domingo, 31 de diciembre de 2017

Pesadilla: El festín del diablo

Para cerrar el año se suelen escribir ciertas cosas como un resumen o comentarios de lo vivido, de lo sucedido en estos doce meses. Tarea complicada para una sola persona e inadecuada para este espacio, sin contar con que esas relaciones abundan y no hay necesidad de redundar en ellas.
Me decido entonces por publicar algo completamente diferente, un cuento que trata de ser horroroso, algo satírico y también sarcástico, no sé qué tanto lo logre.

Giovanni de Módena: Infierno


La pesadilla es un sueño desagradable que produce angustia, miedo, terror; puede deberse simplemente a una mala posición del cuerpo que alguna parte del cerebro se encarga de mover con el susto, o incluso despertar al durmiente. También puede deberse a una inquietud real o imaginaria, o a otras situaciones que dejo para los especialistas. Siendo los humanos una sola especie (eso se dice), tenemos muchas cosas en común, por eso hay horrores básicos y elementales que son compartidos pero otros pueden ser individuales y de allí el hecho que también se produzcan pesadillas distintas entre una persona y otra.
Generalmente la oscuridad y los abismos nos asustan; ratas, murciélagos y arañas son miedos generalizados; víboras y cocodrilos atemorizan no solo por su aspecto sino por el daño que pueden causar; un león puede ser hermoso pero pocos se animan a acercarse a uno que no esté enjaulado. Tener horror a los espejos no es muy extraño porque ese constante reflejar de personas y cosas, aun cuando nadie lo esté mirando, tiene algo de inquietante; el miedo a las plumas ya es un poco más raro porque hay incluso quienes gustan de ellas y las usan como adorno, pero existe, yo lo he visto.
Tener miedo de fiscales o inspectores, de llenar formularios, de realizar trámites, de pagar impuestos, etc. son temores menos atávicos pero no por eso menos preocupantes. Las coimas y demás chanchullos derivados ya pueden formar un capítulo aparte en la compilación de sustos.

- Aquí falta el sello del secretario del asistente del adjunto (con cara de perro).  Pero podemos conversar... (con cara de canchero).

- ¿Si...? (temblando y con cara de mendigo) ¿Cuánto...?

Están también los horrores psicológicos y los horrores morales, además de los intelectuales como la Trinidad, por ejemplo; que son más complejos y por lo mismo pueden ser más profundos y tenebrosos.

- La Trinidad es un horror intelectual, dijo. ¿Se refiere a la Santísima Trinidad?

- Sí, pero no es solo ocurrencia mía; en "La biblioteca total" Jorge Luis Borges afirma que la mente humana tiene el hábito de inventar cosas horrorosas, y entre ellas, junto a la Quimera, La Esfinge, los números transfinitos y otras cosas; se refiere a la Trinidad como un ente teratológico (anormal) que consta de un Padre, un Hijo y un Espectro articulados en un solo organismo que considera, así lo dice, horrible. También lo menciona en su "Historia de la eternidad". ("Imaginada de golpe, su concepción de un padre, un hijo y un espectro, articulados en un solo organismo, parece un caso de teratología intelectual, una deformación que sólo el horror de una pesadilla pudo parir. El infierno es una mera violencia física, pero las tres inextricables Personas importan un horror intelectual..." JLB)

Tantos y tan variados pueden ser los espantajos que nos asustan durante el sueño que es imposible como innecesario tratar de hacer un listado de ellos, solo menciono uno que tiene que ver con el presente escrito: el miedo a las multitudes o a la gente. Existe la Antropofobia (miedo a la gente), y la Enoclofobia o Demofobia (miedo a las multitudes). Muchos tendemos a idealizar a la gente pensando de manera abstracta; pero estar solo entre desconocidos, rodeado de gente extraña, sobre todo si es agresiva o mala, puede ser una experiencia de pesadilla. Peor aún si te conocen y precisamente por eso tienen algo contra ti; si has hecho algún mal, si has defraudado, si has conseguido despertar el odio de millones y tienes la conciencia sucia y los nervios destrozados.
Si además te sabes culpable y tienes tremendo rabo de paja es inútil querer dormir tranquilo, a menos que se recurra a una buena dosis de tranquilizante. Abundan los que caben en esta descripción, pero sé que muchos estarán pensando en un individuo en particular, sobre todo en estos días, y más aun si se trata de mis paisanos peruanos.
Jugando con eso, más otros horrores complementarios, produje este cuento corto; como si fuera una escena de un drama mayor no contado; escrito en largos versos que recuerdan los hexámetros dactílicos (hexa: no de seis sílabas sino de seis "pies", que pueden tener entre doce y diecisiete sílabas por verso) para tratar de darle un aire antiguo, también gótico, en el sentido de la estética del terror, y salpicado de algunos dislates que tratan de mitigar la pesadez del tema.




El festín del diablo

NOTA: Debido a los últimos acontecimientos políticos en Perú, he agregado y cambiado algunas partes del cuento, originalmente se trataba de un personaje anónimo, ahora ya alude a alguien muy conocido, y sobre todo mentado, desde la última Nochebuena; que tan buena no fue. 


Quiero contar una historia entre el dolor y la pena,
donde ambición y descaro llevan al hombre a perderse;
tal la falta de modestia, que no pudo contenerse,
al final de larga vida su pasado lo condena.

Quien sabe si por soberbia o porque nada lo frena,
escogió la navidad para hacernos la jugada,
y a las siete de la noche se mandó la gran cagada,
no diré que inesperada, porque cuando el río suena

es porque arrastra las piedras y traiciones de alimañas;
las infames intenciones se veían asomando
desde el mismo primer día que venía gobernando:
gobernando... es un decir, fue un festival de patrañas.

Bailó la chicha, la polca y el landó y andó cagando;
qué suerte que ya no estás, y así no lees Chabuca 1
que tu cantar relaciono con quien nos metió de yuca 2;
a todos de alguna forma su abyección va salpicando.

Muy pronto se quedó solo; hasta el perro lo dejó.
La bancada y los ministros quedaron en el ayer;
los vecinos no lo quieren, lo abandonó su mujer;
y así triste y desgraciado, esto vivió o lo soñó...

son de esa pesadilla las subsiguientes escenas:
...llorando su soledad, salió a buscar compañía
y a alguna divinidad le suplicaba ese día
que aliviara esa amargura, propia, heredada o ajena;

no había dioses ni hadas que calmaran su tristeza,
ansiaba el calor humano, ese que nadie le daba,
porque en retiro obligado su pobre vida pasaba;
esa tarde, andando solo, divisó una extraña iglesia;

la brisa se había llevado los sopores de la siesta,
al entrar, aire viciado se le introdujo en el pecho,
entre olor a cosas viejas, alzó los ojos al techo
y luego bajó la vista y observó la concurrencia:

gente extraña, derruida, que lo mira con cautela;
como deshechos humanos, enfermos, sucios, insanos;
una anciana jorobada viene y le extiende la mano,
él la mira horrorizado pues le recuerda a su abuela.

Uno más, y otra y otro, al hombre fueron rodeando,
entre harapos y colgajos, entre babas y sudores,
pegajosos manoseos, súplicas, llantos, rumores;
en la masa nauseabunda lo fueron acorralando.

Él, que vino a buscar algo, cualquier cosa, para sí,
se encontraba sumergido entre carentes de todo;
sucios de grasa, de efluvios, de secreciones, de lodo.
Aquí no consigo nada -pensó- ¡dónde me metí!

¿Es un antro del demonio? ¿Esta gente es religiosa?
No había orden ni concierto, ni taumaturgo ni brujo,
ni clérigo o nigromante que ejerciera algún influjo
¿Era un templo abandonado por un dios o alguna cosa?

El calor es agobiante, el hedor casi lo ahoga,
los pordioseros inmundos y sus quejas lo atormentan,
repara en que no hay bancos, por eso nadie se sienta,
ya se lo robaron todo. No es mezquita o sinagoga,

no es un templo de cristianos, antiguos ni protestantes,
no hay señales, no hay estatuas, no hay ídolos, no hay altares;
es como una cueva oscura sin luces ni ventanales
y observando aquellos rostros sospecha que los vio antes.

Distingue los mismos rasgos repartidos entre todos,
los mismos ojos en brasas, los mismos ceños fruncidos,
en las bocas apretadas los mismos labios torcidos,
las narices puntiagudas; retorcidos cuasimodos.

¡Es él mismo... deformado en la gente que lo acosa!
siente el vértigo del miedo, el terror lo desorienta,
ya no encuentra la salida, el corazón le revienta,
pierde el paso, cae al suelo, siente la fría baldosa.

Ya lo tumban, ya lo pisan en revuelta delirante,
lo odian por puro instinto, lo sienten como uno ellos;
le están quitando la ropa mientras alguien le vomita,
viene otro y le refriega una masa repugnante.

- Oiga usted ¿no le da pena? déjelo ya, pobrecito...
- ¿Pobrecito...? ¡Que se joda! ¡Malogró la noche buena!
se merece lo que escribo a cuenta de su condena,
a ver qué dice la gente, hagamos un plebiscito.

Le quitaron los zapatos, ya no tiene pantalones,
uno que parece idiota trata de morderle el cuello,
otro le dobla las manos, siente odio y también miedo,
tiene el pecho lacerado, la camisa hecha jirones...

Piensa que la  injuria es mucha, es necesario acabarla;
toma a dos que tiene cerca, sus cabezas entrechoca,
al idiota de su cuello consigue abrirle la boca,
con furia desconocida la gorda lengua le arranca.

Quiere despertar, no puede, y sigue el sueño soñando,
a pesar de los dolores, del miedo y del gran espanto,
se queda en la pesadilla, esa que lo está matando,
donde todo le repugna, preso en odio, delirando.

Un salvaje entre salvajes finalmente convertido,
exhausto tras la refriega siente que se ha vuelto loco;
entre mierda, secreciones, sangre, pus, pelos y moco,
queda tirado en un charco: el demonio está servido.
~

1  Referencia a Chabuca Granda y su tema Landó.
2  Meter la yuca: estafar, engañar.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Navidad profana


¡34 grados! ¿Que hacemos acá?


Un árbol con nieve artificial y adornos estrafalarios de origen exótico y fabricación china, en la sala de mi casa, con 34 grados a las diez de la noche. En la cocina no se puede estar porque el horno está prendido con algún plumífero pascual metido adentro (pobre animal que no tiene la culpa de ser tan rico). Por alguna parte debe estar el "nacimiento", ya ni me fijo en eso, si vi en el árbol es porque me lo han puesto en el camino y me di de cara con sus alegres lucecitas y me las llevé enganchadas en los anteojos; el árbol estaba entre mi escritorio y la cocina, lugar donde tengo mi máquina de café, y el calor me hizo regresar con urgente apremio al exclusivo cubículo climatizado donde perpetro mis anotaciones.

- ¿Y toma café con 34 grados de calor?

- Sí, porque me gusta, y gustos son gustos.

Yo traje mi costumbre, algo extraña en esta sucursal del cielo durante la estación de verano caliente-tropical, pero me lo tomo solo y me lo preparo yo mismo; en cambio, la costumbre de la navidad "nevada" sobre el calor tórrido, tener que ingerir alimentos altos en calorías y hasta tomar chocolate caliente y comer panetón, lo han traído no sé quiénes ni de dónde. Lo podría averiguar en detalle, pero viendo las dificultades que acarrea la trasplantada celebración, no me nace el deseo de saber más que lo estrictamente necesario para decir que esto no funciona acá (pero sin embargo, persiste). Si no me cree, vaya y póngase un disfraz de Papá Noel, a ver cómo queda después de esa infernal experiencia.

Digamos para ser justos, que también está la costumbre local y bien adaptada a las circunstancias, de preparar y comer una deliciosa ensalada de frutas, bien helada.

- ¿Así que la prepara y come?

- Yo no la preparo: solo la como y apruebo la costumbre.

Cada año me entusiasma menos la navidad, y si consiento en celebrarla de alguna manera bajo mi propio techo, es por los niños que siempre tengo cerca; ellos no tienen la culpa de mi honda decepción con lo que estas ruidosas fiestas representan hoy en día. Todo sea por ellos: que sean felices; yo pongo lo que hay que poner para que así sea.

A continuación, un diálogo entre dos personas que celebran la navidad de maneras muy diferentes, ya podrán adivinar a cuál de las dos me aproximo, o por lo menos quisiera poder hacerlo.





Navidad 2017



- ¿Y ese árbol de navidad
que has vuelto a poner este año?
- Es para los regalos
que allí voy a colocar.

- ¿Sabías que en Palestina
es allá que está Belén,
donde con tanto desdén
la humillan y la arruinan?

¿Sabías que fue en Belén
donde nació el redentor?
- No estoy seguro señor,
eso no lo entiendo bien.

- ¿Y las figuras de yeso?
- La virgen y san José,
con el niño, vea usted,
que nadie se olvide de eso.

- Así que muy religioso
y no sabe de Belén.
- Bueno pues, pero también...
si ya nadie habla de eso;

algo sé del Vaticano:
que hay misa de noche, tarde,
y no es por hacer alarde
sé que se llama de gallo;

yo la cena no me pierdo,
 y si a esa misma hora
su santidad se demora,
lo miro en el noticiero.

- ¡Pero qué veo en la mesa,
bebidas espirituosas!
- Oiga usted, es poca cosa,
para brindar con fineza.

- ¡Qué platos tan abundantes!
¿no se apena de mostrarlos?
fíjese que en el establo
seguro pasaron hambre...

- ¡Por eso mismo señor!
hoy tenemos abundancia
y nos toca, en alternancia,
pasarlo esta vez mejor.

- ¿Y esa música estridente?
Señor... usted ya exagera;
son canciones navideñas
para alegrar el ambiente.

- ¿Qué son esas explosiones
que mueven toda la casa?
- ¿Quiere una noche sin gracia?
son los cuetes y cohetones.

- Si así pasan navidad
con ruidos, comida y tragos,
entre escándalos y estragos,
yo me voy a retirar;

y no quiero ni pensar,
si una fiesta religiosa
la celebran tan ruidosa,
cómo van a festejar

en la próxima semana,
cuando llegue el año nuevo;
yo a usted le apuesto un huevo
que terminan en la cana.
~

domingo, 17 de diciembre de 2017

Alboroto en el corral


Imagen: fabulantes.com


Llovió fuerte y todo el corral se embarró, se hizo un lodazal que alcanzó a la mayoría, para efectos prácticos podríamos decir a todos, para efectos teóricos tendríamos que sacar solo a un par de animalitos entre inocentes o despistados, y a unos cuantos valerosos ejemplares que hasta ahora parecen estar fuera de la grandísima mermelada en que se debate el cuasi-pleno. La gente miraba desde afuera el chapoteo y no podía creer que las cosas estuvieran degenerando de esa manera. 
Cerdos y marranas, aún con las manchas secas como costras adheridas a sus hirsutos pelos, que todos podían ver, alegaban estar limpios, y haberlo sido siempre. Lobos sorprendidos en pleno destripamiento de alguna oveja o animal menor, aseguraban ser vegetarianos mientras les chorreaba la sangre fresca del hocico y la pobre víctima aún jadeaba moribunda entre sus fauces.
Tremendos tiburones con disfraz de pececitos de colores pretendiendo discursear entre el fango, pulpos enfundados en costosos trajes robando a ocho tentáculos mientras declamaban necedades...

- Oiga usted ¿Qué corral es ese que tiene pulpos y tiburones?

- ¿Todavía no adivina? Le doy una pista: tiene forma de una gran concha.

El corral, como ya habrá adivinado hasta el más distraído de los lectores, es una metáfora que yo no he inventado, es esa gran excreción que muchos reclaman que se descargue ya de una vez por el desagüe de la purificación nacional. Quién sabe si su última -no inocente- víctima, se atreva en un acto casi suicida que la honraría para siempre, a expulsar de allí a toda esa ralea y cerrar el chiquero como ofrenda postrera a un país que le aguantó sus huevadas. Algunos reclaman, tal vez ingenuamente, que se vayan todos, pero no se irán sino es por la fuerza porque están tan habituados a la porquería que el olor a mierda les parece perfume francés. No se van a ir, tienen cara de palo y están atornillados a sus respectivos escaños, ya perdieron la dignidad que dudosamente se les atribuyó alguna vez y la angurrienta ambición los lleva a enfrentarse a lo que sea con tal de seguir succionando la sangre del pueblo, al que ahora ya ven como enemigo.

- ¿Qué corral de mierda, oiga usted!

- Así es mi estimado, y eso que la moderación me impide ser más explícito.




En el corral que ya sabemos


En el corral repleto de animales
es mayoría el grupo de alimañas,
de sinvergüenzas, ladrones y canallas,
amenazando con horribles males.

Los que eran veinte, en diez y diez quedaron,
unos perdidos, otros aún luchando,
valiente ejemplo muy pocos están dando,
entre canallas que por robar se aliaron.

De los corruptos que muestran sus pezuñas,
belfos y orejas; rebuznos se escucharon;
y sin decencia enseñaron las uñas.

Es más ladrón el otro, relincharon;
los preside con malicia una garduña;
qué sensación horrible nos dejaron.
~

domingo, 10 de diciembre de 2017

Coplas al burro


Amigos


Muchas veces se da el caso en que se recurre a la comparación entre humanos y animales como forma de insultar a los humanos, lo cual es muy discutible porque a veces, dependiendo de qué persona se trate, el insultado resulta ser el pobre animal. Llamamos perro a algún hombre despiadado, traicionero, de baja moral y de suma vileza. ¿Por qué? No se entiende. El perro es justamente todo lo contrario a eso, es un animal que sacrifica su libertad por amor al humano, puede estar detrás de uno durante horas y no solo a cambio de alimento sino de una caricia, o simplemente por estar cerca de la persona que siente tan suya y a la que protege hasta con su propia vida. Eso es un perro. Que usemos esa palabra para tratar de ofender a alguien, habla muy mal de nosotros. No hemos entendido lo que es el perro, que si a veces muestra ser de mala índole, es por causa de algún humano que le contagió su maldad.


Un burro es un animal al que usamos durante siglos como bestia de carga, una acémila, ¿para éso se requiere de un sabio o de un filósofo? No. Nos basta con el manso y noble cuadrúpedo, y en lugar de estar satisfechos y conformes con el servicio prestado a cambio nada más que de un poco de pasto, lo denigramos usando su nombre también para insultar a algún torpe, ignorante o bruto. Si lo pensamos bien, nos estamos mostrando indignos.

No sigo porque me aburro y qué culpa tiene el burro.
Que se aburra usted también nos preocupa, al burro, a mí y al perro. Así que trataremos de ser breves.

- ¿Están escribiendo a seis manos?

- No. A dos manos y ocho patas.

Estos dos ejemplos son los más usados como insultos en el día a día, sin embargo hay muchos más, aunque también es justo mencionar que muchas veces las comparaciones tienen la intención opuesta: enaltecer al sujeto; eso se ve en el caso de compararlo con el valiente león, la imponente águila, el astuto zorro (en este caso es ambivalente), el agudo lince, etc.
Creo que con eso compensamos en algo nuestra visión del mundo animal, pero no quedan compensados el perro, el burro ni las demás especies ofendidas. Como por ejemplo en el siguiente "diálogo":

- ¡Lagartija!

- ¡Buey!

¡Cuánta elocuencia! La lagartija es ella, movida y vivaracha, seguramente, y el buey, pues quién va a ser, él; no hay más posibilidades.
Otros insultos de origen zoológico son: Víbora, jarachupa, cerdo, vaca, lombriz, hipopótamo, lechuza, careculo...

- Careculo no es un animal.

- Es que me dejé llevar por el entusiasmo.

Entonces, porque ya está bastante extenso el alegato y sabiendo que en este espacio las cosas suelen ser breves y concisas, aunque no necesariamente cortas, termino con esta declaración: si algo parece hacernos superiores a los animales es nuestro raciocinio, porque los hay más fuertes, más veloces, más hermosos y más ágiles que nosotros; y si es esa nuestra superioridad, deberíamos demostrarla tratándolos como a nuestros hermanos y no como a nuestros esclavos, y mucho menos burlarnos de ellos simplemente porque nos parecen inferiores. Inferiores somos nosotros cuando actuamos así.

- ¡Uf, que larga!

- Mejor ni la mida, oiga usted.




Al Burro

Coplas al asno

(no confundir con
te soplas al asno
o te acoplas el burro)


El burro, noble animal,
que hasta estuvo en el pesebre,
nos lo recuerda el orfebre
y creo que no está mal.

No debiera ser insulto
el nombre del fiel jumento
y con firmeza yo siento
que merece nuestro indulto.

No hay por qué llamarle asno
al ignorante que embarra,
pero sí al que se amarra
y feliz queda en el atrio.

Si a quien le dicen borrico
su ira al momento inflama,
el animal no hace drama
así tires de su hocico,

ni aunque le digas pollino
el burrito bondadoso
no se va a poner mañoso
como el humano mezquino.

Puede ser un garañón
y lo verás siempre humilde,
pero se pone insufrible
si es de un hombre la cuestión.

Mucho nos sirve el onagro,
nombre extraño y tal vez feo,
y a asegurarlo me atrevo:
no habrá quejas al cargarlo.

también es llamado rucio
y a cualquier palo lo atas,
pero si tiene dos patas
seguro te juega sucio.

No soy gran conocedor
de tan variados cuadrúpedos
mas tampoco a ciertos bípedos
los puedo entender mejor;

en el burro la mirada
transmite una gran ternura,
no solo si ve a la burra,
también cuando bien lo tratas;

del otro no digo nada,
al animal le dedico
este poema al borrico,
y no al que tiene dos patas.
~

domingo, 3 de diciembre de 2017

Maldecida ortografía


Imagen: guarani.blogia.com


Debido a las características del presente artículo, donde se escriben mal algunas palabras, y no deseando confundir a los lectores cultos, incultos, áridos o incultivables, he considerado apropiado marcarlas de alguna manera, las palabras mal escritas irán subrayadas: Hací.
y , no son errores ortográficos, son apócopes o contracciones (!) de para y pues, respectivamente. Pueden estar bien o no, pero no se consideran como errores ortográficos.
Si se me pasa sin subrayar alguna palabra mal escrita pueden martirizarme, despellejarme y si lo desean, como venganza, apedrearme en plaza pública... eso sí, si me agarran. Herrar es humano, errar también. Vamos pues, que comience el artículo.
-o-

La mala ortografía es lo de menos, lo que impacta fuertemente es la pésima, y no me pregunten dónde está la diferencia o cual es el límite, porque en explicarlo se me irá la vida. Baste con decir que no es lo mismo escribir "coerente" que "haver ci biene". Entonces, el límite, grueso y basto, está entre esos dos estratos. 
Una vez llegué a leer lo siguiente: "Hay, lo ize debuelta", como pensé que soñaba lo guardé y está entre los trofeos más valiosos de mi colección. 

- ¿Y husté quién es pá benir a correjir?

- No puedo contestar al nivel que se merece.

Y eso que por ahora estoy dejando de lado otro aspecto de la gramática que es la concordancia, arenas movedizas que ya se han tragado a más de un "Doctor", sobre todo a los del área de los llamados "letrados", será tal vez porque los agarraron a "letrazos" y no quedaron bien del coco después de tales porrazos.

La mala ortografía es como el descuido en el vestir, ese descuido que nace del desconocimiento de reglas básicas al combinar formas y colores; no digo que haya que vestirse con ostentación y lujo, que también allí podría manifestarse el mal gusto; me refiero al simple aspecto decoroso de la persona, así que "varreme el pizo" es no solo horroroso sino también descuidado y desaseado, con el significado antes dicho.

- Ahora es esperto en modas, tamién...

- Y usted un metiche doctorado, me parece.

Creo que la buena ortografía se mama, de mamar, o sea que se succiona desde la cuna, antes de saber escribir siquiera, en un ambiente donde la lectura tiene un lugar de privilegio; es así que al aprender a leer, el sujeto entiende que está ingresando a un mundo maravilloso. No aprende a leer para evitar el palo sino porque ansía penetrar en los orbes contenidos en las páginas de los libros. Porque en ese hogar se lee, y se lee buena lectura, se aprecia el buen cine, se oye buena música... en eso se basa la buena ortografía,

- Lo van a odiar, le cuento...

- Sí, y se la doy completa... ¡la razón, claro!

La lectura ayuda tanto o más que las reglas de ortografía, por ejemplo, "se acentúan las palabras agudas que terminan en on", y el fulano escribe "matarón" ¡pero mataron no es aguda! dice el profesor; ¿y entonces por qué se murieron? replica el alumno. Y agrega: "Hay, no entiendo" - ay es sin hache - y ¿cómo acá dice...? - es que es de haber - y acá hay, pé... ¿acaso no ?

Entonces, siguiendo con la lógica expuesta en estas líneas, el presente blog no es recomendable como lectura para principiantes, siempre lo dejé bien claro, porque para aprender a leer y escribir es preciso iniciarse con lecturas selectas, y no con cualquier cosa.

- ¡Ah! ¿Lo reconoce?

- ¡Claro que lo reconozco! Pero como a hijo putativo.

Ya me gané más de un enemigo por andar pretendiendo corregir los horrores de la gente, y me dije: ¡Ya no más! ¡Que se ahoguen en las miasmas de su insufrible embrollo! ¡Que no se entiendan unos a otros, confundiendo la lengua en esta Babel de teclas, celulares y monitores! ¡Que se pierdan Roma, Constantinopla y la Batalla de las Termópilas!

- ¿Y se perdieron? ¿Se extraviaron sin su ayuda?

- ¡No, que va! ¡Se entienden entre ellos mejor de lo que se esperaba!

O sea que están creando un nuevo lenguaje, tal vez sin proponérselo están modificando la lengua ¿para mejor? "¡Ke ls prece!" - En lo que a mí respecta, no lo creo. 

Un reto, me dan un rato, y les prometo que les completo unos versos sobre este aprieto.




Maldecida Hortografía


Si quiero escrivir vonito,
a nivel de diplomático,
aparece el antipático
y me corrije todito.

¡Hay! le digo ¡soy poeta!
me sale que ¡ay! pero no ¡hay!;
yo le respondo que si ay
y ya me estira la jeta.

Maldecida hortografía
por los ciglos y los vurros,
tener que zufrir apuros
de una kulpa que no es mía.

Si ya ben, no me jalé*,
y asta tengo trez posgrados
y un currículo avultado
que ya lo quiciera usté.

Yo lo único que sé:
que en este nivel de escoria
perderemos Paz y Gloria,
Meche, Luz y Salomé;

ninguna va a tolerar
tantas frases malolientes,
son bellas e inteligentes
y así se van a volar.
~
* jalarse: aplazarse, reprobar los exámenes.