domingo, 8 de mayo de 2016

Gabriela Mistral - Madre de poemas.




1889 - 1957 

Poetisa chilena, primera ganadora sudamericana del premio Nobel de literatura.



Tenía sangre indígena y extranjera, su padre era autóctono de la zona y su madre vasca, ella nació en Vicuña, ciudad cuyo nombre hace referencia a un grácil y bello animal andino, un camélido sudamericano que habita en el altiplano de la región.
Había vicuñas por allí, seguramente, y no sabemos si la pequeña Gabriela las llegó a ver porque a los diez días la llevaron a vivir a otra parte, y más adelante a Montegrande donde vivió hasta los nueve años de edad, claro que aún no se llamaba Gabriela, porque "Gabriela Mistral" era un seudónimo, su verdadero nombre era  Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga. Bueno, se entiende que le fuera mejor con el seudónimo, más corto y de agradable sonido, aunque Lucila Godoy también suena muy bien. Cuestión de gustos. El nombre del seudónimo alude a dos poetas que ella admiraba: Gabrielle D'annunzio y Frederic Mistral. O sea que fue la hija putativa de ambos. No sean mal pensados, se dice así cuando alguien se considera familiar de alguna persona sin serlo realmente. 

Aunque su padre la abandonó a los tres años, fue él quien sin pensarlo la inició en la poesía, como ella misma lo dice: "revolviendo papeles", encontró unos versos suyos, "muy bonitos". "Esos versos de mi padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión poética". El gusto por el arte suele ser hereditario.

En su vida hubo de todo: amores platónicos, confusiones, suicidio de un supuesto enamorado; trabajó de maestra, luego obtuvo el título, algunos la criticaron por éso mientras otros la aclamaron y hasta fue requerida por el gobierno mexicano para poner las bases de su nuevo sistema educativo, que se mantiene hasta hoy sin mayores cambios. 

Colaboró con diversos diarios y ganó premios por su producción literaria.
Su primer premio fue en 1914 en Santiago, por su trabajo "Sonetos de la Muerte", que es el que sigue:


Sonetos de la Muerte

Gabriela Mistral

 I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...

Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué no madura,
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

III

Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...

Y yo dije al Señor: ?«Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

»¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor».

Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!


Trabajó como maestra y directora en diversos lugares de la longitudinal república chilena, desde el templado norte hasta el helado sur; trabajó también en Europa y ocupó algún cargo en la Liga de las Naciones, precursora de la actual ONU. Viajó por distintos países en los dos continentes.

En 1945 ganó el premio Nobel de literatura por su obra lírica en general, con lo cual su fama se haría aún mayor.

Fue cónsul de Chile en Nueva York, cargo que consiguió para estar junto a la escritora y bachiller Doris Dana. Más tarde ocuparía el mismo cargo en Los Ángeles, donde se compró una casa con el dinero ganado con algún premio. La correspondencia entre ellas revela una relación que algunos consideran homosexual, cosa que Dana negó hasta el final de sus días, aunque no  se separaron nunca.

No fue madre, pero dio a luz excelentes poemas que la volvieron inmortal, y yo que quería hacer un homenaje a las madres en su día me quedo con esta discutible propuesta, porque nunca se ha visto que a un poema se le tenga que dar el pecho a medianoche o cambiar los pañales en los lugares menos adecuados, tampoco se escaldan, ni lloran, ni hay que llevarlos al pediatra o al sicólogo.

Creo que éso de "madre de poemas" es sólo un cuento para no tener que empezar otro escrito.

- Bueno, déjelo así, que al fin y al cabo todas las mujeres tienen algo de madre.

- ¿Usted cree? Bueno... ¡Qué cómodo! - Feliz día a todas las madres, incluyendo a aquellas que no tienen hijos, como Gabriela Mistral.

Entre tantos buenos poemas de esta poetisa, es imposible quedarse sólo con uno o dos, pero por cuestiones de espacio y tradición del blog, tengo que poner solamente uno más... lo dejé a la suerte y creo que difícilmente hubiera podido escoger algo mejor. Me salió éste:



Dos ángeles

Gabriela Mistral

No tengo sólo un Ángel
con ala estremecida:
me mecen como al mar
mecen las dos orillas
el Ángel que da el gozo
y el que da la agonía,
el de alas tremolantes
y el de las alas fijas.

Yo sé, cuando amanece,
cuál va a regirme el día,
si el de color de llama
o el color de ceniza,
y me les doy como alga
a la ola, contrita.

Sólo una vez volaron
con las alas unidas:
el día del amor,
el de la Epifanía.

¡Se juntaron en una
sus alas enemigas
y anudaron el nudo
de la muerte y la vida!
~


A continuación, dos sonetos de mi autoría inspirados en la madre, en su día, en el presente artículo y en la diferente manera de sentir que tienen las madres cuando de sus hijos o hijas se trata.



Los hijos y los poemas

Ricardo Kajatt


I

Querer hallar parecidos
entre hijos y poemas
tratándose de fonemas
está todo permitido;

mas aquella que ha tenido
la tal dicha y mil afanes,
que entre tetas y pañales
por poco no ha sucumbido,

es posible que discuta
mi argumento, o mi dislate,
y se muestre resoluta,

yo evitaré la disputa
pues no puedo hacer alarde
de la verdad absoluta.


II

Y si los versos me amputa
por querer tener razón,
le digo de corazón
que le paso la batuta,

que si es de maternidad
ninguna experiencia tengo,
por lo cual mejor me abstengo
y salvo mi dignidad.

El hombre entiende de hijos
con la razón y la mente,
con penas y regocijos;

mas lo que la madre siente
no sé ni cómo lo explico:
es sublime y diferente.
~


1 comentario:

  1. Siempre admiré a Gabriela Mistral, por ganar un Nobel y muy poco nsabía de ella, te agradezco Ricardo habermela hecho conocer, sin duda fue una gran mujer.

    Fernando Atala

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