domingo, 23 de diciembre de 2018

¿Qué libro me recomiendas?

¿Cómo elegir un solo libro?


Hace unos días me sentí perdido ante la simple pregunta de un amigo. Él me ve como a un consumado lector, lo cual es una carga difícil de llevar y más aún de mantener, y esperaba; él, no yo, y lo aclaro porque en esto el lenguaje es impreciso: esperaba de mí una respuesta rápida y mágica. La pregunta era:

- ¿Qué libro me recomiendas?

Hay preguntas muy fáciles de hacer y muy difíciles de contestar, y esta es una de ellas. Pero, a diferencia de políticos deshonestos, sinvergüenzas públicos y afines, no me podía refugiar en un palabreo pseudo legal ni recurrir a la artimaña de "repítame la pregunta" para ganar tiempo, porque ese tiempo no sería suficiente. Tenía que contestar, y sobre el pucho, porque la conversación venía ligera y amena, al menos hasta ese fatídico instante en que me vi enfrentado a la disyuntiva de quedar mal parado yo, o dejar peor parado a mi amigo. No... tenía que haber una manera elegante de salir del paso, y yo la iba a encontrar. Tenté sondear, o sea que traté de averiguar qué lo impulsaba a preguntar, y recurrí a la defensa de contestar con otra pregunta.

- ¿Qué te gusta?

- No sé... lo dejo a tu criterio...

Huy carijo, o sea que le daba lo mismo el Leviatán de Hobbes que La caperucita roja. Merde... pensé... cómo es que este muchacho es amigo mío... ¡Colabora! - me gritó la voz de la conciencia - es un ser rescatable ¿no lo ves? se resiste a naufragar en la ignorancia iletrada, y tú, que te crees tan sabihondo ¿no le puedes recomendar ni siquiera un puto libro?
Hasta yo mismo estaba contra mi, no recuerdo que me haya pasado antes.

La Divina Comedia... No, aparte que no la va a leer toda, lo que lea le hará daño si se la zampa en ayunas.
El quijote... todos lo citan y nadie lo lee, que este pobre se dedique a eso sería un crimen.
García Márquez... Saramago... Hermann Hesse... no sé... son solo tres y ya son muchos, y además, cada uno tiene varios libros.
Ah, es peruano... que lea a Vargas Llosa, puede ser, aunque solo sea por cultura general... pero él recién va a empezar a vivir y yo, como Vargas Llosa, estamos de salida. Qué le digo...
La biblia... no se puede ser tan mierda comodín de recomendar eso como lectura inicial. Si precisamente no creo que el saber humano quepa (de caber, no de capar) en un libro único, no voy a recomendar a un neófito aquel libro que reclama serlo.
Pensé... tal vez J. K. Rowling... Dan Brown... E. L. James... No, mejor lo mato y listo.
No sé. ¡Un libro! Solo un libro entre todo lo que hay para leer, yo allí parado y el amigo mirándome extrañado ante mi falta de respuesta.

- Recomiéndale uno de los tuyos - me susurró una maliciosa vocecita interior.

- No jodas - respondí a la vocecita - eso sería trampa.

Lo volví a pensar ¿qué clase de persona resultaría alguien que se inicie en la lectura con lo que yo escribo? Solo pensar en esa remota posibilidad hizo que me diera miedo de escribir. Lo medité mejor: no existe ninguna probabilidad que eso ocurra, escribe tranquilo que a nadie vas a encontrar virgen de lecturas, por lo menos habrán leído a Condorito o algo del ratón Mickey. Tranquilo, sigue tu vida sin más remordimientos que los que deberías tener y no tienes.

En cuanto a que lea mi blog, soy como el serrano del cuento. Ni lo recomiendo ni no lo recomiendo, quien quiera leer que lea y quien no pues que no lea, total, de lectores y lecturas se ha escrito tanto que si no es aquí, mejores cosas podrán hallar en otra parte.

¿Y qué cuento es ese? ¿De qué serrano habla?

- Del que estaba estorbando el paso en una escalera, y cuando se le reclamó que suba, o que baje, pero que allí no se quede, dicen que respondió: Ni me subo, ni me bajo, ni aquí no me quedo. Más contreras no podía ser. Lo contaban mis tíos allá por los años cincuenta cuando se podía hablar tranquilo sin mucha vigilancia de lo políticamente correcto. Ahora somos más comportados, pero no sabes si al que cedes el asiento en el bus es hombre o mujer, o siquiera si es humano.

Volviendo al drama que nos ocupa; porque no es que me quiera escapar y salir por la tangente que además me resultó más peliaguda que el tema tratado; sin relatar lo sucedido.
Insistí:

- Pero... ¿quieres algo de literatura universal, o tal vez filosofía... una historia de aventuras... un romance...?

- ¡Uf! Ya no... deja nomás, si vas a empezar con eso...

¡Empezar con eso! Me lleva la grandísima... reC0n72@... ya se fastidió el principiante, y ahora va a ser mi culpa que se haya perdido una valiosa vocación de lector.

- ¡Espera, espera... toma! le dije, dejando las cosas en la mano de Dios le alcancé un libro que tenía cerca - estábamos en mi casa - empieza con este, si no te gusta te lo cambio, alcancé a decirle. 

- Gracias, dijo sin mucha emoción, y se despidió.

Mientras se iba, alcancé a ver qué libro era el que le había dado, no tanto yo sino la suerte, el azar, la casualidad. Lo que leí en la tapa me dejó perplejo: "Las aventuras de Inodoro Pereyra/3 ¡El renegau!" ¿Qué hacía esa reliquia del 81 sobre mi escritorio? Sospecho de las inquietas manos  de mi nieto...

¡Carajo! Ni en mil años podría yo haber encontrado algo más adecuado para el aprendiz de lector; no que se inicie con Hermann Hesse o con Sófocles, sino con el peculiar y casi olvidado Fontanarrosa - que además tiene la ventaja de los dibujos - gracias a mí o a la suerte; me parece excelente idea.
Espero que me lo devuelva, porque ya no presto libros... esta vez caí por atolondrado.

Inodoro Pereyra, el renegau -Fontanarrosa
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