lunes, 1 de junio de 2020

Quevedo y Borges: Dos desconocidos.


Borges y Quevedo: Dos desconocidos
Borges y Quevedo: Dos desconocidos
Caricatura de Borges: marcokap.blogspot.com
Caricatura de Quevedo: Martin Elfman


Como cualquiera se dará cuenta, no es que no se conocieran entre ellos, pero si bien Don Francisco de Quevedo no pudo conocer a Borges porque éste nació siglos después de aquel; aquel, osea Quevedo sí fue conocido por Borges a través de su obra y su biografía. Lo que quiero señalar aquí es que tanto Don Francisco de Quevedo como Jorge Luis Borges eran y son dos desconocidos para el gran público, incluso para algunos que estarían obligados a saber algo más de ellos.

Borges, estimado autor que me acompañó mentalmente, intelectualmente, a veces hasta espiritualmente, mediante sus obras profusamente publicadas, parecía que me hablaba solo a mí a través de las páginas de esos libros que siempre llevaba conmigo a todas partes; porque esa es la magia de la lectura, de la escritura, que permite intimidades  y conversaciones que no siempre se pueden encontrar a disposición cuando uno así lo quiere - hasta podemos, como decía el genial Quevedo "escuchar con los ojos a los muertos." Aquí está ese soneto, para deleite de los amantes de  la literatura y la poesía:


Desde la torre

(Francisco de Quevedo)

    Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

    Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

    Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh, gran don Iosef!, docta la imprenta.

    En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquella el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.
  ~

Así es que uno, conocido por "Los Chistes de Quevedo" y el otro como el muy complejo autor que pocos eruditos comprenden, fueron y siguen siendo desconocidos precisamente por tener que cargar con esas adjetivaciones y etiquetas que les han endilgado los años de poca o nula lectura de sus obras.

Quevedo era, entre otras cualidades, gracioso, pero principalmente era serio, sesudo y filosófico, y no andaba por allí contando chistes verdes o colorados como algunos suponen; mientras que Borges, curioso, inventivo y multifacético, no es especialmente complejo, oscuro ni trágico como muchos suponen.

Borges, con su ameno lenguaje, sencillo sin caer en lo ordinario y a la vez erudito sin llegar a lo incomprensible para quien tenga una cultura digamos normal para el siglo XX (no es error, hablo del siglo XX), es uno de los autores, desde mi modesto entender, más incomprendidos y tergiversados de estos tiempos, que aunque ya nos dejó, son todavía sus tiempos... ¿hasta cuándo?  - No lo sé.

Incomprendido, porque sin leerlo se enorgullecen de él y de su obra, sobre todo los argentinos, porque Borges tenía esa nacionalidad y especialmente al principio de su obra escribió bastante sobre Argentina, sus personajes, sobre Buenos Aires y sus barrios y cosas así, tanto en prosa como en verso. También muchos otros latinoamericanos lo colocan sobre un pedestal supuestamente inalcanzable para cualquier simple mortal... ¡leer a Borges! es cosa seria, no es para cualquiera, y así por el estilo.

No me termina de sorprender esa nefasta suerte del prolífico escritor, y a la vez no deja de admirarme la surte mía que consistió en encontrarme con dos cuentos de Jorge Luis Borges antes de saber siquiera que ese nombre significaba algo tan grandioso, algo que tal vez un chico de diez o doce años no iba a poder entender.

Al contrario de Francisco de Quevedo, a quien tuve que buscar más tarde en las enciclopedias, a Borges me lo encontré de pura casualidad y si previo aviso. Lo recuerdo bien: era un librito de edición rústica, tamaño cuartilla, (aproximadamente un A5) que compré por escasas monedas a un vendedor callejero de libros usados que lo tenía entreverado entre muchos otros volúmenes en el frío suelo de la vereda de una calle del pueblo de la sierra peruana en que crecí - Huancayo, capital del entonces departamento de Junín. Era casi el único libro que podía comprar con la escasa fortuna que me quedaba de la propina recibida ese domingo... el título del libro me atrajo como un imán: "Antología de literatura fantástica" (Biblioteca del estudiante peruano, tomo X - Octubre 1958), y me lo llevé con la emoción de quien encuentra un tesoro tirado en la calle.

Había cuentos de autores peruanos y extranjeros, entre esos últimos estaba Borges, a quien no conocía, y figuraba con dos cuentos: La forma de la espada y Animales de los espejos, no hace falta decir que me gustaron y que me impresionaron lo suficiente como para dejar el nombre guardado en mi memoria por si acaso me volvía a encontrar con algún escrito de ese autor: Jorge Luis Borges... pasaron varios años antes que yo me enterara que había estado leyendo a un grande de la literatura, a un monstruo sagrado, a un complejo autor de inescrutables composiciones... menos mal... para mí era más humano, era el autor de dos cuentos que me gustaron,  lo había conocido antes de que su gran nombre y colosal prestigio me intimidaran, y así fue que llegué a conseguir, esa vez de primera mano y en una librería del aristocrático distrito de Miraflores, en Lima, los cuatro tomos de su "Prosa Completa". La poesía de Borges la empecé a leer después, cuando él, para mí, ya era un viejo conocido.

Recuerdo que por esos años había quienes murmuraban diciendo que yo llevaba esos libros en el asiento trasero de mi utilitario solo para hacer creer a quienes se asomaran a hurgar por las ventanillas, que yo leía a Borges... aún cuando los libros fueran de cualquier otro autor... a ese nivel llegaban quienes vivían para aparentar, porque a otra clase de gente jamás se le ocurriría siquiera pensar así. Escuché una vez decir a alguno, hablando de mí:

- ".. los lleva para que crean que lee novelas de Borges."

- Desde aquí le digo, al posiblemente ya occiso interlocutor, que Borges nunca escribió novelas.

Es así que Borges ha llegado a ser el autor menos leído y más comentado entre todos los escritores conocidos; no diré el más vendido ni el más comprado porque, aunque no tengo ni necesito los datos, estoy seguro que no lo es. Sin embargo, sí estoy muy seguro de que casi todos los que lo mencionan y dicen haberlo leído, no lo han hecho; y eso porque saben (o calculan) en su fuero interno que sus interlocutores tampoco lo han leído... y/o cuentan con que si alguno lo leyó no entendió... porque Borges tiene fama de ser muy complejo, y que cualquiera no lo entiende. Cosa más falsa no hay.

Borges escribió, entre otras cosas, bastantes cuentos, que si bien son de gran calidad y de ingeniosos y fantásticos (de fantasía) argumentos, no son difíciles de entender... tal vez haya por allí algún ensayo poco conocido que presente un grado de dificultad que esté por encima de lo fácilmente asimilable, pero, al menos en los cuatro tomos que tengo y que se titulan "Prosa Completa", no hay nada que una persona normal no pueda entender. Ya tratándose de la poesía puede ser diferente, como me dijo una vez un amigo de vasta cultura y con vena de escritor, que compartió conmigo muchas de sus páginas inmerecidamente inéditas; este amigo me confió que, debido al deterioro de sus facultades mentales por causa de cierto padecimiento nervioso, ya no era capaz de interpretar lo escrito en verso, pues debido a las exigencias de la rima y la métrica se suele invertir o alterar la posición de algunos elementos de la oración... pero él estaba enfermo... creo que para gente en su sano juicio leer a Borges, en prosa o en verso, no será más difícil que leer a cualquier otro, incluso me atrevería a decir que es más fácil, porque quien sabe escribir correctamente y usar el idioma con propiedad, siempre será más fácil entender.

Comenzamos esta página con un soneto de Francisco de Quevedo, cerrémosla con un soneto de Jorge Luis Borges.


El espejo

(Jorge Luis Borges)

¿Por qué persistes, incesante espejo?
¿Por qué duplicas, misterioso hermano,
el movimiento de mi mano?
¿Por qué en la sombra el súbito reflejo?

Eres el otro yo de que habla el griego
y acechas desde siempre. En la tersura
del agua incierta o del cristal que dura
me buscas y es inútil estar ciego.

El hecho de no verte y de saberte
te agrega horror, cosa de magia que osas
multiplicar la cifra de las cosas

que somos y que abarcan nuestra suerte.
Cuando esté muerto, copiarás a otro
y luego a otro, a otro, a otro, a otro…
~






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