VIAJE CON LOS ÁNGELES
De Huancayo a Huánuco: escapar de una emboscada.
*
Una
noche en Huancayo, saliendo de visitar a unos amigos, noté una
sospechosa separación entre la tapa de la maletera y la carrocería
de mi auto, un VW escarabajo del 77; un feo presagio me asaltó al
instante. Levanté sin dificultad la cóncava cubierta que estaba ya
sin el seguro y me encontré con el espacio vacío que confirmaba mi
temor.
- ¡Pura madre! ¡Me tiraron la llanta de repuesto!
Efectivamente,
y no era éso lo peor, porque si bien un llanta completa con cámara
y aro no es muy barata, el problema se agravaba porque no había
cómo conseguir llantas ni muchas otras cosas que figuraban en la
extensa y macabra lista de productos desaparecidos. Transcurría el
primer gobierno de Alan García (1985-1990) y el desastre ya había comenzado.
Faltaba de todo, y ese ambiente de continua zozobra nos tenía a
todos en un estado de permanente angustia. Cada día era un agitado
capítulo de la larga odisea que vivíamos los aguerridos hijos del
Sol1,
o ya del Inti creo, pues no estoy seguro cuándo se cambió la moneda
por primera vez en esos años locos. El “Sol” y el “Inti”
(que significa también sol, en idioma quechua), son denominaciones
de monedas peruanas.
Felizmente
en Huancayo tenía suficientes amigos y conocidos, por lo que
conseguí comprar una llanta con su respectivo aro, pero cámara ni
pensar... no había por ninguna parte. Agradecí a mi amigo José,
que intercedió ante su padre que tenía una distribuidora de
neumáticos de la más conocida marca, ya que gracias a nuestra
amistad el buen señor me vendió una de las últimas llantas aro
quince que tenía en su depósito.
En
esos tiempos yo era viajero por la zona central del país, y si no
fuera por mi amor a esa libertad que me daban los viajes, hacía rato
que hubiera buscado otra ocupación, cosa difícil también, porque
cada día habían más desocupados.
Por
esa parte yo tenía asegurado el empleo ya que nadie en la empresa
anhelaba poner los pies en los territorios de Sendero Luminoso... así
era como veían desde Lima a la zona central. Ayacucho ni hablar, ya
era visto como reducto senderista desde los primeros tiempos, a Huanta ya no
iba nadie y los pocos que se atrevían a pisar Ayacucho llegaban por
vía aérea.
Huancayo
parecía estar siendo rodeado y ocupado por esa ideología, Tarma estaba como se dice "en pindingas" (con las justas, en situación de mucho temor) más o menos igual que Jauja; la zona
de la selva central aparentaba ser inmune a ideas políticas
extremistas de cualquier índole, la gente no tenía muchas ganas de
pensar en ello pero siempre había temor a los guerrilleros o a los
simples bandidos que ya hacían su aparición en algunos parajes alejados; Cerro de Pasco ya era otra cosa, más complicada,
mientras Huánuco y Tingo María vivian tiempos confusos por
desordenes causados más por delincuentes comunes atraídos por el
dinero de las drogas. Pobreza y miseria se veían por todos lados.
Pero ésto no pretende ser una descripción de lo que pasaba en el
terreno político – ideológico – policial - delictivo –
guerrillero – terrorista – narco – traficante; porque, primero:
no me siento capacitado para esa tarea que llevaría muchos
volúmenes, segundo: no están ustedes con ánimo de leer lo que yo
tenga que explicar sobre éso, y tercero: porque todo era oculto,
subterráneo, sospechoso; nada estaba claro. Era una desconfianza de
todos contra todos... bendito Perú, mezcla inconclusa de elementos
que no quieren ser mezclados, como un puré con grumos; cebiche con
huevo frito; helado con yuca; eran días complicados. Yo,
representando a la más que discutida industria farmacéutica,
diabólica organización según algunos, ya me había ganado un
pleito ajeno el 82 cuando los ingleses masacraron a muchos pobres
argentinos (323 muertos sólo en el hundimiento del crucero Belgrano, aunque Inglaterra también recibió lo suyo) arreados a las Malvinas con muy deficiente apoyo logístico por
un gobierno asesino que esperaba conseguir con éso el respaldo
popular, mientras esperaban, ajustando la parte trasera de su
humanidad, que los ingleses no reaccionaran con mucha energía. Muchos
soldados argentinos no tenían ni qué comer ni algo para ponerse encima y protegerse del maldito frío del paralelo 52 sur. Mientras
tanto, yo tenía que hacer propaganda de fármacos ingleses en medio
del boicot contra la Pérfida Albión (Inglaterra) que se había organizado por
todas partes como apoyo al hermano pueblo argentino. Éso era remar
contra la corriente. Pronto me libré de esa cruz y conseguí un
mejor nivel en un laboratorio italiano, donde se sentía el alegre
ritmo de la Tarantella y se trabajaba más contento.
- ¿Qué estás contando, amigo?
- No me digas que estás apurado... estoy pintando el escenario donde transcurrió la anécdota que quiero contar.
- ¡Noooo! ¡Recién pintando el escenario! ¡Cuántos ya habrán desertado!.. y los que quedan se te escapan en el siguiente punto aparte. Estás avisado.
- No importa... escribir es un acto solitario, ya lo dije antes, así que continúo... porque siempre habrá por lo menos uno, o UNA, así hay que aclarar hoy día para no ser machista, que me siga hasta el final y que además le quede corta la narración.
Estábamos
en que me robaron la llanta de repuesto en la víspera de un viaje a
la ciudad de Huánuco, y por suerte conseguí una. Ésto sucedía más o menos por el año 1986. El porqué usaba
llantas con cámara merece su explicación, pues normalmente es más
práctico usarlas sin ese elemento, sobre todo en la ciudad y en pistas asfaltadas. Pero en
esos días, las carreteras que no eran de tierra afirmada estaban
casi todas en reparaciones y trabajos de ampliación, había que
circular entre piedras que muy frecuentemente doblaban la pestaña
del aro produciendo una desinflada instantánea de la llanta
(neumático), ésto era más frecuente que los clavos sueltos de las
carrocerías de los camiones, en cuyo caso sí era preferible tener
la llanta sin cámara porque de esa manera sí resiste el pinchazo porque el mismo clavo hace de tapón evitando la pérdida del aire... ante esas dos probables amenazas, yo optaba siempre por la cámara
que me salvó más veces que las que me perjudicó.
Como
era de esperarse, coloqué la llanta más vieja en el lugar de la de
repuesto o auxilio y la nueva la coloqué adelante a la izquierda,
más o menos al azar porque fue ésa la que pasó a la maletera.
Salí
pues hacia la ciudad de los Caballeros del León, que así se llama
la ciudad de Huánuco; la de la eterna primavera y también según
critican algunos, de la permanente polvareda; hermosa localidad donde
el trabajo era más agradable, tal vez por el benéfico clima y las
comodidades que ofrecía el lugar. Su gente maravillosa era tan buena
y cordial como la de casi todos los demás lugares donde desarrollaba mis
tareas de propaganda y ventas.
- ¿Casi? ¿O sea que en algunos lugares la gente no era amable y agradable?
- Así es... nada es perfecto.
Iba
con la llanta con cámara a la derecha y la nueva sin cámara a la
izquierda... aunque no viajaba pensando en éso, el detalle es importante para lo que viene a continuación.
Bajaba
desde Cerro de Pasco, el lugar más duro que tenía en mi itinerario,
más difícil y más frío que La Oroya. Seguramente que si de mí
solo dependiera, Cerro de Pasco se quedaba sin visitar; pero, fiel a
la palabra empeñada, había completado todas las visitas, incluso a
farmacias, y bajaba manejando solo, ya de noche. En ese viaje no
llevaba ningún acompañante.
Al
dar una curva más o menos a 80 kpm, la carretera era asfaltada en
esa parte, me encuentro con una fila de botellas rotas y piedras puestas a propósito que
hacían imposible el paso. Había que detenerse para ser asaltado por
los forajidos que habían armado la miserable trampa. No sé cuántos
argumentos y cálculos pasaron como un rayo por mi mente en un
instante, pero parar antes de llegar a los vidrios y rocas era muy
improbable; si iba a pasarles por encima que fuera por lo menos
tratando de escapar de la celada, (no de la Zelada, porque de esa
preciosura no me escaparía nunca), por lo que, saliendo de la pista,
atravesé la maldita raya de la muerte por fuera de la carretera, por
la derecha, naturalmente. Sentí que las llantas golpeaban contra los
elementos puestos con el fin de hacer daño, y ya esperaba que la
dirección me tirara para algún lado, que una o más llantas
desinfladas me impidieran continuar un poco más con aceptable velocidad y
estabilidad, quedando a merced de los delincuentes, pero para mi
asombro, después de la sacudida y los golpes el fiel vehículo seguía avanzando suavemente sin dar
muestras de haber quedado damnificado. La curiosidad de saber qué
había pasado me daba vueltas y más vueltas, pero por supuesto que
no iba a parar a ver cómo me había librado de un peligro inminente.
Mientras el coche siguiera andando no iba a detenerme. Y así pasé
Huariaca, ya de noche, cuyo hospital visitaría al regreso, pasé por
Ambo y Tomayquichua, la tierra de la Perricholi2,
según dicen por allá, y llegué hasta la puerta del hotel en la
Plaza de Armas de la heroica ciudad de Huánuco, donde, antes de
entrar a registrarme, me puse a observar detenidamente lo que había
sucedido.
La
llanta delantera derecha tenía doblado el aro de fierro, la cámara
había impedido que pierda aire; la delantera izquierda tenía trozos
de vidrio clavados en la goma, que a la vez que perforaban parte del
material, hacían las veces de tapón, y no habiendo cámara que
reventase, el aire se mantenía dentro a una presión aún aceptable
para la conducción.
Las
dos llantas traseras pasaron indemnes por la abertura dejada por las
delanteras que pasaron primero, despejando los obstáculos y dejando
una angosta huella libre de peligros para las que venían atrás.
(Comprando tamales en Tingo María, un día después)
(El cerro del fondo es La Bella Durmiente)
Dicen
que no hay mal que por bien no venga... en este caso, era tan cierto
que costaba creerlo. El precio de una llanta era muchísimo menor que
lo que hubiera perdido al ser asaltado. Ni punto de comparación. Y
éso, sin contar los daños personales que podría haber sufrido en
manos de los delincuentes.
Por
cosas como ésa es que uno cree que es cierto el
tema de los ángeles guardianes, lo que me aconteció parecía labor
de ellos.
¡Gracias
ángeles!
~ o ~
1Los
Hijos del Sol, en referencia al Imperio Incaico, porque se adoraba
al dios Inti o Sol.
2La
Perricholi, famosa actriz y socialité del s. XVIII. Aún se discute
si nació en Lima o en el pueblo de Tomayquichua (Huánuco).
~ o ~
No hay comentarios.:
Publicar un comentario