domingo, 7 de abril de 2019

Diez justos salvarían Sodoma y no los hubo.

¿Tendremos diez justos para salvar el Congreso?
Advertencia: Hay palabrotas.


Destrucción de Sodoma y Gomorra, ojalá se repita... pero más acá.

Hay en el Congreso de la República del Perú ciento treinta legisladores electos de manera más o menos aleatoria porque los electores no siempre son conscientes de la persona precisa que están colocando allí con su voto, votan generalmente por el partido y la lista que este propone y que ha sido elaborada en base a acomodos internos muchas veces inconfesables porque conllevan negociados y componendas imposibles de ventilar en público.

Sin embargo, y aunque hay una gran cantidad de delincuentes protegidos ahora por sus fueros, ni el mismo diablo podría evitar que haya entre ellos unos cuantos hombres decentes que de verdad estén allí para luchar por el pueblo y por la patria, seguro que los hay y es justamente eso lo que me apena al tener que escribir lo que sigue, pero... qué hacer, si hasta Dios, que más bueno que Él dicen que no hay, castigó con muerte violenta a dos ciudades pobladas por pecaminosos sin perdón - casi tan malos como nuestros malos congresistas - yo, minúsculo organismo viviente, pequeño trozo de barro apenas amasado, conjunto de células que tratan de aprehender alguna partícula de conocimiento, no podría ser más ni mejor que Él, solo de pensarlo se me arruga hasta el orgánulo de la última célula disponible.

Es así que Dios castigó de la peor manera a Sodoma y Gomorra, ciudades malditas si las hay (pero tal vez no tanto como la institución a la que me refiero en estas líneas) porque no encontró diez justos, diez personas decentes que hicieran posible el perdón de los demás; y acá, en lo que estamos tratando ¿será que hay diez justos que me impidan publicar el opúsculo siguiente? 

Dúdolo. Que es lo mismo que decir "Lo dudo", pero en una sola palabra.

Es más, las ratas miserables que arruinan el destino de millones de mis paisanos, los delincuentes, sean hombres o mujeres, criminales de lesa humanidad, vende patrias, maldecidos miles de veces por sufrientes ciudadanos empobrecidos, están ocupando los cargos más importantes y visibles de esa casa dizque legislativa pero que en realidad solo se ocupa en ver de qué manera esquilmar al indefenso idiota que es el Estado y cubrirse las espaldas unos a otros.

Encima, y para mayor escarnio ¡nos sacan en cara lo poco que ganan! llevándose, sin contar muertos y heridos, diez veces más de lo que recibe cualquier trabajador que se desloma ocho o más horas sin ningún miramiento ni privilegio.
Hemos llegado al extremo de tener que oír, nada menos que de la segunda autoridad del ejecutivo - que también es congresista para mayor comprensión del drama - que si les pagamos poco nos van a robar más ¡Para qué los queremos entonces!

¡Dios mío! ¡Esta nueva Sodoma te llama a gritos! ¿Dónde estás? ¿Dónde tu furia y tu justicia? Es porque parece que no hay Dios que estos desalmados hacen lo que les da la gana sin temor ni remordimientos.

En lugar de destrucción y muerte, de mi parte solo recibirán estas palabras, nacidas de la perplejidad y la impotencia pero que algún efecto harán al engrosar el cúmulo de testimonios que los cubren ya de escandalosa vergüenza y que los pone en el nivel más bajo al que ha llegado nuestra política desde que nació la patria.

Y no es solo el Congreso - aunque es el que tiene la peor imagen de todos - son los tres poderes que deberían velar por la gente pero que solo piensan, cada uno, en salvar su propio y pútrido pellejo, y están todos en similar situación: no hay diez justos que los rediman. Me permito un desahogo en doce cuartetos de arte menor, que aunque mayor es mi enojo, estos hijos de la guayaba no se merecen más que eso. 

- ¿Más que qué?

- No se merecen más que arte menor, eso.

En realidad, me gustaría cargar tres camiones con dinamita y meterlos donde corresponde - al buen entendedor le queda claro - y que se revienten en pedazos que lleguen a la estratosfera para que ni siquiera tengan un lugar de reposo en esta santa tierra desgraciada por sus malditos actos.

- ¿Qué bárbaro! Lo pueden meter preso por apología de la violencia, o del terrorismo que es lo que está de moda.

- Que vayan a terruquear a la pqlp, que ya me tienen podrido a mí y a treinta millones más.

Quisiera que mi pluma o mi teclado fueran más potentes y expresivos, quisiera poder rimar toda la mierda del mundo y tirársela por las caras de culo a tantos rateros come-echados que destrozan mi país. Qué clase de escritor ha de ser uno que consiga algo con su prosa y con sus versos, que logre exaltar las conciencias a los honestos y retorcer las tripas a los deshonestos, que con palabras logre lo que no se pudo lograr hasta ahora. Claro que no soy yo, esto no es nada, es simplemente mi grano de arena, mi minúsculo testimonio de una época de infamia, de deshonor, de vergüenza inaudita que nos toca vivir de cerca.
¡Hágase la luz, hágase la justicia o hágase lo que quiera que se haga, pero que se haga algo!



Podrido entre tanta mierda

(Con el perdón de la mierda)


El presidente encacado
es poco lo que ha de hacer,
para acabar de joder
sus ministros a amarrado;

el Congreso es el peor
de casi docientos años,
lleno de ratas, marranos,
es de la patria el tumor;

el Judicial, calladito,
pues se sabe impresentable,
de moral inaceptable,
muere el justo en su circuito.

¡Mas que maldición es esa
la que destroza a mi gente,
la que profunda se siente,
áspera, pesada y gruesa!
(!)

Las entrañas nos revienta,
la moral nos pisotea,
la bilis se nos chorrea,
y la honra nos afrenta.

¡Basta ya! ¡Carajo! ¡Mierda!
Que es poco ante tanta ofensa,
si ya perdimos la cuenta,
si nadie más ya se acuerda

de sus tantas fechorías,
que en tropel se nos enciman,
y a montones nos lastiman
invitando a la anarquía.

No hay salida por las buenas,
no hay qué esperar de la ley
que está atada como un buey
y cargada de cadenas;

solo el pueblo enfurecido
podrá librar su destino,
una vez erró el camino
por eso mucho ha sufrido.

Saben tanto estos malditos
que nos tienen desunidos,
con aspavientos y ruidos,
pleitos, migración y mitos;

más cuanto peor: mejor,
no se puede estirar tanto
el sufrimiento, el quebranto,
la injusticia y el dolor;

debe estar cercano el día
en que el pueblo diga basta
a esta cúpula nefasta,
y acabe la hipocresía.
~

1 comentario:

  1. Tanto el comentario en prosa como los versos cuidadosamente hilvanados, describen claramente el estado y composición (¿o descomposición) del Estado Peruano actual. No es grosero quien emplea las palabras adecuadas para describir a alguien o alguna situación; además existen calificativos que no pueden reemplazarse con palabras que no sean altisonantes, pese a que las personas que se las merecen sean peor que la descripción (como citas en parte de tu comentario "con perdón de la mie......".
    Gracias Ricardo por compartir tus comentarios sobre temas que nos interesan a todas las personas que nacimos en este hermoso pero maldecido país.

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