viernes, 22 de mayo de 2015

PÁGINAS PROHIBIDAS: La Intrusa.



Un cuento hecho poema



Jorge Luis Borges - R. Kajatt / 89






Este poema está inspirado en un cuento de Jorge Luis Borges titulado La Intrusa, no soy crítico literario y tampoco Borges necesita de mi humilde reconocimiento, pero sí me permito recomendarlo a mis amigos y amigas para que lo lean, es una breve y excelente composición. Aquí la pueden encontrar.
Basándome en el contenido trágico del relato, escogí una estructura triste para acompañar la historia, son las coplas de pié quebrado llamadas también Coplas Manriqueñas, en recuerdo de Jorge Manrique, quien las empleó para las Coplas por la Muerte de su Padre. El ritmo, con una cadencia triste y fúnebre, me pareció apropiado para este intento. Poco faltó para que el poema me saliera más largo que el cuento... éso no me lo esperaba.  
Debo agradecer a una persona que me animó a reescribir algunas cosas que daba por perdidas, aquí está, y espero que cumpla con sus expectativas.




Fontanarrosa




La Intrusa

 

(Basado en el cuento del mismo nombre de J. L. Borges) 

Voy a reescribir la historia
acerca de dos hermanos
muy unidos,
algo quedó en mi memoria,
la que había escrito antaño
la he perdido;

aunque yo no fui testigo
de tan escabroso asunto,
lo comprendo,
es un cuento que he leído
y en estas lineas resumo
con mis versos;

pido permiso al autor
que cito con el respeto
que merece,
no creo hacerlo mejor,
la inspiración sin secreto
se agradece.

Es en su cuento La Intrusa
donde los hechos expone
y nos relata,
lo que me dicta mi musa
fueron de Jorge Luis Borges
las palabras.

Una trama que conmueve,
un desenlace que asombra,
impresionante;
es el siglo diecinueve
cuando acontece la historia
tan marcante,

nos cuenta de dos hermanos
que vivían solitarios,
muy unidos,
eran por fuerza ermitaños
compartiendo solidarios
su destino;

la vivienda era apartada
en el medio de unos campos
ubicada,
sólo una biblia gastada
y unos nombres anotados
la adornaba,

los muebles viejos y toscos
ninguna comodidad
les ofrecían;
los conocían por hoscos
entre la comunidad
donde vivían.

Eran esos hombres de antes,
ninguna debilidad
se permitían,
se mostraban desafiantes
y la sensibilidad
no conocían;

nada sabían de amores,
de galanteos ni nada,
si podían 
aplacaban sus ardores
cuando alguna innominada
conseguían,

eran los hermanos Nilsen
llamados Cristian y Eduardo,
conocidos
según comentan los chismes
por ser bastante avezados
y corridos;

si te peleabas con uno
tenías dos enemigos
de seguro,
eran fuertes y montunos
y no temían castigo
de ninguno,

solteros empedernidos,
que algo se les reclamara
no aceptaban,
por éso hubo sorprendidos
al ver que Cristian llevaba
una fulana.

Con una moza modesta
que se llamaba juliana,
se enredó,
su hermano no protestaba
ni miraba a la cristiana
que llegó.

Cristian era quien mandaba
por ser hermano mayor,
con reciedumbre,
Eduardo no se enfadaba
ni le tenía temor,
era costumbre;

Juliana a los dos servía
y cocinaba y limpiaba
muy callada,
la sangre de Eduardo hervía
y a veces ella pensaba
que la amaba.

Eduardo salió de viaje
sin explicar dónde iba,
varios días,
regresó con su equipaje
y una moza que traía
recogida,

le duró muy poco tiempo,
la devolvió a su lugar,
no la quería;
sus  temores se cumplieron
es que lo vino a turbar
cosa sombría,

se hizo más hosco y huraño,
ya con nada se calmaba,
daba pena;
de la mujer de su hermano
enamorádose estaba,
cosa obscena.

Cristian un día salió
- ahí te dejo a la Juliana
y agregó
dirigiéndose a su hermano
- si te dan ganas usala,
y se marchó...

entonces la compartieron
y así se hizo en adelante,
dividida,
no querían aceptarlo
mas la cosa era flagrante,
la querían.

Así vivieron un tiempo,
con la mujer que querían
compartida,
murmuraban en el pueblo
era noticia sabida,
conocida;

y empezaron a pelearse,
discutir por cualquier cosa
sin saberlo
que el motivo era celarse
por causa de la graciosa,
y esconderlo.

No se sabe a ciencia cierta
cómo es que a una solución
al  fin llegaron,
la llamaron a Juliana
y sin una explicación
los tres marcharon,

al cabo de un largo viaje
a un pueblo simple y vulgar
fue que llegaron,
sin faltarles el coraje
en un triste lupanar
la despacharon.

Cristian cobró unas monedas
que dividió con Eduardo
que aceptando
más aún de tal vileza
estaba participando,
y aprobando.

Mas ninguna solución
con esa venta tan bruta
habían hallado,
pues no faltó la ocasión
que por la casa de putas
se cruzaron,

es que seguían buscando
lo que con ella al meterse
habían probado,
así que fueron pensando
qué hacer para ya no verse
en ese estado.

La sacaron del lugar
para llevarla con ellos
a la casa,
mejor que en el lupanar
que les quedaba muy lejos
y que cansa;

con la Juliana de vuelta
volvió también la discordia
por los celos,
ambos querían tenerla
aun cayendo la honra
por los suelos.

Un domingo por la tarde
Cristian cargó en la carreta
un bulto raro,
pidió a Eduardo acompañarle
lo que hizo en forma discreta
y sin reparo;

tomaron por un desvío
mientras la noche llegaba,
junto a un claro
aquí está bien - dijo Cristian -
ayudame con la carga,
y la bajaron.

Hay que trabajar, hermano,
después vendrán los caranchos*
a ayudarnos,
yo la maté con mis manos,
es mejor si lo aceptamos
y olvidamos.

Volver a vivir solteros
sin odios y sin peleas
esperaban,
no sé si lo consiguieron,
si desecharon las penas
acalladas.

Se abrazaron casi en llanto
aunque los hombres no lloran,
enterrarla
devino en grande quebranto,
y otro lazo había ahora:
olvidarla.

(Se abrazaron casi en llanto
aunque llorar no podían,
enterrarla
devino en grande quebranto,
y un lazo más los unía:
olvidarla.)
~ o ~
Pintura gauchesca


* carancho

m. Ave falconiforme carroñera, de color pardo y cabeza blancuzca, que vive en Argentina:




2 comentarios:

  1. Ricardo, ya lo había leído, pero la melodía de tu verso hace el relato más vívido, te felicito, me ha gustado bastante.

    Fernando Atala

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