domingo, 18 de diciembre de 2016

La Cómoda Edad del "No me Acuerdo"

O la jubilación deseada.


Digamos que antes de los cuarenta éso de hacerse el olvidadizo es de muy mal gusto, ya que puede considerarse como lo que es: una trampa, o como lo que no queda bien: una enfermedad degenerativa precoz. En ambos casos todos se alejarán rápidamente del susodicho o susodicha, lo cual puede ser una ventaja si lo que uno busca es apartarse del mundanal ruido, pero si no es ése el caso, guardemos esta comodidad para más adelante, cuando la nieve de los años blanquee lo que nos queda sobre la cabeza: el cabello. Por ejemplo, pasados los sesenta:

- Es sábado ¿No ibas a bañar al perro?

- ¿¡Qué!? ¿¡Tenemos perro!?

En este caso va bien la cara entre lelo y sorprendido, pero hay que ser muy profesional para llegar a convencer al interlocutor, porque de lo contrario no sólo no te creen sino que hasta corres el riesgo de ser descalificado completamente con un ya ... pasa, pasa..
Es recomendable hacerlo paulatinamente, hoy olvidamos algo, mañana confundimos las cosas, poco a poco, pero sin demostrar alegría ni satisfacción por ello, al contrario, no reconocer los errores es fundamental para convencer que es algo que escapa a nuestra voluntad.  

Hay un recurso alternativo: confundir los tiempos.

- ¿Cuándo vas a arreglar la cocina?

- Ya está, la reparó julián.

- Julián no vive aquí desde hace veinte años.

¿Qué ganamos con eso? - Casi nada, sólo un poco de tiempo, pero con esa actitud logramos que desconfíen de nuestra capacidad y prefieran que no metamos la mano en la cocina ni en ninguna otra parte, lo cual derivará, como lógica consecuencia, en que desde ese momento el jorobado será otro.

- ¿Y si no hay nadie más en la casa?

- Entonces, como dijo el sabio Aristóculo (el mañoso): No habent pacem sine compose a apparatus, o declarari jubilatus.

Y así, la estrategia es que entre olvidos y descuidos nos vamos haciendo tal fama que o nos dejan en paz, o se dedican a jorobarnos la vida constantemente... o declararnos jubilados y se acabó, en esa disyuntiva estoy, estudiando... estudiando la forma de colocarme por encima de esas minucias, como decía el discutible Nietzsche: más allá del bien y del mal. Dichoso seré si lo logro.

(Acabo de rebajarle cincuenta centavos a una cliente que se acercó a pagar, no le alcanzaban las monedas... pero a cambio me gané una visión en primer plano de la formidable delantera mientras la susodicha buscaba con qué pagar... ¡qué maravilla! me salió a veinticinco centavos cada una. ¡Una ganga! El trabajo tiene sus compensaciones).

Continuemos.

Veníamos estudiando la posibilidad de convertirse en una especie de bendecido que puede disponer de su tiempo a voluntad, la otra probabilidad es declararse jubilado y punto; nada de hazme ésto, cómprame lo otro, consígueme aquello, llévame a tal parte o anda a buscar a fulano. En lo de hazme esto podemos hacer alguna excepción según se trate de quién y qué cosa pida, ya se entiende, hay deberes de los que un caballero no se desliga jamás, mientras la vida nos de la posibilidad y la herramienta esté operativa. Para todo lo demás estaré jubilado, y ojo que jubilado viene de júbilo, que quiere decir eso mismo: alegría extrema que se manifiesta exteriormente. Yo para eso soy una fiera.
Vayamos entonces logrando paso a paso la dicha que necesitamos en estos años de madurez, antes que vengan los años de real descomposición y no tengamos ya incentivo ni razones para hacernos los locos, porque tal vez lo estemos de veras.
En pocas palabras: me jubilo por mi cuenta y riesgo, y encima, por si fuera poco, también me hago el distraído.

- ¿Y no va a trabajar más?

- Como hobby, puede ser, sólo para gozar de las sorpresas que nos da la vida.

  

 El jubilado



No me busques que no estoy,
estas viendo un holograma,
yo estoy metido en la cama
que hasta aquí llegué por hoy;

ya no toco ni un botón
y no salgo hasta mañana,
nadie me mueve de aquí,
imagínate que fui
a explorar el polo sur,
tal vez me perdí en un tour
o en el océano me hundí.

Yo que ya fui para ti
guardián, chofer, mayordomo,
te cociné el huachalomo
y hasta te arreglé el jardín
y en mil trabajos sin fin
alegre me rompí el lomo,
hasta que al fin con aplomo,
con elegancia y estilo
te anuncio que me jubilo.

Nunca más iré al mercado
ni al sastre ni a la modista,
tampoco a ver al dentista
aunque tenga pizza al lado,
como ves, me he jubilado.

Y aunque te cueste entender
ya sólo me vas a ver
feliz, libre y relajado,
festejarlo te propongo
con una cena y bailongo.

Acompáñame te pido
para poder contagiarte,
de nada vas a privarte
y verás que es divertido.
~

1 comentario:

  1. JA,JA,JA, ESTE ES EL RICARDO QUE CONOZCO, JOCOSO Y PÍCARO, SIN QUE ESTO NO QUIERA DECIR QUE CUANDO ESCRIBES EN SERIO TAMBIÉN LOGRAS TUOBJETIVO.

    ME GUSTA ESO DE HACERSE EL SONSO CON LA PREGUNTA ¿CÓMO, TENEMOS PERRO? ESO SE LLAMA OSTRA, Y EN CUANTO A LA REBAJA, ES UNA UTILIDAD, IMAGINATE A 25 CENTAVOS CADA UNA, MACANUDO.

    TU POEMA COMO TU PROSA FLUYEN LIBREMENTE SIN OBSTÁCULOS, TE ENVIDIO SANAMENTE, COMO QUISIERA EXPRRESAR ASÍ LO QUE SIENTO.

    FELICITACIONES RICARDO

    FERNANDO ATALA

    ResponderBorrar