domingo, 22 de septiembre de 2019

No estaba solo... había alguien más


Puerta a la eternidad

Estaba sentado solo en la habitación, abstraído en lo que estaba escribiendo, de espaldas al estante lleno de libros, algunos semi olvidados por la excesiva y desigual competencia no solo de los textos digitales sino de toda la enorme gama de lo que llamamos multimedia; de vez en cuando los miro, los  abro al azar en cualquier página y leo algunos párrafos que casi siempre consigo identificar con lo guardado en la memoria. Lo hago porque son amigos esperando... esperando qué, ya no estoy muy seguro, pues cuando yo no esté con ellos, difícilmente podrán mantenerse en el espacio que ahora es suyo y les pertenece... quién sabe qué será de ellos, porque yo, así como soy, no podría regalarlos o donarlos a alguna sospechosa biblioteca que ni lectores tiene. Como siempre, derivando en divagaciones, porque tengo tanto que no puedo decir que me entretengo y me refugio escribiendo lo que a pocos - o a nadie - importa.

Regreso al comienzo: me sabía solo en la habitación, pero sin embargo sentí claramente una presencia detrás de mí. No sé por qué no me asusté esta vez, ni quise salir atravesando las paredes como sucedió algunas veces en que fui sobresaltado por algún(a) bromista despiadado que no consideraba que me podía matar de un ataque al corazón. Algunas veces hasta vinieron disfrazados... vaya sadismo...

Como dije, no me asaltó el miedo sino la más pura y transparente curiosidad ¿Quién podría estar allí ¿Cómo había entrado sin hacer ningún ruido? Giré la silla movido por el deseo de ver respondidas las dos preguntas: quién y cómo, pero lo que vi, aunque respondió ambas al instante, abrió muchas interrogantes más.
Allí, sentado en una de las sillas de mi pequeño estudio, estaba NN, mi amigo muerto dos o tres años antes, y aunque yo no asistí a su funeral ni lo vi en estado cadavérico por encontrarme lejos del lugar de los acontecimientos, sabía como todo el mundo que estaba muerto hacía rato. (Lo llamo NN porque no quiero decir quién es, obviamente)

- Tres años - me dijo con voz tranquila pero algo cansada - ya son tres años que estoy muerto.

- ¿Y qué haces acá? - pregunté.

Sentí que esa o cualquier otra pregunta podría parecer estúpida, pero más estúpido me parecía quedarme callado; el amigo muerto estaba allí conmigo y ante la duda de abrazarlo o sacar un crucifijo por si acaso, para protegerme de quién sabe qué, opté por demostrar mi alegría de encontrarlo cuando ya no debía ser posible, al menos según las reglas que siempre pensamos que rigen esas cosas de la vida y de la muerte.

- Porque... ¿eres tú, NN?  o me equivoco, habla por favor que me pone nervioso tu extraña mirada  ¿Cómo has venido? ¿Por qué has venido? ¿A qué has venido?

Mi retórica no pareció impresionarlo demasiado.

- Tranquilo, amigo, desde esta posición puedo controlar tu estado de ánimo, tus reacciones; si quisiera matarte del susto podría hacerlo pero no es esa mi intención .

Se levantó y dándome la espalda, se puso a hurgar entre mis libros y algunos objetos que tengo entre ellos; miró algunas fotografías e hizo como que acomodaba mejor en su lugar un pequeño Buda de marfil. Creo que lo hacía más que nada para ganar tiempo, como si tres años muerto fueran poca cosa y no había para qué apresurarse. Entonces prosiguió:  

- ¿Recuerdas esa noche de diciembre de mil novecientos sesenta y tantos en que estábamos tratando de estudiar para los exámenes finales? Dijimos que quien muriera antes vendría a avisarle al otro qué hay más allá de la muerte...

Lo recordé claramente: como si estuviera viendo una película vi a dos muchachos, muy amigos, tratando de concentrarse en el estudio; con los libros y cuadernos abiertos sobre una mesa de gruesa madera; conversaban de cualquier cosa menos de los ángulos, cosenos y tangentes que perturbaban sus animosas vidas y que supuestamente eran el motivo de aquella sesión nocturna. Era cierto, nos habíamos prometido volver, entre broma y serio, con la simple solemnidad con que se pueden decir las cosas cuando se es joven y la muerte parece ser algo muy pero muy lejano. Me quedé asombrado... ¡estaba a un paso de saber el gran misterio! NN había vuelto para cumplir la palabra dada hacía más de cincuenta años. Sentí orgullo de haber tenido y seguir teniendo amigos así, porque si en algo se parecen los amigos, también podía sentirme orgulloso de mí mismo, lo necesitaba, sobre todo ahora que el inicio de la vejez se quiere meter en mi vida sin reparar en minucias como que tal vez no la esperaba todavía.

- Es eso o estar muerto - respondió NN a mis pensamientos... ¡porque también leía la mente el loco NN! - Y yo sé muy bien qué es peor... - agregó con esa media sonrisa que tantas veces le había visto cuando hablaba de cosas que nos llegaban al alma.

- Mi estimado y querido amigo... me emociona tanto que hayas venido a cumplir tu palabra... (no quería que NN se me fuera por las ramas) vamos, dime qué hay al otro lado... cuéntame...soy todo oídos.

Se me quedó mirando, ahora con un poco de pena, como si sintiera lástima por mí, por los dos, por lo que habíamos dicho o por lo que habíamos sido... se aclaró la sobrenatural garganta, se preparó para pronunciar la gran revelación que yo, solo por haber sido su amigo (que no es poco) estaba a punto de escuchar.

- No te puedo decir nada - dijo con total seriedad - está prohibido. Y también está prohibido explicar Quién o Qué lo prohíbe. Solo vine porque quise cumplir contigo... y porque mi sola presencia ya te dice muchas cosas.

Desapareció guiñando un ojo, como cuando compartíamos alguna gracia o algún secreto en esos días de colegio. Se fue el loco NN, se fue otra vez.

Pero como bien dijo: Su sola presencia ya dice muchas cosas.



Volver a vernos

(Soneto estupefacto)

¿Será posible vernos nuevamente
acabada la vida y sus afanes,
encontrarnos sin citas, horas, planes,
de manera del todo diferente?

Yo no sé si es que amigos y parientes,
junto a curas, rabinos y hasta imanes;
por qué no entre brujos y chamanes:
nos reciban alegres y sonrientes.

Sabe Dios, porque yo que no sé nada,
de esas cosas me siento muy lejano
aunque sé que me acerco a la llegada.

Y pienso aquí, en el terrestre plano,
si ante la eternidad tan ignorada,
con este pobre soneto, algo me gano.
~

Ya ven... ni en el paso final se debería perder el buen humor... ¡ah quien pudiera!

2 comentarios:

  1. Ricardo, posiblemente ha sido un sueño a veces soñamos con parientes o amigos que ya no están acá, soñandolos no hay susto, pero consciente, talvez, depende de cada quien.
    En tu caso no te creo, así me pongas una pistola en la cabeza, que no acudirías a una cruz para auyentar tu vision, porque tú eres ateo, como me lo has dicho en varias oportunidades, ¿o el temor te está volviendo creyente?, de ser así me alegraría mucho.

    Fernando Atala Schaefer

    ResponderBorrar