domingo, 10 de junio de 2018

Pobre sapo


Luna - Acuarela


Sapo de la noche, sapo cancionero... una zamba que cantaban Los Chalchaleros y otros más; yo tuve la suerte de escucharla primero en vivo y en mi propia casa cuando la cantaron unos amigos con guitarras y todo, eran buenos músicos. Para ser más preciso, eran amigos de mi hermano, lo que los hacía amigos de toda la familia. Alguno ya pasó a mejor vida, otros están tal vez aún en este valle de risas pero no los tengo cerca. 
Esta canción tiene una letra tan bella que es un poema de amor, de amor imposible pero también incondicional y aparte de eso, transmite una nobleza de espíritu difícil de encontrar en este mundo y por eso mismo más valiosa y conmovedora. Y es precisamente un sapo, uno de los animales más feos que podemos imaginar, quien es poseedor de tales virtudes, de tal sensibilidad y desprendimiento.
Puede oírse aquí.

Es una metáfora, por supuesto; el sapo somos nosotros mismos, o por lo menos aquellos que sienten y llevan en el alma esas cualidades de poder soñar, de creer en el amor verdadero que no pide nada, que solo ver que la persona amada brilla de alegría basta para llenarnos de gozo y satisfacción. 
A la luna no le importa el sapo ni nosotros.

La fealdad exterior -si la hubiera - se olvida y desaparece cuando la nobleza de sentimientos nos hace mirar a las personas de otra manera. Sin embargo, una persona joven puede ser hermosa aun siendo mala, porque la fealdad interior todavía no ha llegado a marcar el exterior y así puede engañar a muchos durante algún tiempo; pero una persona mayor, si es noble de sentimientos, no puede ser (tan) fea. Esto puede parecer pueril y simplista, pero es verdad en la mayoría de los casos. Todos podemos ser un poco feos, no es para alarmarse, pero algunos ya exageran y a esos me refería.

- ¿Como cuáles?

- Vaya a darse una vuelta por el Congreso, allí hay muchos.

Siempre habrá casos que no coinciden con lo aquí expuesto, pero esos serán justamente la excepción que confirma la regla. Qué fácil se acomoda, dirán; pero bueno, si uno no sustenta lo que dice, quién lo va a hacer. Toda esta conversación es solo para recomendar a las amigas (y amigos también, por supuesto) que cultiven su espíritu y cuiden su buen humor, no permitan que las amarguras de esta vida los marque para siempre. Háganse a los buenos que al final, de tanto hacerse, a lo mejor se acostumbran y se convierten de verdad. Y para los que no, entonces aquí va un poema que tiene que ver con lo tratado, pero enfocado desde el otro punto de vista, del que se deja malograr por el materialismo y la avaricia.
Si alguien se da por aludido, no es problema mío; mi humor no se va a agriar por causas ajenas, aleatorias, impredecibles y/o circunstanciales. ¡Ja!






El otro sapo



¡Qué pena, con lo que has sido!
alegre y de buen talante,
de inteligencia brillante
¡qué mal que has envejecido!

¡Cuántos amigos tenías!
regalabas buen humor,
te creían un señor,
y de viejo...¡qué manías!

Con esa cara de sapo
(no es insulto, es descripción)
lo mismo que en la canción
estás metido en el charco;

sin embargo hay diferencia
con ese noble batracio,
no es posible compararlos
porque él sí tiene decencia;

no suspiras por la luna
como el sapo cancionero,
sino por sucio dinero
de mal-habida fortuna.
~

2 comentarios:

  1. Todo muy bonito Ricardo, con el tiempo nos vamos haciendo más sabios y apreciamos lo que los más jóvenes no ven, cosas que a las personas las embellecen, delas que los ignorantes se burlan.

    Fernando Atala

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