domingo, 26 de abril de 2020

Décimas en cuarentena




Quedé en casa confinado,
no podía ser mejor
y lo digo sin rubor,
eso es lo que me ha pasado;
porque es para agradecer
estar bajo el propio techo,
es bendición que sospecho
algo hice por merecer,
lo que ayer sembré cosecho
con justicia y con derecho.

Hay prójimos angustiados
en diversa condición,
comparto la obligación
y trataré de ayudarlos
brindándoles lo que puedo,
contándoles lo que sé,
escuchándolos también,
compartiendo lo que leo;
subimos juntos al tren
desde diferente andén.

Que te quedes en tu casa
es la indicación urgente,
aunque no toda la gente
entiende qué es lo que pasa,
ni aun los más enterados
nos pueden asegurar
y con firmeza jurar
que es verdad lo que han contado,
todos podemos dudar
que eso no es perjudicar.

Del dormitorio a la sala,
de la sala al comedor,
a veces me da temor
que esta vida relajada
me termine por gustar,
poca cosa o casi nada,
es condición obligada
que me pueda rebelar,
con salidas reguladas
y entradas desinfectadas.

Me ahogo en información
de la más descabellada,
la realidad perturbada
me exige una aclaración,
y tal vez algún lector
de mí espere la verdad;
con toda sinceridad
la cautela es lo mejor,
si me llego a equivocar
a nadie quiero arrastrar.
~

domingo, 19 de abril de 2020

Así que ahora somos viejos



Caja de Pandora: salieron todos los males del mundo
pero nos quedó la esperanza.


Cómo nos han cambiado las ideas de un mes para otro, en tan corto tiempo los que somos mayores de sesenta años -ahora llamados "población de riesgo"- hemos pasado de ser representantes de la nueva edad dorada a simples cacharros destartalados que hay que mantener aislados para que no se mueran de Covid-19 y nos dejen la casa y el barrio contaminado de los coronavirus que esparce el cadáver insepulto que nadie va a querer retirar. Horrendo.

Resulta que hoy somos jubilados o retirados que comemos y consumimos sin producir, somos supernumerarios indeseados que con nuestra sola presencia alteramos el delicado equilibrio económico y social del planeta. Somos los que tendríamos que sacrificarnos para que vivan nuestros hijos y nietos, como si estuviéramos en una situación tal que no podemos vivir todos juntos: ahora son ellos o nosotros ¿Les estamos quitando el aire que respiran, la comida que los alimenta y hasta el agua que beben o dejan de beber por culpa nuestra? Claro que no. NO.

Esta es una nueva vuelta de tuerca a lo que se viene dando desde el siglo pasado, pues se trata de maximizar las ganancias del capital a costa de la vida de las personas; quieren exprimir al humano mientras tenga algo de jugo que sacarle, y cuando esté seco: a la basura, de eso se trata. Y aunque el tan mentado 1% está lleno de viejos y viejas, eso no cuenta, pues ellos se ven a sí mismo como los dueños del rebaño y nunca se ha visto a nadie pensar o decir que está más o menos viejo que su ganado: son dos cosas diferentes que nada tienen que ver una con  la otra. Si hasta Christine Lagarde - no es mi amiga, pero no se cansa de enviarme solicitudes de amistad- se atrevió a decir en público que los jubilados viven mucho... que deberían morirse antes o jubilarse después; si se pudiera después de muertos, mejor. Y, aunque para algunos todavía esté potable, ella no es una jovencita, lo que pasa es que da por sentado que pertenece a una clase aparte, justamente sus palabras lo dejan claro y por eso es que generó tanta burla como incredulidad. Christine ni se dio cuenta del papelón que hizo. Dejemos en paz a la señora que ya me está distrayendo del tema central...

- ¡Ah... le gusta la Lagarde!

- Y a usted qué le importa. Además, solo nos separa la visión político-filosófica de la vida, casi nada... si no fuera por eso, la tendría comiendo de mi mano, y a pura lechuga, porque es vegetariana.

Estos días, pese a la escalada de contagiados que ya pasó largamente los dos millones trescientos mil a nivel mundial, se están volviendo a ver y escuchar opiniones que van en sentido contrario de la versión oficial, y no es que la gente sea estúpida o loca, es que la desinformación hace años forma parte de la vida diaria y estamos habituados a desconfiar de todo, y no se puede negar que esta situación da para muchas interpretaciones.

No voy a entrar a comentar cuestiones esotéricas ni de extraterrestres, que de esas cosas sé poco y no entiendo en qué se basan los que arman complicadas situaciones de guerras planetarias y/o entre ángeles y demonios, dejo eso para quien sabe o cree saber. Me limito a lo mundano que ya de por sí está más confuso de lo que muchos quisiéramos.

Esto no es ni siquiera la punta de la madeja, creo que el virus causante de esta profunda alteración que no nos esperábamos (aunque sí la esperaban los que dirigen los grandes asuntos) ya no es lo más importante sino sus consecuencias, que afectan todos los aspectos de nuestras vidas y por eso mismo las estamos sintiendo todos, cada uno desde su lugar y desde su vida cotidiana completamente cambiada e invadida por reglas y limitaciones que de otra manera jamás hubieran acatado. La gente está o va a estar lista para casi cualquier cambio radical que se le imponga de aquí en adelante, estarán más dispuestos que nunca a dejar que una fuerza o poder superior e indiscutible maneje sus vidas.

Nosotros los "viejos", a pesar de todo, creo que no tenemos la culpa. Nos hemos enfrentado a todos y cada uno de los abusos y pasos previos a este, a pesar de la desigualdad cada vez mayor en cuanto a fuerzas y capacidades. Hemos dejado héroes muertos a lo largo de la lucha, hemos visto las tergiversaciones más inmorales y las mentiras más infames, nos han derrotado con la táctica de la distracción. El enemigo está ganando; para algunos ya no queda duda de que ha ganado y está a punto de dar la estocada final a la humanidad.

A los viejos, con esta jugada maestra, nos quieren sacar de una vez y para siempre de en medio, quieren acabar con el poco respeto que se nos tenía; seguirá la distracción planetaria, seguirá el dominio de mentes y almas, con nosotros se va para siempre la generación de quienes supieron vivir (no todos) con simplicidad, sinceridad y respeto al mundo entero.

Pero no todo está dicho; de la caja de Pandora salieron todos los males y quedó solo la esperanza: Está por verse quién tendrá la última palabra.
Yo confío en los más jóvenes.
~

domingo, 12 de abril de 2020

Un padre escucha donde sea que esté


Padre e hijo siempre juntos


Tú Bien Sabes Hijo Mío

Llegué a una encrucijada
tras un largo recorrido,
algo había presentido
pero no sabía nada;

si era a izquierda o a derecha
que debía encaminarme;
ya no tenía a mi padre,
ya mi vida estaba hecha.

Y fue así que en el momento
de decisión imprevista
que tenía ante mi vista,
me invadía el desconcierto.

Dime... ¿qué harías, papá?
Pero él no me contesta,
en esta hora funesta
yo no sé por dónde está.

Dime... ¿qué harías, papá?
le pregunté nuevamente,
y entonces vino a mi mente
su voz desde el más allá.

"Tú bien sabes hijo mío
qué es lo que debes hacer,
acuérdate que al crecer
te fui mostrando el camino;

piensa ahora, ten buen tino,
yo te enseñé a ser valiente
además de ser decente
y a labrarte tu destino,

y si algo has aprendido
busca dentro de ti mismo,
y verás que allí persisto
porque yo jamás me he ido.

Busca en ti las enseñanzas,
los consejos, los ejemplos,
alumbra tu propio templo
con la luz de la esperanza;

sé alegre y no te rindas
ni le temas a la muerte,
bien sabes que hay que ser fuerte
y soportar las heridas;

todo tiene su final,
tú no te aferres a nada,
la tierra será abonada
con tu resto material;

no aguardes solo la dicha
así evitarás tormentos
y hasta en los tristes momentos
será menor tu desdicha;

nada esperes, si algo viene,
ya será alguna ganancia,
pero esfuérzate con ansia
que algo gana quien se atreve."
~
Gracias padre, te he escuchado,
ahora sé que debo hacer,
lo que tú me has hecho ver
y que no estaba olvidado,

yo lo tenía guardado
dentro mío, y al hablarme,
por lo menos un instante,
en mí has resucitado.
~

domingo, 5 de abril de 2020

Hablando de muertes y pandemia


Una cara apacible de la pandemia, hay otras horrorosas.

No es fácil morir de viejo, aunque sí morir por viejo. No es lo mismo: morir de vejez es cosa cada vez más rara, pero morir de complicaciones o enfermedades que no resiste un cuerpo añoso es otra cosa, y eso sí es común y a la vez motivo de angustia, como estamos comprobando estos días de coronavirus y pandemia: se mueren de neumonía o fibrosis pulmonar los más viejos, pero no se mueren de viejos sino que se mueren por viejos.
Si no se entendió, ya ni para qué me esfuerzo en explicar. Pero esa es la idea.

Para morir nacimos, esa es la única certeza que tenemos, viene como parte indisoluble del contrato de la vida. No hay una sin la otra, y como cada vez nacen más personas, es lógico que tengan que morir más. Sin embargo eso no quita que le tengamos respeto y temor a la muerte -o así debería ser si no se trata de criminales asesinos que desgraciadamente hay muchos- y siempre nos afecta su manifestación, más aún la propia y la de seres queridos o cercanos.  

Si la muerte es omnipresente en nuestra existencia ¿por qué entonces estas muertes nos impresionan más? Creo adivinar el motivo, además de lo inesperado y rápido de su manifestación, es porque son muertes adicionales a las ya previstas, son muertes supernumerarias, no contábamos con ellas y nos vienen a sacudir con su implacable avance. 

Es por eso, pues aunque nos perecen excesivos los muertos causados por el Covid-19 (ya van en este momento más de 68,000 según dicen las estadísticas) no parecerían tantos si fueran esperados, como lo demuestran otras estadísticas no menos importantes; veamos:

- 9 millones de personas mueren anualmente en el mundo por hambre: 24.000 al día.

7.000 bebés mueren diariamente antes de cumplir un mes.

50.000 mujeres y niñas mata la violencia de género: 137 al día

10 millones mueren por causa de tabaco y alcohol: 27.000 al día

2.800.000 mueren por accidentes laborales y enfermedades profesionales: 7.600 por día.

800.000 personas se suicidan cada año: 2.200 por día.

400.000 mueren por intoxicaciones alimentarias: 1.100 al día.

650.000 mueren de gripe común cada año: casi 1.800 diarias.

400.000 mueren de paludismo cada año: más de 1.000 cada día.

100.000 de cólera: más de 270 al día;

90.000 de sarampión: 245 diarios.

Según datos fiables de worlmeter info están muriendo 80,000 personas al día, incluidos los que se lleva la pandemia.
No es que me agrade hacer este recuento de números mortuorios ni que me regodee con este festival de muertes, pero es nuestra realidad hoy, y si la pongo en letras es principalmente por dos razones: para que quien pueda y quiera cuidarse, lo haga a conciencia para así superar esta etapa peligrosa de la vida, y para quienes están en riesgo insalvable, ya sea por cuestiones económicas, políticas o geográficas, sepan que no están solos, cada día los acompaña multitud de prójimos que quiero creer que de verdad pasan a mejor vida. Ojalá así sea.

No sé si sirva de consuelo o signifique un motivo más de preocupación, pero a pesar de tan abrumadores números, la población mundial sigue creciendo. Según se espera ya debería estar por estabilizarse.

Feliz domingo.
~