domingo, 16 de diciembre de 2018

La jarjacha


La jarjacha


Levantó ligeramente la cabeza y me miró con ojos amarillentos y vidriosos, mientras se limpiaba la boca con el dorso de la... ¿mano?. Un olor inconfundible me azotó el rostro: el animal o persona que tenía delante mío estaba comiendo excrementos.

Había llegado hasta ese bosquecillo acompañado por un muchacho como de unos dieciocho años que trabajaba en la casa hacienda en la que me había alojado. Estaba allí a solicitud de un amigo de la infancia quien aún sin habernos visto desde esos años, me había pedido que acompañara a un posible comprador de la casa y de lo que había quedado de la enorme extensión que su padre poseyera antes de la reforma agraria. Me ofrecía una suma importante si se realizaba la transacción, además de los gastos que pudiera generar el trámite. Pero no son esos detalles lo que quiero contar ahora.
La antigua casona estaba en un paraje serrano de los Andes centrales, un poco hacia el sur; un pueblo cercano de nombre quechua que he olvidado era la última avanzada de la civilización, desde allí se tenía que seguir a pié o a caballo, y a mí me parecía más bien que ese pueblo era la última defensa de la naturaleza virgen contra eso que llamé - por costumbre - civilización, porque el pueblo, de manera encantadora, tenía mucho más de rural que de urbano.
Todo empezó cuando este amigo, en una cortés y amistosa carta por correo electrónico; como ya dije no nos veíamos desde chicos; me confiaba el asunto mencionado. Mi amigo, lo llamaré Esteban para no tener que usar su verdadero nombre, radicaba hacía mucho tiempo en Europa donde supongo que sus variadas ocupaciones no le dejaban mayor tiempo para viajar hasta ese lejano rincón donde alguna vez vivió, soñó y absorbió lo que quedó en su esencia. Entre las instrucciones para la venta y los recuerdos de nuestra infancia, surgieron algunas palabras que me hacían gracia, que me recordaban esos tiempos felices, y que a veces hasta había usado como jocoso insulto, como jugando; eran "jarjacha" y "acatanja".
De la acatanja te puedes burlar, pero ten cuidado con la jarjacha, me había advertido una vez y yo lo tomé como una broma, pero más adelante, ya ni recuerdo por qué, volvió a insistir en ello con esa seriedad que le era tan propia.

- Cuando vayas a la hacienda no se te ocurra hablar de jarjachas, te lo pido en serio.

- Está bien - respondí sin ninguna objeción, porque no era la jarjacha algo de lo que necesitara hablar. Simplemente lo registré como dato secundario aunque dispuesto a cumplirlo; porque Esteban, que sabía mucho más que yo de esas cosas, tendría razones valederas para tal recomendación. Por otra parte, él siempre se refería al sitio como "la hacienda".

Lo que había sido un roce casual con esa extraña palabra picó luego mi curiosidad: ni sabía bien lo que era, solo su sonido áspero y a la vez gracioso me había quedado en la memoria, y cierta noción de que se trataba de alguna monstruosidad de la mitología indígena; para mí más cómica que terrorífica; por lo que acudí a la web para actualizar mi conocimiento respecto a ese vocablo. Encontré lo siguiente:

"Jarjacha o Qarqacha, animal mitológico andino de variada descripción, puede ser una llama de dos o tres cabezas o un ser mitad hombre y mitad llama. Causa terror con su grito de Qar, qar, qar, de donde proviene su nombre y son personas castigadas por Dios debido a sus actos incestuosos. Es peligroso y difícil de matar o atrapar, pues para eso se requiere de un grupo de al menos siete hombres." También podría tratarse de un cura abusador de la inocencia de algunos fieles, en todo caso, tiene que ver con actos sexuales no permitidos por los usos y costumbres. Más datos aquí.

Para ahorrar mayores detalles, voy directo al día de mi llegada al pueblo con el señor Green, un caballero inglés que no tenía ni idea de que su comportamiento era un constante refuerzo de su apellido: era un viejo verde, de verdad, y además tenía una gracia que nunca supe de dónde la sacó, porque para mí un inglés tenía que ser aguado y sin mucho encanto... como los huevos a la inglesa, más o menos. Este era más bien pícaro y bromista.
Lázaro, el encargado de la casa, no nos esperaba, lo cual me pareció una falta de consideración porque todas las recomendaciones de Esteban se basaban en mi encuentro con este señor que simplemente no se dignó ir a recibirnos. Envió en su lugar - supongo que fue él quien lo hizo - a un mozo llamado Julián, quien se mostraba atento y servicial en todo, menos cuando lo interrogaba por don Lázaro: entonces se ponía nervioso y cambiaba de tema sin criterio ni disimulo alguno. Algo raro había en eso. Tal vez está borracho el hombre, pensé, y por eso envió al muchacho. Tampoco conseguí sacar nada en claro de cuál era la relación entre ellos, si acaso eran parientes.

Como no estábamos acostumbrados a cabalgar, se nos proveyeron dos mulas mansas que seguían tranquilamente al nervioso caballo que montaba Julián; el contraste era notorio, pero aun así Mr. Green y yo nos sentíamos como intrépidos aventureros que desafiaban con sus monturas a los imponentes Andes.

Los oblicuos rayos del astro rey, presagiando el tardío ocaso del verano,  cubrían de oro refulgente las tranquilas hojas de los árboles, quietas ante la ausencia de la fresca brisa que suele llegar de los altos picos, que aunque lejanos, con ella envían el inconfundible mensaje de su presencia; las aves, que empezaban a regresar a sus arbóreos refugios, nos hacían pensar... a dónde fueron, por qué se alejan así del acogedor nido; y las rojizas nubes de esa dorada tarde, adornaban el cielo con acuarelas surrealistas que al verlas, no solo con los ojos sino con la sensibilidad olvidada del alma adormecida...

- ¡Oiga, qué le pasa, ese palabreo no es su estilo!

- ¡Hasta que se dio cuenta..! bueno, sigamos.

En poco más de media hora nos acercamos a la vieja casa; lo que pude notar es que al gringo le encantó lo que vio. Techos medio descuidados, pisos de madera gastada, algún refuerzo de toscas piedras asegurando alguna parte de la estructura; le parecían maravillas de la rusticidad y la originalidad, y se notaba que estaba dispuesto a pagar una buena suma para hacerse dueño de ese rincón silvestre. Pensaba convertirlo en un hotel o centro de reposo para gente como él: tenía los contactos para hacerlo y el optimismo se le salía por los poros.
El aire de la sierra lo energizaba y ya sus ojos vivaces andaban buscando algo más cuando apareció una mujer de mediada edad, sin mayores atributos que destacar, pero cuya presencia tuvo un efecto electrizante en mi compañero de viaje.

- Buenes terdes, seniorita... - le escuché saludar, haciendo una graciosa reverencia con el sombrero.

Era Domitila, hermana de Lázaro - siendo soltera bien podía ser llamada señorita, aunque por la edad ya no tanto - quien secándose las manos en un limpio delantal blanco se acercaba nerviosa a recibirnos. Se esmeraba en ser amable con nosotros y al principio parecía no entender el efecto que causaba en el verde Green, más tarde se dio cuenta y pude notar que aunque le causó gran sorpresa no le era nada desagradable aquella novedosa situación. Menos mal, no quería que se malograra el negocio por alguna honra ofendida. Domitila estaba radiante, eran tal para cual, pensé, y solo pareció incomodarse cuando le pregunté por su hermano. Él no está, no importa, dijo y siguió hablando de cualquier cosa.
Nos llevó, aún alumbrados por la luz de la tarde, a mostrarnos la casa y alrededores; yo recordaba los tiempos de infancia que pasé en esos espacios con Esteban, las travesuras, la desbocada imaginación que nos hacía ver cosas que posiblemente no existían... la jarjacha vino a mi memoria, ese espantajo que usaba la servidumbre para que el "niño Esteban" y su amigo no se alejaran de la casa por las noches. Igual nos escabullíamos a cualquier hora y no sé distinguir muy bien en mis recuerdos lo que era real de lo soñado.

Después de la cena -carne de monte y papas deliciosamente asadas en horno de leña- Mr. Green insistió en que Domitila nos acompañara en el salón de la casa; entre muebles antiguos y con carácter imponente, parecíamos un trío insignificante. El visitante principal hacía todo tipo de preguntas y las respuesta que a mí me parecían las más riesgosas en cuanto al buen fin del negocio, a él parecían satisfacerlo y hasta aumentar el deseo de comprar la casa y los alrededores. Indagó sobre la extensión, los documentos, las fuentes de agua, los tipos de vegetación, si había sembrados y cuáles, y cosas por el estilo, sin perder la oportunidad de demostrar su pasable manejo del castellano. Le complacía entender muy bien la diferencia entre ser y estar, y hacía gala de eso además de coquetear con Domitila que tenía unas reacciones que yo no lograba entender del todo. Me daba la sensación de ser algo así como una mujer liberada pero con algún oscuro secreto encima. Algo en ella me perturbaba de manera diferente a lo que pasaba con Mr. Green, algo así como una... no sé, como no desear estar a solas con ella; lo atribuí a mi imaginación, estoy inventando... imaginando cosas, me dije a mi mismo.

Las urgencias del señor Green se dividían entre comprar la propiedad y seducir a Domitila, lo cual hizo que pasáramos algunos días (y noches, claro) en la casona. Él cada vez más pegado a la mujer y yo cada vez más solo pero no aburrido, porque me dediqué a explorar los alrededores, de esa manera dejaba sola a la pareja para que si surgía algo, fuera lo más pronto para poder regresar a la ciudad y cerrar el trato. Julián me seguía a todas partes, no sabía si me cuidaba o me vigilaba, pero su compañía era agradable y también necesaria, así que no indagué mucho acerca del porqué de su constante presencia a mi lado. Por alguna rémora de la infancia yo prefería las tardes y dejaba que la noche me encontrara en el campo, cerca o lejos de la casa, mientras Julián parecía no gustar de esos atrasos. Por esa caprichosa característica heredada de Adán, yo iba con más ganas a los lugares donde el mozo trataba de evitar que fuera.
El segundo día de mis paseos encontré unas huellas raras, no sé si de llama, de venado... de llama no son dijo el muchacho... el inquieto Julián se explayaba en ciertas cosas y rehuía otras, sobre todo en lo que yo comencé a interesarme: el animal que parecía rondar por allí.
La siguiente noche, ya acostado en la habitación de la casa, sentí ruidos extraños en alguna parte de la casa, luego carreras, resoplidos... pensé primero que Mr. Green estaba consiguiendo algo con Domitila, pero los ruidos continuaron fuera y se alejaron hacia una cercana arboleda. Yo tranqué bien mi habitación por dentro, apoyando una silla contra la puerta, y a pesar del turbio suceso dormí muy profundamente, estaba tan cansado que no tardé en soñar. Mi sueño fue raro, soñé que escuchaba gritos en el bosque o cerca de la casa, y que esos gritos sonaban como ¡jaaar! ¡jaar! ¡jar!
Lo olvidé al despertar; solo más tarde. antes de ponerse el sol, recordé lo soñado con algo de temor cuando vi que Julián se ponía pálido y no sabía cómo hacer para alejarme del paraje al que me internaba. Me detuvo su miedo más que el mío propio y quedé parado bajo la oscura sombra de un enorme y viejo árbol de tronco rugoso, grueso y con deformaciones extrañas... parece una película de terror... me burlé de mí mismo, y entonces fue que vi al raro animal comiendo excrementos.

En una pose extraña, entre acobardado y amenazante, el animal me miró. Era como una llama arrodillada que torcía el cuello para verme sin levantarse del suelo, sus patas delanteras podrían ser confundidas con toscas manos, el cabello lanudo casi le cubría el rostro pero sus ojos amarillentos y húmedos, como de vidrio sucio, se distinguían con toda claridad.

- ¡Jaaar! ¡jaar! ¡jar! gruñó o lloró, no estoy seguro, y entonces retrocedí espantado, sobre todo porque no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de entendimiento con esa bestia me turbaba; sentí que Julián me guiaba hacia atrás y luego de unos pasos me hizo girar para seguir caminando dejando a nuestras espaldas al inmundo ser que no se movió de su lugar, no nos siguió. Apestaba a llama, a lana sucia mojada y a caca.

- Ya lo has visto, señor - dijo Julián - nunca antes se dejaba ver.

Allí fue que al esquivo joven se le desató la lengua y me contó que eso que habíamos visto, porque él también lo vio, era una jarjacha, y no solo eso... se le tiene que buscar entre siete hombres para poder atraparla, porque si son menos no pueden con su fuerza, que qué raro que se dejara ver, que qué raro que no nos atacó, que era un animal muy malo, que era... que le parecía conocido, que era... que era... 

-  ¿Don Lázaro? - pregunté, sin dar crédito a mi propia voz.

Me miró horrorizado y empezó a musitar cosas como que Don Lázaro estaba de viaje, estaba... no sé, se enredaba en explicaciones. Regresé a la casa y encontré a Mr. Green más feliz que de costumbre. Me esperaba para cenar y no reparó en la palidez de mi rostro, estaba concentrado en sus asuntos.

- Mañana vamos a rregresar, quiero cerrar el tratou cuanto antes - dijo con su dejo inglés, y me extendió un documento escrito a mano: era un compromiso de venta - firmar por favor, no busquei mas compradoures.

No sé qué le habría dicho Esteban para animarlo a comprar, porque yo no buscaba a nadie más a quien vender la propiedad; de todas maneras le firmé el papel; y mientras él lo guardaba, dándose de muy canchero, me hizo una confidencia de viejo verde, a su manera. Guiñándome un ojo con picardía, dijo:

- Es de calzón flojou... y está muy buena.

Mr. Green sentía que en ese rincón perdido de los Andes podía dar rienda suelta a un machismo usualmente reprimido, se regodeaba en ello y me consideraba su cómplice y confidente; no me pareció tan mal después del empeño puesto en la acción, era tan gracioso el hombre que no imaginé que alguien pudiera ofenderse por sus palabras, ni siquiera la misma aludida, quien no sé si escuchó pero se le notaba como más... contenta. 
Al día siguiente partimos temprano, montando las mulas; la algarabía del viaje después del suculento desayuno me hacía dudar de lo que había pasado la noche anterior. Aún ahora que lo escribo, no estoy seguro si fue real, pero la prueba de que el negocio se hizo figura en mi cuenta bancaria de esa fecha.
A Esteban pareció no importarle demasiado la ausencia de Lázaro, porque no hizo ninguna observación cuando le comenté que no lo había visto ni una vez en el lugar. Fiel a la promesa hecha, no hablé nada de la jarjacha.
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4 comentarios:

  1. Ricardo, muy interesante tu cuento, eso creo, para los que hemos vivido en costa y sierra, en mi caso en forma intermitetnte con la costa hasta los 15 años de edad.

    He conocido una Hacienda justamente en los andes centrales, propiedad de una familia conocida, de la cual soy amigo de infancia de uno de ellos.

    En la Hacienda, que solo se habla quechua, porque los peones o "Pongos" y familiares son indígenas, con cuyos hijos de nuestra edad, entre 12 o 13 años jugabamos, y en las noches los hombres de mayor edad, tal vez frisando los 20 años nos contaban cuentos de fantasmasmas, que el quechua por ser más expresivo que el español, estos cuentos nos erizaban los pelos.


    En estos cuentos no faltaba el ccarccaria (En los departamentos de Huancavelica, Ayacucho y Abancay, la doble "c" suena como una "j" gutural, en todo caso se llamaría Jarjaria, que viene a ser el diablo), a este ser además de maligno se le asocia con el incesto, nunca oí de la Jarjacha, en todo caso te diré que la última parte de este nombre, "jacha", en quechua significa sucio, cochino, se proxima a tu fantasma.

    En cuanto al "Acatancca", si existe y lo he visto, y no viene a ser otro que el "Escarabajo Pelotero", que hace una pelota de estiercol y camina empujandola, porque se alimenta de ella, puedes buscar sobre este bicho en Internet.

    Su nombre deriva de dos voces quechuas, "Aca" que significa caca, y "Tancca", que significa empujar; para que veas que tambien conozco algo de quechua.

    Te deseo una feliz Navidad que hago extensiva a la familia, y que ésta te traiga inspiraciones tan buenas como las de ahora.

    Fernando Atala



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    1. Excelente complemento para mi sencillo cuento, también he oído de la jarjaria, recordaba más la jarjacha (que no sé si es lo mismo)y del acatanja que sí sabía que es el escarabajo. Ese sonido, como dices, es una jota más fuerte, como raspada. Modestamente, me satisface poder agradar a gente culta y enterada como tú. Gracias.

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  2. Yo dijo que si es cierto yo e escuchado ese sonido

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    1. De igual manera mi estimada. hace un año que escuche ese ruido extraño y petrificante, realmente es real a pesar que ya estamos por el 2021, hay personas que siguen cometiendo errores.

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