domingo, 4 de diciembre de 2016

Predicando en el desierto




¿Se puede vivir así?



Esa fue la pregunta que desató todo el aluvión de acontecimientos que vinieron después. La maximización de las utilidades, la manipulación de la realidad, la preeminencia del mercado por sobre el individuo, el sacrificio y la destrucción del mundo real en aras del mundo ficticio financiero mil veces más grande y poderoso pero con pies, no digamos de barro, sino de aire, o mejor aún de nada, sin pies ni base, y mantenido por la fuerza bruta policial o militar, según se trate de dentro o fuera del propio territorio. La globalización es éso. La eficacia, el rendimiento, la utilidad por sobre todas las cosas, y quien no lo entienda o no lo acepte, está fuera. Sale sobrando como salen sobrando millones de individuos que aumentan cada día más, y más, por éso la pregunta es más importante de lo que aparenta a simple vista, por éso mismo la ideología dominante la rehuye, no se ocupa de algunas simplezas que al fin y al cabo, a pesar de ser importantes, no puede responder.

Se acaba el mundo pero aumentan las ganancias, el dólar imaginario, imposible, compra todo lo que hay, pero hay más dólares ficticios que bienes por comprar, entonces:
¿Se puede vivir así? Y no menos importante ¿Hasta cuándo?

Había leído mucho, había visto mucho y hasta había vivido mucho. Ya la decepción había dado paso al escepticismo total, absoluto. No creía que nada fuera posible si no era dentro de esa ficción del mercado y la eficacia, y por éso mismo lo intentó, porque estaba seguro del fracaso y nada le parecía más atrayente que una causa perdida de antemano. Porque no se podía perder más, si todo estaba perdido se podía intentar cualquier cosa, las probabilidades de éxito podían ser nulas pero la probabilidad de conseguir aunque fuera una mejoría infinitesimal, era grande.

No es una actitud extraña, es la misma que impulsa al inmigrante a morir junto a veinte o treinta desesperados como él atravesando el mediterráneo en un bote de playa para cuatro personas.
Es la misma actitud que los lleva a cruzar el Sahara, o bajar de los cerros, o meterse en un tren, morir en un túnel, en un camión refrigerado o en el tren de aterrizaje de algún avión que ni se sabe con certeza a dónde va.

Salió a la calle y parado en una esquina habló a los cuatro vientos. Los vientos lo escucharon, nadie más. Bueno hubo un loco que le escupió la cara insultándolo de político hijo de puta que por tu culpa me quedé sin trabajo; un perro lo acompañó un rato pero se fue, seguro que por hambre.

¿Puede haber locura más grande que pretender acabar con la globalización y el dinero, parado en una esquina hablando solo? Difícil, pero no podemos negar que es una locura hermosa.
Era tan inofensivo el hombre que ni siquiera se ganó una noche en la comisaría. Volvió a su casa, porque sí tenía casa y hasta podría decirse que vivía bien. ¿Qué lo impulsaba entonces? Ya lo dijimos, la imposibilidad de la causa, la nula probabilidad de éxito que al final le garantizaba el retorno tranquilo a su casa y a su cama solitaria, a rumiar las ideas y a no encontrar qué hacer.

Por lo visto estaba condenado a partir sin lograr nada, como tantos otros anónimos idealistas de café o de hambre, incluso como tantos que estuvieron cerca de lograr algo. Nada se había conseguido, y lo peor era que la gente era cada día más estúpida o indiferente, términos que en estos tiempos pueden ser tomados como sinónimos.

Al día siguiente se encontró con que un raro competidor había ocupado su esquina, en realidad daba lo mismo ésa o cualquier otra. Un hombre con un cartel colgado del cuello con la inscripción Jesús Viene, ayudado por un megáfono, predicaba profetizando a gritos destemplados el fin del mundo y acusando a todos los humanos de materialistas e indiferentes. No todos sabían que el furibundo predicador cobraba algunas monedas por esa tarea. Se trataba de un profesional del embauque.

Y con esa gente hay que competir, mejores probabilidades tendría ingresando a un partido político: o sea ninguna. Ya había intentado por las redes, facebook, twitter, también había enviado mails y hasta le habían rechazado artículos en los diarios locales. Intentó con un blog, habían miles... de blogs, y nadie leía el suyo. Se amargó a tal punto que lo dejó en blanco, porque quiso eliminarlo y no encontró cómo, se peleó con un único lector que en lugar de opinar lo insultó, esa misma semana fue cuando recibió el escupitajo en la calle.

¡Había que ser un Cristo! ¡Qué se vayan a la mierda chico y grande! ¡No se podía intentar ni siquiera lo imposible!

Pero la pregunta seguía allí ¿Se puede vivir con los resultados de un mercado global? ¿Puede vivir con éso la gente común? ¿Y hasta cuando podrán vivir los ricos de esa manera? Porque, aunque parezca inútil repetirlo, el dinero no se come, menos aún el dinero virtual que no te sirve ni para hacer una fogata, ni chica ni grande, porque no hay materia, ni siquiera es papel que podría por lo menos servir para eso... 

Entonces, cuando se haya muerto el último árbol, el último elefante, el último cuy y el último de los etcéteras, quedarán las cucarachas como reinas y a la vez testigos de nuestra estupidez. Si tan sólo pudieran escribir, hasta estaría de acuerdo, pero las cucarachas... son tal vez peor que nada, quien sabe. Sin embargo, en cierto aspecto han demostrado ser mejores que nosotros.
 ~

2 comentarios:

  1. En la historia de la humanidad han aparecido corrientes religiosas, políticas económicas, etc. algunas de las cuales tuvieron un aparente y relativo éxito, y algunos seguidores como tontos útiles y después de un tiempo no llegaron a nada.

    Eso mismo nos está pasando en esta época, pero ¿hay nula posibilidad de éxito?, o hay posibilidades de llegar a una justicia social, a pesar de los que acumulan riquezas, por ellas mismas, sin reparar en los más necesitados; y creo que las hay, creo en la sensibilidad humana, no se si estoy soñando, pero así es, tengo confianza que en el futuro habrá igualdad para todos, a pesar de la crueldad del sistema.

    Que nos impulsa a pedir un estado palestino, ¿la imposibilidad de su causa?, no, la justicia de ella a pesar de la indiferencia del mundo, que en algún momento se acostumbró a los gritos desgarradores del pueblo atropellado, pero todo tiene un final, y al parecer está empezando y no gracias a las entidades oficiales del mundo, llámese la ONU, sino a la conciencia de la gente a nivel mundial, que sin tener ningún vínculo con Palestina, ya abrió los ojos ante tamaña injusticia y ya se ven protestas en contra de los abusivos invasores, me he desviado del tema, pero tienen algo en común, la indiferencia.

    Fernando Atala

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    1. Tu comentario es todo un tema, tienes razón, así sucedió y no sé si se puede ser optimista. A largo plazo, sí... pero quién sabe cuándo.

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