Hojeando
mis antiguos poemas, encontré un soneto inspirado en un cuento de
Borges que a su vez se basó tal vez en el Martín Fierro de José Hernández o en alguna otra historia de gauchos que él solía comentar en sus escritos.
Me llamó la atención la fecha: 24 de diciembre, por lo visto
mientras llegaban las doce de la noche me sobró algún tiempo. En
una noche en que generalmente la gente anda desesperada y a las
carreras, yo, por lo visto, estaba tranquilo; tal vez pasando el rato
mientras el pavo o lo que fuera terminara de asarse en el horno.
El
soneto trata de un hombre negro (así está en el cuento) que va a buscar a
quien hace años mató a un amigo suyo después de una fuerte
discusión que terminó violentamente. El otro sabe que tarde o
temprano tendrá que enfrentarlo y vive esperando el momento, que
tarda demasiado, posiblemente el sujeto esté preso, pero irá a la
cita que tiene con el destino. Ambos lo saben y llegado el momento
se enfrentan más por obligación que por otra cosa. No se les ocurre
que haya alguna alternativa que no sea calificada como una actitud de cobardes. Para
esta clase de hombres la cobardía es mil veces peor que la muerte, y
se ven en una situación en la que sus principios, seguramente muy
discutibles, no les permiten retroceder o salir mediante el diálogo,
la conversación o lo que fuera. Se respetan, y por éso mismo saben
que no van a esquivar la lucha, están enfrentados por un sino superior a ellos. Ninguno
vislumbra siquiera otra posibilidad, otro desenlace, que una limpia
pelea a cuchillo. Uno para vengar a su amigo, el otro porque tiene
que defenderse, tiene que morir o ganar luchando. Y lo más dramático es que no hay más odio,
ya no hay nada personal en el asunto, sólo cumplir cada cual con su deber. Matar o morir, porque el honor de
macho, luchador y hombre hay que mantenerlo intacto.
Yo
conocí gente de esa clase. Gente sencilla que tiene algunos
pensamientos tan metidos en cada célula del cuerpo que acatan como
un dogma. Pero son hombres íntegros, hombres de honor que dan a su
palabra más valor que a cualquier documento. Hombres que cada vez
encuentran menos acomodo en la sociedad.
LA VENGANZA
Esperaba
cada día y cada noche
el
encuentro ya acordado sin palabras,
el
hombre debía llegar, él esperaba,
de
palabras no hubo abuso ni derroche.
El
negro habría de venir por la venganza
pues
mataron a su amigo y desde entonces
juró
matar al contrario, cosa de hombres
Si
la pelea fue limpia, no importaba.
Llegó
cuando el sol se para de tan lento,
se
miraron como amigos y entendieron
que
su pelea era asunto ya resuelto.
Se
trenzaron los dos cuerpos, los dos muertos,
cada
cual con un puñal, ambos cayeron...
y ninguno era culpable; fin del cuento.
y ninguno era culpable; fin del cuento.
R.
Kajatt 24.12.87
No hay comentarios.:
Publicar un comentario