domingo, 19 de enero de 2014

ARTI CULO DOMINICAL: LA PATADA DE LA MULA

La patada de la mula”

EXAMEN DE LA OBRA DE MUCHER HUEBER

PARTE II

La patada de la mula”
(Su primera novela)
Con éste continuamos la serie de estudios e incursiones en temas varios que una vez más se llama articulo1 dominical porque sale en domingo, si sigue saliendo los domingos se seguirá llamando de la misma manera y si no, pues no. Aclarada tan importante cuestión entremos de lleno a lo que nos ocupa, “La patada de la mula”.
1No falta el acento, porque se trata de un Arti culo, algo artístico que te articula.

Debido al rotundo éxito de la crítica literaria que trataba sobre la última novela de este autor, “La sandalia del arador”, que publiqué en este blog el 10 de enero de este año (2014), muchos lectores, míos, no de Hueber, me han pedido que comente algo sobre su primer libro que data de 25 años atrás. Ése es el tiempo que transcurrió entre la primera y la segunda novela de Mucher Hueber, y no sabemos qué pudo haber hecho en un lapso tan prolongado. Que se sepa: nada.
Posiblemente estuvo haciendo honor al apellido: hueveando.
huevear
  1. intr. amer. vulg. Perder el tiempo y no hacer nada de provecho:
    ¡basta de huevear, buscaré un trabajo!
  2. amer. vulg. Hacer tonterías o decirlas:
    chico, no huevees, habla en serio.
Me costó bastante trabajo hallar un ejemplar de los 500 correspondientes a la primera edición del mencionado volumen, que si bien parecía haber tenido una cierta acogida en su momento, jamás vio la luz una segunda edición. Recorrí muchas librerías sin que nadie hubiera tenido noticia del autor o del libro, y lo mismo me pasaba en los lugares de venta de libros usados, me miraban con cara de quien trata de evitar que se le salga un flato y no me daban ninguna información al respecto. En la web... nada, lo único que encontré sobre Mucher Hueber fue su mención en... ¡mi propio blog! ¡Qué contratiempo! O sea que no es tan famoso, ni mucho menos, como nos hizo creer en esos tiempos de su supuesto apogeo.

    - ¿Pero no era que usted lo había inventado? ¿Cómo va a buscar un libro que no existe?

    - No sea inoportuno, oiga. Se supone que que existe aunque todos sepamos que es mentira... ¿entiende?

    - La verdad que no... no entiendo...

    - Es como... veamos... qué ejemplo le pongo, a ver... como las armas de Sadam Hussein, como el triunfo de G. W. Bush en Miami en la primera elección presidencial que ganó trampeando... como el pavo de plástico de la foto del mismo Bush con los marines... como la bomba atómica de los ayatolas iraníes... como ese billete de dólar que tiene usted en el bolsillo... ¿necesita más ejemplos?

¡Ya me amargué! ¡Todo es mentira! ¿Por qué no inventé un autor mejor que éste? Prometo que el próximo que invente sí será un escritor de éxito.
Verán, recorriendo el barrio de La Legua, encontré una caja de cartón en el departamento donde Hueber vivió sus últimos años, en un tercer piso de un viejo edificio de la calle Próceres del Monte 552, allá cerca de la avenida de la Reconquista. Allí, en el baño de servicio, al lado de la lavandería del viejo departamento, encontré, como les decía, una caja de cartón conteniendo 467 ejemplares de “La patada de la Mula”, 80 de ellos estaban autografiados por el autor, mi secretario se encargó de hacer esa contabilidad y me alcanzó uno para el presente estudio.

     - Pero si yo no conté nada, señor.

    - ¿Otra vez con tus impertinencias? ¡No jodas!

Por lo visto sólo faltaban 33 ejemplares de los 500 que componían el total... lo que no necesariamente significa que fueran vendidos, aunque en el mejor de los casos ése seria el número de los que llegaron al gran público, lo que tampoco quiere decir que se hayan leído... ¡por la gran flauta! ¡cuánto pesimismo trae consigo la estricta interpretación de la realidad! ¡qué arduo es el trayecto que debe recorrer una obra sólo para ser mirada... ni digamos que leída! Y de allí a ser reconocida como digna de leerse... ¡uf! ¡Pobre Hueber!
Así pues, con la suficiente dedicación, mi esfuerzo se vio recompensado y puse manos a la obra.
En su primer libro, que como ya sabemos se titula “La patada de la mula”, Hueber ya exhibe su proverbial ignorancia del campo y sus costumbres al confundir a los diferentes animales de la hacienda en que se ambienta el interesante argumento pero que su pluma logra hacer algo confuso. Nos desorienta mencionando vacas en jaula, gallinas en los árboles y hasta un supuesto cocodrilo descansando tranquilamente en la entrada de la casa. Además, con la finalidad de hacer más amena su narración, incluye comentarios que lo dejan a uno boquiabierto a causa de tamaña audacia para referirse a cosas de las que no tiene la más mínima idea, así, habla de sacar a pastar a las gallinas por la mañana, se asombra de los grandes platos en los que se sirve la comida caliente a los cerdos, especula sobre la posibilidad de un cruce entre un toro y una cabra y nos sorprende con una alucinante descripción del apareamiento de un caballo con su respectiva yegua, donde expresa su admiración por la resistencia de la cama y de su excelente madera sobre la que la pareja de equinos realiza el mencionado acto, que además adorna con posiciones asombrosas que ningún caballo, ni el mismo Hueber, podría realizar. Y al final saca a relucir el detalle de que... ¡las sábanas no quedan muy sucias ni maltratadas después de tan escandaloso espectáculo!

Descartando estos deslices secundarios, ningún trigo queda, pero alguna poca paja rescatable encontramos finalmente para este trabajo, y a ella nos abocamos ahora.
El escritor hace aquí un paralelismo, que de alguna manera se debe destacar, entre las patadas que da un animal y los disgustos que produce a su marido una mujer de carácter bastante explosivo y algunos socios o familiares que le tienen ojeriza; pero el principal animal del relato es un caballo, precisamente el astro porno-equino que nos presenta al comienzo, cuando hace la descripción de la hacienda, el idílico lugar en el que se desarrolla la trama; de esto el autor no deja ninguna duda: es un caballo, por lo que podemos deducir que la mula estaría representada principalmente por la inquieta mujer y en segundo término por los parientes y socios del protagonista. O sea que si Hueber no confunde al animal, se trata de otra muestra de su entonces conocida aversión por el bello sexo, llamando mula a una dama. Muestra aquí una misoginia que en la historia de “La sandalia...” no aparece por ningún lado, demostrando una incoherencia muy llamativa o tal vez una evolución que lo lleva a la excesiva tolerancia del comportamiento femenino. Hueber es hombre de extremos, las odia o las adora, pero no consigue mantenerse en un justo y equilibrado punto medio... se puede suponer que en esos años transcurridos entre una y otra novela sucedió alguna cosa que lo hizo cambiar tan drásticamente, del odio irrefrenable a la adoración ciega... ¡Qué le habrán hecho! ¡Qué barbaridad! ¡Qué clase de mujer se cruzó por su existencia dejándolo tan cambiado! ¡¿Qué sería lo que esa imaginaria dama sabría hacer tan bien?! Queda todo librado a la imaginación de cada uno, siendo la mía demasiado escandalosa para ponerla en letras de molde.

Estoy peor que Hueber yéndome por las ramas, decía que si había público para semejante libraco, sería una prueba que la cultura ya estaba en franco declive desde esos años de 1988 en que se publicó esta novela.
Aunque la historia es buena, parece quedarle grande a Mucher Hueber. Él podría alegar que yo no la hubiera escrito mejor, y hasta le puedo dar la razón... pero resulta que aquí el crítico soy yo y el autor es él, y cada cual a lo suyo: o mejora usted su estilo, don Mucher, o se aguanta la crítica, no hay otra. Y si ya está muerto, igual, porque ésos no son más que pretextos para no esforzarse en mejorar la calidad y el estilo... ¡si no lo sabremos los críticos!
Como decía, “La patada... “ tiene un argumento tan bueno que uno llega fácilmente a la conclusión de que no es de Hueber, porque no será la primera ni la última vez que los argumentos se consigan de cualquier manera, por las buenas o por las malas, de cualquier agente o recurso externo... lo que no tiene nada de malo. Lo malo es desperdiciarlo tan inútilmente como en este caso.

Trata la obra de un rico personaje que va recibiendo golpes bajos; figurados se entiende; y traiciones varias de distintos personajes que por una u otra razón hacen parte de su vida; lo extraño es que cada vez que alguien lo traiciona, lo engaña, lo estafa o se burla de él, algún accidente acontece con el pobre hombre como para rematar su desgracia, hasta que al final, ya maltrecho, recibe la última gran traición de la que fuera su esposa, que hasta pone contra él a sus propios hijos e incluso nietos, porque ya el pobre es abuelo, y es en esa oportunidad que le pasa por encima el veloz y enorme caballo, que para sorpresa de todos, no le llega a hacer ningún daño de consideración... y allí viene la revelación final de la novela, que la traición de la esposa, que sería la mentada patada de mula, ya no lo puede dañar porque debido a una serie de circunstancias, que son precisamente las que Hueber no maneja muy bien, el protagonista sale muy bien parado del pleito y recupera todo lo que se le quiso quitar, y por si fuera poco, se queda con la dulce y joven Anastasia que fue la única que se reveló como persona de bien y que lo siguió amando aún durante el tiempo en que se suponía que estaba en la más triste miseria. Al final sale ganando de lejos.

El problema del libro está en que esta historia, que es sumamente buena, interesante y hasta de alguna profundidad metafísica, se desarrolla entre ovejas de colores, caballos en la cama y gallinas en los árboles; todo con la más absoluta estupidez sobre todo porque no hacía falta tanta fanfarria para atraer al público, pues como dije, sólo con el argumento ya sería suficiente.
Lo anterior me hace pensar en la mayoría de las películas de ahora, las de Hollywood, que pueden ser peores que el libro de Muchen Hueber, en el sentido de que abusan de los efectos especiales, que serían como las ovejitas de colores, pero no tienen casi ninguna sustancia rescatable en su pobre argumento. A veces nada. Te salvaste, Hueber, siempre puede haber algo peor.
~ o ~

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