domingo, 20 de abril de 2014

Cómo fue que escribí un triste poema de amor.

Jorge Luis Borges, dibujado por el ilustrador y caricaturista argentino, 
natural de Mendoza, Andrès Casciani. Imagen tomada de: 
andrescascianicaricaturas.blogspot.com



 

MIS LÍMITES


Obviando la semana santa, el domingo de pascua y la reciente muerte física del inmortal Gabriel García Márquez, tengo otro tema que tratar hoy y que nada tiene que ver con los acontecimientos mencionados. La vida sigue y yo sigo en lo mío.
Lo que voy a contar a continuación puede parecer de una intolerable petulancia, una falta de sentido de las proporciones o quizás hasta una atrevida soberbia; nada más lejos de la verdad. Los que me conocen bien, saben de mi sencillez y de mi manera casi ingenua de pensar algunas cosas; aún así una comparación con Jorge Luis Borges parece descabellada; pero, trataré de explicar de qué se trata: Yo a Borges lo siento como un amigo desde mis jóvenes años; más tarde me acompañó desde sus libros en mis frecuentes viajes y muchas más veces de las que hubiera deseado, fue mi única compañía, más constante incluso que mis dos amigos más cercanos: Carlos y Andrés, con quienes de diferente manera compartía ciertas inquietudes propias de esa etapa de la vida. Lo que más leía era su prosa: cuentos, ensayos, lo que él llamaba inquisiciones; era como tener una charla con un amigo muy sabio que te cuenta cosas interesantes; leía también su poesía, pero menos, me concentraba más en los relatos.
Bueno, aquí la cuestión: Jorge Luis Borges tiene un poema que no puedo negar que es el que más me gusta de todos los que escribió; creo que mejor debo decir de todos los que leí de él; se llama Límites y me parece magistral, no tanto por la rima sino por el contenido profundo y la fuerza de sus versos. Se refiere a los límites que nos impone nuestra condición de mortales y nuestra incapacidad para ver el futuro; menciona a un Quien con mayúscula, refiriéndose a un dios o a un supremo ser que él reconoce; algo raro en su faceta de teólogo ateo como era él; quizás se trata solamente de un recurso literario y no de una confesión de creyente. Nos dice que no sabemos cuándo estamos viendo por última vez a una persona ni si nos estamos despidiendo de ella sin saberlo; cuándo estamos caminando por última vez alguna calle o un lugar cualquiera; no sabemos si vamos a tener la oportunidad de volver, y luego, de la mano, nos lleva a diversos lugares y a situaciones con una asombrosa rapidez que nos aturde; por ejemplo que algún libro habrá en nuestra biblioteca que no leeremos nunca... nos dice, y otras verdades más que nos estremecen. No la voy a explicar toda, al leerla más adelante la podrán apreciar y en cada re lectura seguramente hallarán algún nuevo matiz, algún nuevo detalle que había pasado tal vez desapercibido en lecturas anteriores.
Borges era sin duda un maestro, en todo el sentido de la palabra porque también daba consejos de cómo escribir, por ejemplo. Yo, que no pretendo llamarme su alumno para no desatar inútiles polémicas, me declaro su amigo porque así lo siento y me place; y pienso que para ser amigos no es necesario compartir todos los pensamientos y las preferencias; es más cosa de vibraciones metafísicas que de otra cosa; yo, tratándose de política por ejemplo, no me meto a escudriñar la posición de un amigo; tampoco de religión o incluso de moral. La amistad es otra cosa. Ahora lo dejamos así.
Bueno, si un poema te gusta tanto, no es extraño que lo aprendas de memoria, dependiendo de la capacidad de memorizar, puede ser que lo recuerdes todo o por lo menos algunas partes; éso me pasa a mi con Límites, olvido a veces algunas partes que recupero al releerlo, pero siempre me es fácil recordar los primeros versos, y un día cualquiera, yo, que soy un romántico, casi sin querer, comencé a variar las palabras del poema: 

Donde Borges dice:

De estas calles que ahondan el poniente

yo recité:

De las flores del jardín que hay en mi mente

el dice:

una habrá (no sé cuál) que he recorrido
y yo digo:

una habrá, no sé cual, que me ha querido

sigue el maestro:

ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido
y prosigo yo:

 de una manera a todas diferente
y que quizás yo no haya comprendido

Más adelante ya me libero de reproducir las mismas terminaciones que él porque éso sería un trabajo como para un Hércules mental y yo, dimensionándome, arrugué; pero es que tampoco le encontraba mucho el sentido a hacer éso, me basta el principio, y luego, ya más libre, voy expresando mis inquietudes, seguramente más simples que las de Borges y sobre todo más personales, aunque en el fondo no tan distintas porque las vicisitudes del corazón masculino no quedan muy atrás de las del alma y el ser completos que nos presenta la poesía original.

En lo que no habrá punto de comparación es en el tratamiento del tema; la cultura de quien me inspiró estos diez cuartetos (porque éso sí, el mío, aunque más humilde, es de la misma extensión que el suyo) decía, su vasta cultura lo pone en un nivel que yo no pretendo alcanzar, y sus metáforas corresponden precisamente a esas alturas. Bueno, por éso es mi amigo... no me junto con cualquiera.

Veamos primero el mencionado poema de Jorge Luis Borges. Vale el esfuerzo leerlo, se los aseguro.

LÍMITES

Jorge Luis Borges

De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido


a Quién prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.


Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo nos hemos despedido?


Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.


Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.


Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifronte, Jano.


Hay, entre todas tus memorias, una
que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.


No volverá tu voz a lo que el persa
dijo en su lengua de aves y de rosas,
cuando al ocaso, ante la luz dispersa,
quieras decir inolvidables cosas.


¿Y el incesante Ródano y el lago,
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
que con fuego y con sal borró el latino.


Creo en el alba oír un atareado
rumor de multitudes que se alejan;
son los que me han querido y olvidado;
espacio y tiempo y Borges ya me dejan.
~ o ~

Ahora el mío, más personal, pero que surgió de alguna manera del que acabamos de leer y por lo tanto, aunque desde su modesta composición, su sencillo tratamiento y su simple poesía, se atreve a compararse con la obra del maestro. Todo es posible en este universo, hasta comparar mi poesía con la de Borges; porque de comparar, podemos comparar, y en este caso el verdadero motivo es agradecer por la inspiración recibida.

Éste es el mío, y ya que de Límites deriva, entonces que se titule, porque lo escribí yo: “Mis límites.”

 

MIS LÍMITES

 

Ricardo Kajatt Súmar
(Gracias Jorge Luis)

De las flores del jardín que hay en mi mente
una habrá, no sé cual, que me ha querido
de una manera a todas diferente
y que quizás yo no haya comprendido;

será tal vez aquella que he dejado
sin saber el porqué de esa ruptura,
tras el goce que habíamos hallado
y que me hizo amarla con locura;

o esa otra, la niña encantadora,
que tierna entre mis brazos se quebraba
y pese a su presencia bienhechora
vi como el dulce idilio se acababa;

tal vez aquella que me dio sus besos
en la primera noche del encuentro,
la audaz amante que muy bien por eso
supo con tal dulzura dar contento;

quién sabe si no fue la del abrazo
más triste entre todos los vividos,
la que sufrió conmigo ese fracaso
sin haberlo siquiera merecido.

No son muchas, a todas las recuerdo,
las adoro otra vez al contemplarlas
aunque no estén; en sueños cuando duermo,
o despierto, tan sólo al evocarlas.

¿Qué es lo que quiere el corazón del hombre?
Qué es lo que busca y procura en ese ser
tan divino, que sólo con su nombre,
ya nos deja fascinados: la mujer.

Si la vida me diera de regalo
tenerlas otra vez entre mis brazos,
reviviendo los tiempos ya pasados
besaría feliz aquellos lazos.

Y aquí en mi presente dolorido,
con mil sueños tirados por el suelo,
aunque viva añorando lo que ha sido
la vida me prodiga aún consuelo.

Quiero vivir así para adorarla,
bendigo el bello don que se me ha dado
que es sentirla dentro mío para amarla,
no sé a quién, pero siempre enamorado.
~ o ~

Gracias amigas y amigos por leerlo; no creo estar solo en estos pensamientos, estoy seguro que hay quienes los sienten de manera similar; y ése es el motivo que me hace compartir con ustedes esta poesía tan personal e íntima.
Abril 2014

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