domingo, 20 de marzo de 2016

Paseando por el parque


tolongedecasa.com

Caminar es el mejor ejercicio y no se discute, además, según el lugar y las circunstancias puede ser de lo más placentero; hermosos paisajes de bellas ondulaciones y delicados aromas de revitalizante frescura se ofrecen generosamente al viandante que apreciarlos sabe. Y bueno, el que sabe, sabe; y sabiéndolo nadie lo desperdicia.
Y no se trata sólo del paisaje sino de todos los otros elementos que componen el cuadro. Y éso también, claro.
- ¿Qué le pasa, caballero? - Tal vez pregunte la gente - ¿Tiene usted averiado el termostato? - No es éso, lo que sucede, según mi propia teoría, es que transcurridos ciertos años en la edad del homo erectus (sin dobles sentidos) éste, el hombre, pasa por lo que puede llamarse de una segunda (o tercera o cuarta, dependiendo de cada caso) edad "romántica", para decirlo con elegancia, y por consiguiente no deja de apreciar, y hasta con mayor énfasis, las venturosas cualidades del sexo opuesto, que por lo general no se opone sino que más bien colabora... ¡y cómo! Para quienes aún no captan el meollo de esta filosofía, me explico con más claridad: es la selección natural... ¿Cómo? Pues sencillamente que algunos ejemplares de la especie tienen unas características genéticas que les permiten llegar a cierta edad avanzada con todo el equipamiento intacto, ésto no puede ser ignorado ni desperdiciado por la madre naturaleza que seguramente lo considera deseable, por lo cual acompaña estas cualidades con otras (ya se imaginan cuáles) que permiten la reproducción de la mencionada combinación genética. Así, pues, como siempre, el abnegado macho de la especie se da entero en bien de la colectividad a la cual pertenece, mejorando las posibilidades de evolución de la misma, o de la que se ponga a tiro, que para éso el erectus mencionado es bastante democrático. Sus exigencias son esenciales pero no tan difíciles de hallar si se mira la vida con optimismo.

Aléjome momentáneamente del fárrago tedioso de electoreras riñas que dominan el panorama informativo de mi país, el Perú, y también del desconcertante cortejo de malsanas noticias que vienen de diversos lugares del planeta; no las ignoro, las sé, las leo y las estudio, y hasta las sufro, y por éso mismo me permito este tipo de distracción que con la mejor intención comparto con amigas y amigos. Aunque sea repetitivo, no lo ignoro, no deja de ser atractivo el tema en cuestión.



Si se te cae la cartera...


Una tarde de verano
ella salió a caminar
con ése su bello andar
y la cartera en la mano,
la cartera la imagino
pues yo miraba a otro lado
y hasta me tomé el trabajo
de calcular que era chino...
no se ponga usted saltón,
me refiero al pantalón.

Que si era china la prenda
puede tener su importancia,
que en cuestión de transparencia
necesario es que se entienda
que si es corduroy inglés,
o si está cosido a mano
y achicado con amaño,
o se lo puso al revés,
son asuntos trascendentes
que no hay que dejar pendientes.

Que si es de felino andar,
que si parece decente,
que si la mira la gente
o te vas a acomodar
al lado de la vereda
por donde viene el shortcito,
y en el momento preciso
tan sólo mirar te queda
porque estás con tu mujer
y entonces qué vas a hacer.

El pantaloncito chino
se ha perdido en el camino,

mi mirada penetrante
se quedó fija adelante,

tu movimiento insinuante
no me perdí ni un instante,

ahora voy y me remojo
para quitarme el antojo

y ya no sigo escribiendo
que fatal me estoy poniendo.


  Pero si estando yo solo
ese día de verano,
tu cartera de la mano
se caía de algún modo,
te diría no te agaches
que de aquí se te ve todo,
espera que me acomodo
y hacemos un cambalache...
yo te alcanzo la cartera
y el siguiente verso espera...

Si no te pones severa
 con esta galantería,
nada más te pediría
que me des la fiambrera.

54v

1 comentario:

  1. Hay Ricardo, no se puede contigo, desde el preámbulo ya me estoy muriendo de risa, y la gracia y picardía del poema, muy bien hecho. Y así como tu, yo tambien soy amante del caminar mirando todo, pero si de ver las curvas de una mujer se trata, las veo venir y las veo, con pena, irse.
    Muy del homo erectus, de no ser así ya se hubiera extinguido la especie

    Fernando Atala

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