domingo, 9 de junio de 2019

Rascuacho soy y no me compadezcas



La justicia atada, de nada sirve

Rascuacho soy y no me compadezcas; esas palabras me vinieron a la mente después de intentar entablar un diálogo con un individuo al que prefiero no describir porque eso limitaría la imaginación y es que pueden ser muchos los personajes que se adapten a lo que voy a contar, y aunque en este caso se trata de un hombre, también podría tratarse de una mujer o hasta de algún representante de las variedades genéricas tan de moda.
Tampoco puedo asegurar si fue un sueño o lo viví realmente, pero eso, para el mensaje enviado (digamos que embutido) en este texto, importa muy poco.

Con alguna ironía yo había trastocado el título de Cholo soy y no me compadezcas, canción que alguna vez fue símbolo y bandera de la lucha anti discriminación en el Perú, pero que como a todo lo demás, algunos terminaron encontrándole el pelo en la sopa y les quedó chica, o hasta la canción misma fue considerada por esos extremistas del purismo como una aceptación de la discriminación que denunciaba. Si hasta al pato Donald lo acusaron de homosexual por el simple hecho de no casarse y ser un buen tío, qué querían, que se desenrolle todo un culebrón con matrimonio del pato y la novia (que sí tenía), que aparezcan los padres de los tres patitos y que los manden a la escuela, que crezcan, que trabajen, que paguen sus impuestos... ¡no joroben! se trataba de una historieta de un tío soltero con sus sobrinos ¿era eso pecaminoso? No - pero sí traía mensajes de orden económico y político que dejo para otra oportunidad.
Muchas cosas les podemos atribuir, tanto al pato como al sujeto de esta historia, pero eso de ser homosexuales, al menos al pato, no; al otro quien sabe.
Poco me importa el pato, pero el sujeto que luego se auto denominó rascuacho, ese sí me preocupa.

Habrá sido un lapsus hocicus, un sincericidio, o tal vez un afloramiento espontáneo de su verdadera esencia y/o auto-percepción, pero el rascuacho vestía un elegante traje de corte Armani, una fina camisa en combinación de color y textura, unos gemelos de oro, anteojos oscuros y calzados tan llamativos que casi descomponían el conjunto, pero sin lograrlo, porque eran unas primorosas piezas de cuero que al fin no podía negarse que estaban al nivel de toda la indumentaria. Si tenemos en cuenta el medio en que se desarrollaba la acción, podemos decir con justicia que el mentado (y muy mentado) era un huachafo, y también que tanto lujo y elegancia resultaban ofensivamente discordantes en nuestro humilde y sencillo medio de país subdesarrollado, con niños que mueren de hambre y frío después de haber intentado superarse en escuelas sin piso y hasta sin techo y sin paredes; con trabajadores de salario mínimo o mínimo salario; con amas de casa que no saben cómo hacer para que unas escasas monedas alcancen para comparar algo cocinable y comible. Este país de combis asesinas, motochoros y mototaxis; este país de zonas arqueológicas invadidas por sin techos; este país donde la minería legal nos roba y contamina mucho más que la ilegal; este país del cebiche para millonarios, del Machu Picchu chileno, de la pesca raptada, de la agricultura arrasada, de las universidades-cacoempresariales, en fin... este país que como escarnio luce y exhibe su "Cristo de lo robado" sin que nadie se suicide de vergüenza aunque alguno se haya suicidado (tal vez) por soberbia; en fin, este país del sálvese quien pueda, del robo de hoy para desgracia del hoy y del mañana.

La lista de carencias y vergüenzas sería abundante y casi infinita, mencioné solo algunos aspectos como al azar, para que se entienda mejor lo que quiero decir acerca del vergonzoso contraste entre ese sujeto y la realidad circundante.

- Ya entendí y ya me cansó también, abunda mucho oiga usted...

- Pues será una de las pocas cosas que abundan, mi sufrido lector.

No sé si por impaciente o por exhibicionista, el rascuacho miraba de rato en rato su tremendo y escandaloso Rolex Daytona de sesenta mil dólares.
Entre el traje, los anteojos Ray ban, la camisa, la corbata con prendedor, los gemelos de oro, la correa y los calzados, el tipo llevaba encima más de setenta mil dólares, los cuales sumados al reloj llegaban por lo menos a los ciento treinta mil dólares, sin contar el celular, la pulsera, lo que podía tener en la billetera, la ropa interior y lo que se había comido antes de salir.
Quise hablarle, a pesar del paso apurado del sujeto pude alcanzarlo pero se me quiso escurrir.

- Tenemos reunión, estoy sobre la hora... no puedo hablar.

- Pero usted se debe al pueblo, caballero, una sola pregunta quiero hacerle.

- Bueno, diga...

- ¿Cómo es que con un sueldo y remuneraciones de nueve mil dólares puede usted llevar puestos encima más de ciento treinta mil? ¿Es muy ahorrativo? ¿Le ayuda su mamá? ¿Se sacó tres loterías seguidas?

Claro que no me contestó (me miró con cara de culo) ¡qué me iba a contestar! si hay preguntas que no tienen respuesta, al menos no tienen una respuesta que no sea directamente un reconocimiento de los delitos que se les conocen en parte pero que nadie puede hacer nada para acusarlos mientras se protejan entre ellos, y mientras el levantamiento de esa protección dependa justamente de ellos mismos. Y eso que no estoy mencionando la parte más gorda e importante del desfalco que son sus propiedades, empresas y cuentas desparramadas por allí, solo me estoy refiriendo a lo que muestran y ostentan directamente.

Demoró un poco en cruzar la calle, y allí, nervioso por mi callada presencia y como tratando de minimizar lo escandaloso de su aspecto, ensayó una especie de risueña camaradería con intención de justificarse:

- Cómo exagera oiga usted... yo soy un hombre humilde, un hijo del pueblo... un rascuacho más... je je je...

Me daban ganas de hacerlo anticucho, pero además de no tener cómo, un guardaespaldas que parecía un ropero se interpuso entre mi persona y el lujoso bulto con el que hablaba, acabando así la conversación. Es un absurdo esa inmunidad auto-otorgada. Estamos ante un caso en que los propios delincuentes tienen la potestad de decidir si quieren ser investigados o no, si quieren ser imputados o no... rascuachos son... y no los compadezcas porque encima se dan el lujo de cagarse de risa en nuestras propias narices.



Al rascuacho

Primera parte: Presentación

Rascuacho por dentro
lujoso por fuera,
que cosa grosera
con la que me encuentro.

Con soberbia ciega
nos meten el cuento,
sin ningún talento
él y sus colegas.

Cara de cemento,
confundes, alegas,
haces el intento,

al fin te aborregas,
roedor hambriento
y todo lo niegas.


Segunda parte: Ejecución

Ven ente asqueroso,
infame mutante,
ya me puse guantes
¡ven que te destrozo!

Con fuerzas distantes
de niños, de mozos,
de ancianos ruinosos,
madres suplicantes.

No soy yo, jueputa,
el que te maltrata
y te da cicuta,

es el pueblo entero
que ya no te aguanta,
infame ratero.
~

1 comentario:

  1. Ah Ricardo, tú sabes lo que dijo Nicomedes Santa cruz sobre el elegante del que hablas, que ya se quien es:

    No me den cholo que mande,
    no me den blanco sin plata,
    no me den negro elegante,
    ni mujer hermosa ... beata.

    En esos versos iniciales de una decima, describe la sociedad peruana con todas sus faltas, entre ellas la peor, la ignorancia, tal como tu elegante.

    En cuanto a Machupicchu, es más peruano que el pisco, porque los incas lo hicieron primero,pero extranjeros con más visión y más dib¿nero, le están sacando provecho a las ruinas, que lastima que la gente de dinero no tenga iniciativa o quiera guardar su plata en paraísos fiscales, tal vez por temor a tener otro Velasco por ahí, Dios nos libre.

    Fernando Atala Schaefer
    DNI 08804201

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