domingo, 30 de julio de 2017

Una Tarde con mi Nieto






- ¡Abuelo!

Es la voz de mi nieto que pronuncia esa palabra mágica: abuelo. Me hace sentir mejor, más de lo que era antes, casi un súper hombre... y pensar que al comienzo no soportaba la idea de ser llamado de esa manera; es que no es lo mismo que cualquiera te diga abuelo, a que lo haga tu nieto. Es otra cosa.

- ¡Abuelo, vamos a jugar con los incas y españoles!

Tengo un juego de ajedrez cuyas piezas representan a ambos bandos de la histórica lucha por la conquista del antiguo Perú, o del Imperio Incaico para ser más preciso.
Mi nieto tiene siete años, es muy inteligente y además ha estado recibiendo clases de ajedrez, esto último lo supe después del segundo Jaque Mate que me hizo en dos partidas consecutivas. Se supone que el abuelo debe ganar al nieto, menos mal que tiene un carácter amable y ligero que suaviza la derrota, además… pensé que su triunfo de alguna manera es también mío… si es mi nieto, pues, inteligente como su abuelo… no es necesario profundizar demasiado en el tema. Opté por reivindicarme logrando alguna hazaña digna de un verdadero abuelo. Cambiar de escenario se hacía imprescindible.

- Ahora vamos a hacer volar una cometa ¿Quieres?

- ¡Sí, vamos!

Le mostré la cometa que había hecho, la cual hubiera querido hacer con él pero esos días no vino a casa.

- ¡Qué cometa más extraña!

- ¿Te gusta?

La examinó, como probando su resistencia y propiedades aerodinámicas. Sus ojos brillaban de emoción y mi ego se hinchaba disputándole el espacio a la ternura que me llenaba el corazón… ¡cómo se pone uno con los nietos!... no se puede creer.

- Sí, me gusta – respondió con esa sinceridad que sólo los niños tienen.

En menos de diez minutos ya estábamos cerca del lago, junto al cual hay grandes espacios donde correr y elevar el barrilete de totora y papel hecho al viejo estilo, con papel de despacho y la cola de trapos amarrados. No éramos nosotros los únicos que teníamos una cometa – era agosto y el lugar estaba lleno de niños con cometas – aunque ninguna comparable a la nuestra. Eran todas cometas de colores, la mayoría de plástico, coloridas, tal vez mejores en apariencia, compradas en cualquier esquina por un precio razonable, lo adivino; pero la gracia de esta actividad no está sólo en hacer volar la cometa sino en construirla uno mismo, y mi nieto estaba feliz, por lo menos en tamaño no cabía duda que ganábamos, tenía casi un metro de alto. Verme a mí entre niños y señoras me parecía un extraño fenómeno antropológico digno de un estudio más detallado.

- Abuelo... nuestra cometa es extraña...

- ¿Rústica?

- ¿Qué es rústica?

- Algo así como primitiva... hecha con materiales simples.

- Si... es rústica. Me gusta.

Ya se habían juntado como veinte personas alrededor, chicos y no tan chicos, atraídos por el raro aspecto de nuestra cometa. Mi nieto la sostuvo como le indiqué pero en pocos segundos mi fabricación de totora se puso a cabecear, enloquecida por el viento; temí que se estrellara contra el suelo y se rompiera antes de poder elevarla. Felizmente logramos atraparla.

- Le falta cola – dictaminé sabihondo, mientras sacaba más trapos de los bolsillos de mi casaca.

Todos miraban atentos, era una novedad no vista antes por ese público infantil. Anudé unos trapos más a la cola y repetimos la operación de despegue. Mi nietecito, emocionado, participaba, y yo con el alma en suspenso rogaba que todo saliera como tenía que ser.
Al fin la cometa despegó airosa, fue un éxito, tanto más meritorio porque en los últimos treinta años no hacía ni volaba una cometa. Él sujetaba el cordel con bastante destreza, ayudado por mí de vez en cuando, y hasta permitimos a algunos niños darse el gusto de tenerla por unos momentos, mientras la diminuta forma del barrilete se dibujaba cada vez más pequeña contra el cielo azul. Se veía oscura y lejana. Causaba asombro en los niños.
La concentración de los pequeños en cualquier asunto no dura mucho, cuando la novedad de la cometa pasó a segundo plano y mientras yo me encargaba de mantenerla elevada, tirando o soltando el hilo según las condiciones lo requerían, mi nieto se alejó, un poco distraído, pero siempre dentro de mi campo visual, por supuesto, de lo contrario su padre no lo vuelve a dejar solo conmigo.
En eso andábamos, él explorando y yo manejando el hilo, cuando lo vi venir rápidamente hacia mí. Traía algo en la mano.

- Abuelo, mira…

Me alcanzó una billetera negra que yo tomé en seguida y me dispuse a bajar la cometa para examinarla con atención. No se veía a nadie que pudiera ser el dueño, algún hombre buscándola, nada… Una vez recogida la cometa nos dirigimos a mi automóvil estacionado allí cerca; no quería revisar la billetera en espacio abierto, quién sabe por qué, es mejor ser precavido, no sea que alguien estuviera observando y viniera a reclamar lo que no era suyo. La billetera estaba muy cargada, se notaba voluminosa y apenas si cerraba.
Me llevé una sorpresa al abrirla. Con cierto alivio vi que contenía sólo papelitos y cartulinas con dibujos… nada de dinero ni identificación alguna, mi nieto observaba y al notar mi desconcierto me la pidió para verla. Se la di y él procedió a examinarla.

- Es de algún niño – aseguró con certeza.

- ¡Claro! ¡Cómo no lo pensé antes!

- Tiene dibujos de Cars y varios transformers de…

Enumeraba nombres de objetos y personajes para mí desconocidos, pero con una emoción que me hizo preguntarle si le parecía que el contenido era valioso.

- ¡Sí! ¡Mucho!

- ¿Qué hacemos?

- Vamos a buscar al niño.

- Pero no sabemos cuál es… ¿crees que podrás hallarlo?

- Sí… debe tener cara de perro castigado…

- ¿Perro castigado? ¿Por qué?

- Porque perdió sus dibujos, pues… me aclaró como si se tratara de algo obvio.

Supuse que su comparación se basaría en alguna asociación de ideas bastante particular, pero me interesaba más ver qué táctica usaría mi nieto para hallar al dueño.
Había cambiado el objetivo, ya no buscábamos un hombre sino un niño; por el tipo de billetera y su contenido habíamos descartado que se tratara de una niña. Salimos del auto, el pequeño detective trataba de hallar al propietario.
Iba de niño en niño observando sus rostros, sin mayor disimulo. Algunas madres – que era lo que más se veía aparte de los niños – nos miraban intrigadas, mientras yo, con mi mejor cara de abuelo, saludaba sonriente.
Bajo un árbol estaban sentados algunos niños, sentados es un decir porque eran tan inquietos que por momentos se levantaban, se echaban, se movían adoptando formas que ya quisiera yo para una sesión de yoga.
Claramente se burlaban de uno de ellos y lo llamaban mentiroso.

- ¡Star Ranger X Uno nadie tiene! - algo así alcancé a descifrar.

Mientras centraba mi atención en los chicuelos me distraje un poco de mi nieto, entonces vi sumarse un niño más al grupo, que con aplomo y seguridad se dirigió a todos.

- ¡Si lo tiene! - Dijo el recién llegado mientras le alcanzaba alguna cosa al niño que era blanco de los reclamos.

Me acomodé los anteojos… era mi nieto que había encontrado al dueño de la billetera: un niño más o menos de su misma edad, de quien acertadamente se podría decir que tenía una expresión muy triste, digamos que de... ¿perro castigado? - Creo que sí - pero ya el rostro se le había iluminado de alegría al ver el objeto que daba por perdido. Esperé unos instantes, observando cómo los niños se relacionan de manera natural y espontánea, con una facilidad que asombra y que nos hace sentir orgullosos de nuestra condición de gente, de seres humanos. El mundo sería mucho mejor si no perdiéramos la empatía con los demás, el poder sentir lo que siente el otro, identificarse con las penas y las alegrías ajenas. Como los niños. Depende bastante de nosotros preservarles esas cualidades.
Regresamos a casa, mi nieto estaba satisfecho por el éxito en su búsqueda y yo admirado de la simple e inocente grandeza que puede caber en un niño.

FIN

domingo, 23 de julio de 2017

Eso que tienen en la cabeza

Trabajo de Investigación.
Mirándolo


Estaba mirándolos, como cualquier otro día; en esa especie de pasatiempo despreocupado en que ingresa uno casi sin darse cuenta.
Pasó uno, se detuvo un instante y pude hacer alguna ligera observación: parecía medio caído, casi como colgado... pero por lo demás estaba bastante bien, digamos que si se terminaba de caer no faltarían voluntarios para volverlo a levantar. Muy pequeño inconveniente; nada que no se pudiera solucionar con un buen par de tacones altos y alguna prenda que sostenga y apriete donde corresponde; cosas que inventaron los hombres para mejorar el aspecto de las mujeres y que al final, cual filme de suspense, terminó volviéndose contra sus creadores para torturarlos con ese nada inocente producto surgido de tales artilugios. El que la hace la paga, y en este caso la pagan hasta quienes no la hicieron, o sea que desde esa lógica, es mejor hacerlo que dejarlo de hacer, porque al final la culpa y la penitencia serán las mismas, por lo tanto, lqqd (lo que queda demostrado) es que hacer siempre será mejor que no hacer... entonces ¡Abajo los pusilánimes!

- Hay quienes sin ser pusilánimes también quieren estar abajo.

- Si, pero a pesar que hablamos de lo mismo, se trata de cosas diferentes; si usted no lo entiende, lo entenderán los lectores del blog, que a estas alturas ya están más que capacitados para hacerlo.

Luego pasó otro... ese si no tenía nada de qué reclamar. Era perfecto. Y en esta materia la perfección nada tiene que ver con la utilidad, menos aún con la función. Es arte puro. Es aquí donde la ética, la estética y hasta la colaboración sintética se funden armoniosamente logrando forma, volumen y movimientos extraordinarios.
Siempre quise escribir un tratado sobre eso, pero cada vez que lo intento me veo interrumpido por su magnífica presencia, que en este caso, en lugar de servir de inspiración, te quita la poca o mucha que tenías y te deja en un estado de ánimo perplejo y desolado, como huérfano de redondez; porque siempre se van, nunca vienen; se mueven siempre hacia lontananza, en un constante alejamiento; como las galaxias, que se distancian perpetuamente del centro o punto de mira, sea éste cual fuere.
¿Cuál es el centro? - El centro soy yo, eres tú, es él, ellos, vosotros y los otros... todo macho que camina o que se sienta, que se apoya o que se acuesta; cada cual es el centro de su propio universo conteniendo esos elementos que en constante fuga, van dejando tras de si una estela de angustia, congoja y emociones varias que todos conocemos y/o sentimos alguna vez. Eso siempre y cuando su poder de atracción no nos arrastre tras alguno o algunos de ellos sacándonos de nuestra correspondiente órbita para transformarnos en desordenados meteoros, errantes cometas o predecibles y monótonos planetas. Dejemos la astronomía y volvamos al asunto que nos ocupa y nos preocupa, porque si seguimos mirando hacia arriba nos vamos a perder los mejores ejemplares que continúan desfilando, sin prisa y sin pausa. Hay que estar atentos, señores, que esta investigación es trabajo serio.
Y otro más... no dejan de pasar ¡cómo abundan! también éste se aleja, porque ese es su destino, por algo está detrás y no adelante, y el mundo está lleno de ellos; a no ser que vivas en el Tíbet donde según cuenta la leyenda, van completamente cubiertos con superpuestas, gruesas y holgadas vestimentas que ni adivinar permiten la forma o la ubicación del mismo, ya sea propio o ajeno. Es que allí hace más frío que en Huancavelica... qué digo Huancavelica, allí todavía se aprecian, será en Cerro de Pasco...

- No señor, yo he visto uno allá, cerca del campamento minero, y estaba no solo bueno y apetecible, sino que...

- Bueno, bueno, le creo... esta página no es para morbosidades, contrólese, oiga usted.

O sea que es universal como la vida misma. A estas alturas no habrá nadie que no sepa de qué estamos hablando, o escribiendo, y aprovecho para llamar la atención sobre un hecho comprobable: no lo he mencionado... entonces ¿qué tienen ustedes en la cabeza? Éso, qué más pues.




No lo dije


No recurro a alegorías
ni a cosas disfrazadas.
y tal cual lo suponía
está bajo la frazada.

Si no lo adivina usted,
será el único perdido,
porque todos lo han sabido
desde que esto comencé.

Díganme qué tanto miran
si son todos parecidos;
algunos van más ceñidos
y por eso los admiran,

pero si alguno va flojo
debajo de aireado lienzo,
será cierto lo que pienso,
igual les provoca antojo.

¡Pero qué barbaridad!
como sea que transite,
ya lo ven como un invite
a tenerlo en soledad.

Es que media humanidad
se pasa pendiente de eso,
y tiene perdido el seso
en esa sinuosidad,

mientras la otra mitad
que sabe bien lo que tiene,
de mostrarlo no se abstiene;
no hay decoro ni piedad.

Tamaña protuberancia
los llena de confusión,
la examinan de un tirón
y sienten que ya es ganancia.
~

domingo, 16 de julio de 2017

La otra viuda

Cuento ingenuamente inverosímil


Capilla ardiente



El muerto yacía en la capilla ardiente. Enormes cirios rodeaban su fastuoso ataúd con impresionantes adornos dorados entre los que sobresalía el escudo familiar. No cabía duda, había sido un hombre poderoso y rico, y como todos (a menos que se invente algo)  debía marcharse de este mundo sin llevar nada. Dejaba una enorme fortuna.
Veamos a los deudos.
Una mujer mayor, aparentemente la ex-esposa, y unos cuantos hombres y mujeres de mediana edad; los hijos. Ninguno llora, se ven más enojados que tristes y si miran hacia donde está el difunto es por causa de una joven de riguroso luto que llora desconsoladamente, aunque con circunspección y recato, muy cerca del féretro. Lo toca y casi lo acaricia con ambas manos. Las lágrimas corren por sus mejillas constantemente, casi no se oye el llanto; a veces suspira y continúa otra vez su doloroso ritual.
Cada una de las lágrimas de esa mujer tiene un desagradable efecto entre los otros familiares del muerto. La odian. Cada gota que resbala por su rostro alimenta más aún el rencor y la amargura que habita en en ellos desde hace cinco años.
La ex esposa recuerda con amargura el trámite del divorcio. Consiguió todo lo que quiso de ese hombre al que quizás alguna vez amó; no recordaba mucho esos tiempos pasados; recordaba lo más reciente: el desorden de su vida y la de sus hijos; la fácil dilapidación de lo recibido... lo cual cancelaba todos los futuros reclamos a los que podría tener derecho. Los hijos estaban en parecida situación... adelánteme la herencia, viejo; había sido la frase más oída por el difunto de parte de ellos, de todos. No se podía hacer ninguna excepción.
Qué velorio más triste era este para toda la familia, y encima sin una herencia que compense tanto dolor, todo por culpa de esa desgraciada que apareció al final de su vida para embaucarlo, para aprovecharse del viejo estúpido... seguro finge el llanto... qué actriz de mala muerte es la maldita prostituta que nos jodió la vida; pero es que el viejo era un idiota, siempre lo fue ¡Qué serpiente astuta! ahora se hace a la muy sufrida la hija de puta; estará feliz... si es ella la que se va a quedar con todo... y lo sabe; maldita la hora en que se apareció por mi vida, o por la vida del pobre imbécil de mi marido, claro, es mi marido, esta zorra muerta de hambre me lo quitó, por qué serán tan imbéciles los hombres, y de viejos se ponen todavía más estúpidos... ¡Cómo no se daba cuenta que esta arpía hija de mil putas solo estaba con él por su dinero, nada más esperando su muerte! seguro tiene un macho escondido por allí, no se lo pude descubrir para joderla pero tiene que haber otro hombre... ¡Dios mío, no permitas que esta ramera se salga con la suya... Dios mío...! lo consiguió... no hay duda... ojalá se muera la maldita antes de disfrutar de un solo centavo del estúpido de mi marido... la odio, lo odio... ¡Que se pudra en el infierno!
La joven viuda abrazó el ataúd; una parte, claro, porque el cajón era enorme; luego se arrodilló y casi besando el piso dejó que sus largos cabellos oscuros se esparcieran un momento sobre el piso. Al levantarse se secó las lágrimas una vez más y ante la mirada atónita y expectante de todos los presentes, se dirigió rectamente hacia la ex mujer y los hijos del que fuera su marido; todos sabían que ella era la última esposa y única heredera. Caminó con paso firme, la cabeza erguida, sus bellos ojos todavía húmedos tenían una mirada de natural nobleza y superioridad sin vestigio de soberbia. Extrajo un sobre de su cartera y se lo extendió a esa que la miraba con odio. Titubeó la mujer madura, insistió la joven y al fin aquella recibió el sobre. La joven se marchó en silencio. Una calma pesada como un plomo cayó sobre el recinto.
El sobre le quemaba las manos a la señora, no pudo contener la curiosidad y lo abrió allí mismo con mal disimulada urgencia: contenía un documento por el cual la legítima esposa y heredera universal del difunto, le cedía totalmente los derechos a la herencia.
No sabemos si la beneficiaria sintió, además de la codiciosa alegría, algún asomo de vergüenza. Tal vez no... eso ya no se usa, solía decir la susodicha en sus charlas entre amigas.
~

domingo, 9 de julio de 2017

¿Eras tú, Perencejo?


Muppets


 ¡Qué pasó, compadre! No eras tú y por tu culpa me metí en un lío de gran flauta. Te vi venir, eras tú, pensé, porque no puede haber otro individuo con ese aspecto de perro castigado, y claro, me acerqué a saludarte.

- ¡Hola Perencejo! No estás tan mal, te veo bastante recuperado...

- Oiga usted, creo que se equivoca...

- ¡¡¡Ja ja ja!!! ¡Perencejo, como siempre pendejo!

Eras tú Perencejo, esa cara de rata triste no la puede tener otro individuo en este planeta, pero nadie te conoce como yo, cuando se te da por bromear eres único; y ese día andabas con una vieja esperpéntica que no sé dónde sacaste, no pude evitar un comentario, sobre todo cuando el espantajo con botas me dijo, insolente:

- Ya le dijo que se equivoca ¡Deje de molestar!

- La que molesta es usted, caballera - le espeté, y dirigiéndome a ti, Perencejo, festejé mi ocurrencia - ¡Caballera! Ja ja ja ... Perencejo ¿De dónde sacaste esta cosa?

- No le permito...

- ¡Igualito qué antes! ¡ Perencejo, eres inmortal! ¡Ídolo!

Tanto tiempo sin verte, no sabía que habías practicado karate, tae kuon do, o catchascán; pero esa combinación de patada y sopapo que me diste, me desorientó; no sabía lo que hacía cuando te metí el dedo... discúlpame compadre, acá tengo tu ojo de vidrio y quiero devolvértelo cuanto antes porque me está mirando muy feo.
No puede ser, Perencejo, que te aparezcas así como si nada, encarnado en cualquier  tipo que pasa por la calle; en este caso era dentro de un restaurante y me quieren cobrar los platos rotos, esos que terminé rompiendo en tu cabeza, entre broma y broma... ¡cómo te pusiste de furioso! esa faceta de tu personalidad no la conocía.

Bueno, mi todavía estimado amigo, deja de joder metiéndote en el cuerpo de otros, no seas abusivo y la próxima vez por lo menos ponte guantes de boxeo, porque tienes las manos muy duras.

Ah, Perencejo... aunque te escondas en otros tipos siempre serás tú; y hablando de eso, cada vez hay más imitadores tuyos... o será que de viejos todos terminamos pareciéndonos unos a otros ¡No jodas Perencejo, yo no quiero parecerme a ti, ni de vainas!



¡Eras tú, Perencejo!



Perencejo, amigo viejo,
no sé de dónde venías,
pero esa que traías
parecía un queso añejo;

aunque sé que te gustaban
el nabo y los encurtidos
me sorprendió verte altivo
con lo que te acompañaba;

los goznes ya te sonaban
y todo te traqueteaba
¡pero lo que me admiraba
era cómo te jactabas!

- Ya le hice la faena -
comunicaste orgulloso,
prefiero quedar dudoso:
Hay verdades que dan pena.
~

domingo, 2 de julio de 2017

Mundo de mierda

Lamento hecho poema o poema lamentable

Mejor no pongo imagen


Hace solo unas semanas que proclamaba ¡Qué mundo tan lindo! pero quien lo haya leído seguramente percibió la ironía que encerraba esa exclamación. Mencionaba, entre otras cosas, las guerras y la destrucción del planeta mientras el ser humano, en su generalidad, miraba para otro lado.

- ¡No generalice, oiga usted!

- Esta vez generalizo, y hasta me quedo corto.

Pues no faltaba más, cómo no voy a generalizar si como Diógenes, busco un hombre honesto y no lo encuentro. No hay uno solo que salve por lo menos la dignidad de la especie.

- ¿Cómo que no? Alguno habrá...

- Dele poder y riqueza y verá en qué se transforma.

O sea, que perdida la fe en la humanidad, uno sigue viviendo a duras penas... pero qué triste es mirar al prójimo y ver en él solamente al hijo de la gran puta que te va a joder en cuanto se presente la ocasión. No puedo vivir así, por lo tanto, aunque con la fe perdida mantengo la esperanza de estar equivocado... porque vivir en un mundo como el descrito en este párrafo se me hace imposible.

- ¿Y no se contradice usted mismo?

- Claro, pero aquí entra usted y afianza mi posición.

O sea que hemos llegado, o por lo menos llegué yo, al punto de que hay que engañarse a uno mismo para ver algo bueno en el prójimo; y en uno mismo, porque también uno es gente, con toda la carga positiva y negativa que eso implica. Gente, gente de este mundo, de este mundo...  de...



Este mundo de mierda


En este mundo de mierda,
y lo digo sin apuro
porque de ello estoy seguro,
no hay nada que no se pierda;
se pierde la juventud
y se agota la riqueza,
se nos pela la cabeza
y sucumbe la virtud;

llegan a su fin las vetas
evaluadas en millones,
quedan solo socavones
con sus destrozos y grietas;
la ambición no queda quieta
y aunque parezca acabar
en otros va a germinar
cuando a un sujeto revienta.

La belleza se termina,
la alegría y la salud
no van en el ataúd
donde entra solo la ruina
de lo que alguna vez fuimos;
aunque abunden los cuidados
acabamos malogrados
y al final... pues nos jodimos.

Ya decía Calderón
valiéndose de metáforas
que la vida es una estafa,
y hay que ser bobalicón,
y a la vez medio fulero,
de discutirle al sujeto,
quien aparte de estar muerto,
lo que dijo es cierto y neto.

Mejor con nadie me meto
y no se metan conmigo,
que para perder amigos
no se escriben los cuartetos.
Así de emoción repleto
simples verdades formulo,  
que comprenderán calculo
tal y como lo interpreto.
~