Semana santa y domingo de huevos




Con motivo de la Semana Santa y la correspondiente pascua de resurrección, también conocida comúnmente como pascua de huevos... por qué será; no podía dejar de publicar alguna cosa alusiva a la fecha, o mejor dicho al día, porque la fecha es variable (la explicación es algo compleja, pero se puede buscar... por ejemplo aquí), como deben saber mis queridos amigos católicos y ex católicos, que cada día hay más y entre los cuales me cuento yo, aunque ellos me sigan contando entre el rebaño para conservar el número y los beneficios que éste trae.
Pero da pena ver que un individuo como yo, ateo, multi herético, descreído, resbaloso y reincidente en diversas acusaciones eclesiásticas, se comporte en estos días con más decoro que muchos supuestos creyentes; salvo honrosas excepciones que reconoceré gustoso en cuanto las encuentre. 
Pero no se trata de mi, sino de los otros, y como hay que cuidar las buenas costumbres y este blog no es pornográfico, no hay manera de explicar y/o discutir lo que en estos benditos días sucede, especialmente en Villa Florida*, a donde quisiera ir pero no me dejan.
Me conformo entonces con desearles felices pascuas, a través de este poema, que va dedicado a... ti, que lo estás leyendo.


Semana Santa


Semana Santa, de santa
cada año tienes menos,
y por más que lo intentemos
el ruido de la gran flauta
no nos permite reposo
y menos recogimiento,
que ya tuve mi escarmiento
y no agarro ni recojo.

Semana Santa que llegas
cuando se te da la gana
y duras una semana
pues tu nombre no lo niegas,
en este mundo al revés
no faltará quien pretenda,
en medio de la jodienda,
que le dures todo el mes.

Semana Santa te invoco
de la manera más pura,
no me la pongas tan dura
y que sea poco a poco;
por si fuera necesario
aclararte mi pedido,
a lo que me he referido
es a mi trabajo diario.

Semana Santa, de nuevo
nos agarras distraídos
a mí y a algunos amigos
a los que apenas si veo,
pero al final yo me atrevo
si es por la resurrección,
celebrar con emoción
la pascua de alegres huevos.
~
32v
* Villa Florida, municipio paraguayo donde la Semana Santa se conmemora de una manera especial que algunos hasta consideran escandalosa.

domingo, 20 de marzo de 2016

Paseando por el parque


tolongedecasa.com

Caminar es el mejor ejercicio y no se discute, además, según el lugar y las circunstancias puede ser de lo más placentero; hermosos paisajes de bellas ondulaciones y delicados aromas de revitalizante frescura se ofrecen generosamente al viandante que apreciarlos sabe. Y bueno, el que sabe, sabe; y sabiéndolo nadie lo desperdicia.
Y no se trata sólo del paisaje sino de todos los otros elementos que componen el cuadro. Y éso también, claro.
- ¿Qué le pasa, caballero? - Tal vez pregunte la gente - ¿Tiene usted averiado el termostato? - No es éso, lo que sucede, según mi propia teoría, es que transcurridos ciertos años en la edad del homo erectus (sin dobles sentidos) éste, el hombre, pasa por lo que puede llamarse de una segunda (o tercera o cuarta, dependiendo de cada caso) edad "romántica", para decirlo con elegancia, y por consiguiente no deja de apreciar, y hasta con mayor énfasis, las venturosas cualidades del sexo opuesto, que por lo general no se opone sino que más bien colabora... ¡y cómo! Para quienes aún no captan el meollo de esta filosofía, me explico con más claridad: es la selección natural... ¿Cómo? Pues sencillamente que algunos ejemplares de la especie tienen unas características genéticas que les permiten llegar a cierta edad avanzada con todo el equipamiento intacto, ésto no puede ser ignorado ni desperdiciado por la madre naturaleza que seguramente lo considera deseable, por lo cual acompaña estas cualidades con otras (ya se imaginan cuáles) que permiten la reproducción de la mencionada combinación genética. Así, pues, como siempre, el abnegado macho de la especie se da entero en bien de la colectividad a la cual pertenece, mejorando las posibilidades de evolución de la misma, o de la que se ponga a tiro, que para éso el erectus mencionado es bastante democrático. Sus exigencias son esenciales pero no tan difíciles de hallar si se mira la vida con optimismo.

Aléjome momentáneamente del fárrago tedioso de electoreras riñas que dominan el panorama informativo de mi país, el Perú, y también del desconcertante cortejo de malsanas noticias que vienen de diversos lugares del planeta; no las ignoro, las sé, las leo y las estudio, y hasta las sufro, y por éso mismo me permito este tipo de distracción que con la mejor intención comparto con amigas y amigos. Aunque sea repetitivo, no lo ignoro, no deja de ser atractivo el tema en cuestión.



Si se te cae la cartera...


Una tarde de verano
ella salió a caminar
con ése su bello andar
y la cartera en la mano,
la cartera la imagino
pues yo miraba a otro lado
y hasta me tomé el trabajo
de calcular que era chino...
no se ponga usted saltón,
me refiero al pantalón.

Que si era china la prenda
puede tener su importancia,
que en cuestión de transparencia
necesario es que se entienda
que si es corduroy inglés,
o si está cosido a mano
y achicado con amaño,
o se lo puso al revés,
son asuntos trascendentes
que no hay que dejar pendientes.

Que si es de felino andar,
que si parece decente,
que si la mira la gente
o te vas a acomodar
al lado de la vereda
por donde viene el shortcito,
y en el momento preciso
tan sólo mirar te queda
porque estás con tu mujer
y entonces qué vas a hacer.

El pantaloncito chino
se ha perdido en el camino,

mi mirada penetrante
se quedó fija adelante,

tu movimiento insinuante
no me perdí ni un instante,

ahora voy y me remojo
para quitarme el antojo

y ya no sigo escribiendo
que fatal me estoy poniendo.


  Pero si estando yo solo
ese día de verano,
tu cartera de la mano
se caía de algún modo,
te diría no te agaches
que de aquí se te ve todo,
espera que me acomodo
y hacemos un cambalache...
yo te alcanzo la cartera
y el siguiente verso espera...

Si no te pones severa
 con esta galantería,
nada más te pediría
que me des la fiambrera.

54v

domingo, 6 de marzo de 2016

Morir dos veces.




Allá por los años ochenta del siglo pasado, estando de visita en casa de un amigo con quien compartía algunas aventuras tanto de modo literario como también en el mundo real; en ambos solíamos desenvolvernos de manera no muy ortodoxa, a veces hacíamos cosas que podrían considerarse algo extravagantes pero que nuestra imaginación y nuestro modo de enfocarlas les daban una dimensión aceptable; encontré unos viejos manuscritos que llamaron mi atención. Puede parecer fantasioso pero en verdad eran una especie muy rústica de pergaminos, definitivamente no se trataba de papel.
La casa era una construcción de madera y adobes del siglo XIX, los altos cielo rasos y las gruesas columnas le daban un aire de iglesia o convento que sobrecogía, más aún porque en tan amplios como numerosos recintos no habitaba nadie más que él, y yo era casi la única persona que lo visitaba con cierta frecuencia.
Como un tiempo fui su mejor amigo, sé que a él no le gustaría que mencionara su verdadera identidad, por lo que lo llamaré con un seudónimo que lo represente de alguna manera. Podría ser Edipo, no tanto por la atracción y el amor hacia su madre como por la escena del laberinto y el minotauro, él sería Edipo antes de adivinar el acertijo, antes de librarse del monstruo y escapar de esa red de túneles que lo retenía; es que llevaba una vida caótica tanto en lo material como en lo moral y hasta en lo metafísico, creo que además poseía cierto grado de malicioso libertinaje que encontraba alguna complicidad en mí, pues en algún recodo medio oculto de mi propio ser se producía una rara atracción y entendimiento en cuestiones tal vez discutibles. Para evitar confusiones diré que nuestras preferencias sexuales estaban dirigidas exclusivamente a las mujeres, y solíamos perdernos en laberintos, no siempre ficticios o literarios, en los que más que monstruos astados encontrábamos singulares beldades, reinas destronadas o diosas de paraísos perdidos en las que buscábamos y a veces hallábamos sublimes esencias y apasionados néctares vitales. Podíamos embriagarnos sin alcohol y volar sin drogas por inmensidades impensadas con ayuda de los textos, propios o ajenos, y una buena dosis de imaginación.
El caserón poseía una enorme biblioteca que era el corazón y el centro de la misma, sin esa solemne habitación cuyas paredes estaban cubiertas de pesadas estanterías (todo era madera en esa casa) la construcción perdería casi todo su valor y su magia; las otras habitaciones, con sus imponentes mobiliarios, mesas enormes, pesadas sillas, anaqueles, sofás cubiertos de cuero y gruesas cortinas en casi todas las ventanas; enigmáticos y grandes cuadros en las paredes y arañas de luces de épocas indefinidas, no podrían compensar por sí solas el embrujo que emanaba de ese universo de libros y cuadernos de diferentes épocas que impregnaba con su influjo todas las otras habitaciones de la antigua casa.

Olía a madera, resinas y papel, gruesas alfombras mantenían una agradable temperatura a pesar del frío reinante en la zona, y la iluminación era de una apagada y suave intensidad, digamos que llegaba sólo a insinuar las formas para poder moverse con seguridad en una rara penumbra iluminada aquí y allá por decoradas lámparas de pie, de pared, y una que otra colgando del grueso maderamen que sostenía el imponente techo.
La mesa central de la biblioteca era la que más luz recibía, lo demás era secundario, alguno que otro foco quemado proporcionaba inesperados rincones oscuros que formaban parte de la cotidiana realidad. No recuerdo haber estado en esa casa durante el día, debido a mis actividades sólo me era posible visitar a Edipo por las noches.

Como decía, encontré unos viejos manuscritos trazados sobre viejos pergaminos perdidos en uno de los tantos recovecos de la biblioteca; Edipo no había reparado en ellos porque aparentemente no tenían importancia, y esa noche los examinamos juntos. Nos sorprendieron unos versos escritos con una caligrafía algo recargada y caprichosa.
La primera parte era en español antiguo, con esas palabras arcaicas como "facer",  "dexar", "non", y otras similares, había también una que otra palabra que podría ser gallego o portugués, hacia el final el idioma se hacía más moderno y actual, la letra no parecía la misma pero el material sí era igual al resto. Debo decir que las hallamos en completo desorden y Edipo y yo emprendimos su arreglo como una diversión, era una especie de rompecabezas que nos propusimos armar y luego tratar de comprender lo que decía, averiguar de qué se trataba.

La que resultó ser la primera página estaba rota, le faltaba la mitad superior, y al final encontramos algo inquietante: no supimos si faltaban páginas o si la narración saltaba en el tiempo, no nos quedó muy claro de qué manera interpretarlo, ya que la historia pasaba de lo que podría ser el siglo XV o XVI a expresiones y situaciones comunes del siglo XX. Si no fuera por lo homogéneo del material de la obra se podría pensar que se trataba de dos trabajos diferentes que no tenían nada en común, pero el material que los contenía era exactamente el mismo. Tampoco sabemos si faltaban otras páginas intermedias ya que no contaban con numeración, las fuimos ordenando según el sentido que le hallábamos a lo que ya se revelaba como parte de una especie de poema épico. Transcribimos todo lo que había usando una vieja máquina de escribir y actualizando los vocablos anticuados para una mejor comprensión del poema (hoy creo que debimos copiarlo tal cual, pero esa vez nos pareció mejor hacerlo de esa forma), mi amigo leía y yo tipeaba, en la soledad y silencio de la casona el repiqueteo de la máquina de escribir insistía en componer un ritmo que escapaba a mi voluntad, era una cadencia hipnótica y primitiva que insinuaba elementales ritmos que llegaban al fondo del yo sin pasar por la conciencia, Edipo también lo sintió así... a continuación transcribo lo que estaba en los pergaminos:
   

... en el fondo de la cueva
y se encontraba desnudo,
casi ya no recordaba
desde cuando,
alrededor era oscuro,
la piedra estaba mojada,
vacilando
recorrió toda la celda
tropezando entre tinieblas
y entendió
lo que antes lo confundiera;
que era circular... dos lunas,
calculó,
hacía que fue atrapado
cuando estuvo sumergido
en ese sueño,
nunca había despertado
y ahora de su destino
no era dueño.

Una casta de gigantes
después de arrasar su pueblo
lo atrapó,
sólo el rey que él era antes
no encontró muerte, el encierro
no escogió,
fue la decisión de aquellos
que fueron los vencedores
que primó,
la ley la dictaron ellos.
Por oscuros corredores
caminó
despojado de sus armas,
su talismán y sus plumas
y sufrió
torturas que fueron tantas
pero estoico cada una
resistió.

 - - - - - - - - -

Cuando niño, recordó,
que su padre le decía
de un sonido que tenía
todo el poder de su dios
y que la gente olvidó
(perdida en el laberinto
de tiempos y de lugares)
aquel vocablo preciso...
Pero el dios había escrito
la palabra - se decía -
mas nadie la había visto.
¿Dónde escribiría un dios?
trató de pensar el hombre
si la palabra era un nombre,
si era de un vocablo o dos
o aun más, si lo supiera
se vería liberado,
por la palabra ayudado
ganaría cualquier guerra...

Así se dio a meditar
entre formas y colores,
se remontó a los albores
de la historia de su raza.
La piedra podía cambiar
y de lugar las estrellas
entonces no estaba en ellas
la palabra que encontrar.
Ella debería estar
en algo que no cambiara
con los tiempos o la edad.
Los dibujos que presenta
sobre la piel un jaguar
o aquel arco que atraviesa
el cielo y parece andar,
algo así debía ser
que se pudiera tener
siempre, para descifrar...
¿podría estar en su cara?
no en el barro de la cueva,
y pensó en la vez aquella
que un anciano le explicara
que sería revelada
antes que el último rey
de su raza, pereciera.

Así que antes de morir
se la podrían oír
los guardianes de la cueva...
y esperó
que llegara el fin temido:
tenía que ser comido
por un tigre o tal vez más
porque ya días atrás
escuchaba sus rugidos.

Al fin vio que le arrojaban
su espada y su talismán
y cambiaron de lugar
las rocas que lo encerraban.
Cuatro tigres se acercaron
y él en el centro quedó,
de uno que se abalanzó
vio los ojos que brillaron
y al instante se fijó
su atención en uno solo,
el izquierdo, que cambió
creciendo se volvió rojo...

¡Era el ojo!
¡En el ojo de la fiera
la palabra estaba viva!

 - - - - - - - - -

El tigre se precipita
y a la vez el hombre grita,
no está claro ni el sonido
del hombre ni de la fiera,
las dos voces se han unido
y La Palabra resuena...
 Una palabra en dos voces
la del hombre y de la fiera
mencionaron el que fuera
el nombre del dios potente
se muere el rey y no sabe
si tal vez sus enemigos
también hayan perecido
con tal  único sonido.
El hombre pide la vida
a la palabra escondida.
La palabra se hizo oír
y el rey tiene que morir.

  - - - - - - - - -

El quirófano, aire estéril,
un cirujano enguantado...
y del cuerpo desgarrado
del hombre que está muy débil
en sangre se va la vida;
aún con fuerza sostiene
un extraño talismán,
ya muy pronto estará muerto...
tiene todo el cuerpo abierto
y algo falta en sus entrañas,
si las crónicas no engañan
se estrelló con su automóvil,
pues se durmió... ¿Será cierto?
Tal vez... pero  ya está inmóvil.

~
137 v