DE LA METEDURA AL METEJÓN
“POR UNA CABEZA”
Es
el título de un tango argentino cuya música trascendió su momento
gracias a la permanente actualidad del tema tratado: el amor y el
azar; siendo que yo, nacido bastantes años después de que hubiera
fallecido Carlos Gardel, su principal intérprete, lo tuve y lo tengo
entre mis canciones preferidas... al lado de algunos cientos más,
valgan verdades, porque en cuestión de música popular soy de
preferencias bastante amplias. Más adelante, muchas personas,
principalmente cineastas, supieron apreciar la sensualidad de su
melodía y la aprovecharon en diversos filmes. Creo que fue Martin
Brest el que lo volvió a ubicar en lugar privilegiado en estos
últimos años (aunque ya no tan últimos) con la la remake1
en 1992 de Perfume de Mujer (Scent of a Woman) protagonizada por Al
Paccino y Chris
O'Donnell,
ambos de extraordinaria y muy convincente actuación. Aquí
podemos verlo y escucharlo. No cabe duda que la música es hermosa, y
en esta escena, la emoción que desata es sumamente intensa. Una
joven mujer, es seducida (en el mejor sentido del término) por un
extraño que es además portador, como se dice ahora, de una
deficiencia física: es ciego, lo que no impide que la saque a bailar
y le haga vivir momentos inolvidables. Ella está por casarse con un
joven normal, quizás un poco ordinario, y queda la certeza en el
espectador de que la chica jamás olvidará ese éxtasis logrado con
aquel misterioso personaje que pasó por su vida como por pura
casualidad, ni el futuro marido logra vislumbrar lo que han hecho con
su prometida: nada malo si consideramos que revelar el pobre nivel y
la pedestre simplicidad del otro no traerá mayores consecuencias en
el futuro. Yo diría que en ese instante se sembró una semilla que
alguna vez podría acabar con las ilusiones de ambos. Pero me estoy
saliendo del tema que es el tango en cuestión y en esta oportunidad
quería comentar acerca de su curiosa y sugestiva letra.
Compositores
eran los de antes, ahora me aturden con sus motosas2
y antipáticas voces, en babosas exclamaciones del tipo de:
¡Caliente
nena!... suavecito...
¡pá
abajo, pá abajo, pá abajo!
agárralo
despacito
¡te
asusta pero te gusta!
¡pal
carajo, pal carajo y pal carajo!
Para
morirse de rabia. Y vergüenza ajena, como se dice... “Nada humano
me es ajeno...” dijo un cómico latino (así es, aunque cueste
creerlo) casi dos siglos antes de Cristo, luego un filósofo lo
analizó, en ambos casos podemos apostar que no escucharon esa
mierda porque de ningún modo se podrían identificar con la
mamarrachería ésa. (de
mamarrachada:
f. col. Acción ridícula, desacertada y desconcertante).
Estoy
seguro que debe haber otras creaciones más rescatables en la música
actual, porque de lo contrario ya el mundo tendría que haber acabado
hace rato, pero ésas desgraciadamente se me pierden tras ese
horrendo y vulgar mar de escándalo. Puede ser también que yo no
sepa dónde recurrir y me suelo refugiar cómodamente en mi “Death
Collection”... que es como mi hija a denominado a mi muy querida y
apreciada (por mi y unos pocos) colección de música, con el
indiscutible argumento de que todos sus integrantes están muertos...
o casi, de éso conversaremos otro día.
Volviendo
al tango “Por una cabeza” en cuanto a baile se refiere, tenemos,
además de la ya mencionada de Al Paccino, la calenturienta versión
de Richard Gere con Jennifer López, en la que lo último que importa es si está
bien bailado o no, y como curiosidad, el “ilustrado” sujeto que
subió el vídeo nos informa... ¡que la música es española! Es que
se ha hecho tal confusión en la cabeza de la gente poco despierta
con las denominaciones Latino e hispano, que hasta personajes que uno
no se imagina, meten la pata. Dejémoslos que se remojen en su propio
jugo.
Y
por si lo anterior fuera poco, Arnold Schwarzenegger también se
atrevió a hacer lo suyo, dos veces en la misma cinta, primero con la
mala, que sin embargo está bastante buena, y
después con la buena, que tan mala no está;
hay para todos los gustos... y varias otras... como ésta
que no sé de dónde salió porque me faltó tiempo para averiguarlo,
pero que tiene cositas que vale la pena mirar; todas estas versiones
son orquestadas.
Ahora quiero referirme al contenido, a las palabras, al tema que
trata el tango y mencionar que así como la música es bella, la
letra no lo es menos; compuesta por Alfredo Le Pera, autor de varios
de los mayores éxitos del Zorzal Criollo (que es el mismo Gardel,
que así también lo llamaban, o El Morocho del Abasto... pero ésas
ya son otras historias). Vamos a escucharla cantada por Carlos
Gardel, mientras comentamos y repasamos su interesante letra. Aquí
tenemos una de las versiones que hay en la web, donde se ve a Gardel
al lado de su amigo y fiel compañero en varias películas, Tito
Lusiardo, cantándola en el transcurso de un viaje, justamente en su
última película (Tango Bar) que filmó en febrero de 1935, poco
antes de morir en un accidente de avión en Colombia, el 24 de junio
de ese mismo año.
Veamos qué nos dicen esos versos:
Por una
cabeza
de un noble potrillo
que justo en la raya
afloja al llegar,
y que al regresar
parece decir:
No olvides, hermano,
otra vez no hay que jugar.
de un noble potrillo
que justo en la raya
afloja al llegar,
y que al regresar
parece decir:
No olvides, hermano,
otra vez no hay que jugar.
(¡Para
que el mismo caballo parezca decir que no juegues!... ¡la cosa está
bien jodida!) ¿Y cuánto es perder por una cabeza? Veamos, las
carreras de caballos pueden ser desde un cuarto de milla (402 metros)
hasta las más largas de 2500 y hasta 4000 metros. Las más comunes
son de 1000 a 1609 metros (una milla). Tomemos la popular carrera de
una milla y consideremos que una cabeza normal de caballo mide 60
centímetros, entonces tenemos que:
(0.6
/ 1609) x 100 = 0.0372
¡O
sea que perder por una cabeza equivale a perder por el 0.037 %! ¡Casi
nada!
Imagínate perder la apuesta por esa diferencia... perder un
amor, una bella mujer... ¡por 0.037 por ciento! ¿Se dan cuenta cómo
es duro de aceptar? Por éso...
Por una cabeza,
metejón de un día
de aquella coqueta
y risueña mujer,
que al jurar sonriendo
el amor que va mintiendo,
quema en una hoguera
todo mi querer.
¡Ahí
está el famoso metejón que tenemos que estudiar más
adelante en profundidad! Y ya nos vamos enterando que mientras te
quemas en ese ardiente fuego, porque fuego que no es ardiente ni es
fuego ni quema, ella te va mintiendo... eres su metejón sólo por un
día, así que no te enamores ni te ilusiones. Pero metejón no es éso
que tal vez están pensando algunos, es otra cosa.
Por una cabeza,
toda la locura.
Su boca que besa,
borra la tristeza,
calma la amargura.
Por una cabeza,
si ella me olvida
qué importa perderme
mil veces la vida,
para qué vivir.
(Aquí
se juega con el casi, porque a veces la dicha y la desgracia dependen
de cualquier minucia aparentemente sin importancia... ¡0.037%! ¡casi!
¡por una cabeza!)
Cuánto desengaño,
por una cabeza.
Yo juré mil veces,
no vuelvo a insistir.
Pero si un mirar
me hiere al pasar,
su boca de fuego
otra vez quiero besar.
Basta de carreras,
se acabó la timba.
¡Un final reñido
no lo vuelvo a ver!
Pero si algún pingo (caballo)
llega a ser fija el domingo,
yo me juego entero.
¡Qué le voy a hacer..!
Tanto
en el amor como en el juego y las apuestas, el personaje de esta
historia se muestra como un naufrago perdido a merced de las olas,
las corrientes y el viento... sin voluntad propia... juguete del azar
y tal vez del destino, no puede oponerse al embrujo de una mirada, de
mujer, se entiende; y tampoco puede resistirse a un dato, a una fija
para apostar hasta lo que no debe, o no tiene, en las carreras de
caballos. No lo culpo ni lo critico, simplemente expongo lo que
entiendo y quién sabe cuántos no hemos sentido lo mismo en alguno
de los dos terrenos mencionados. Por éso el tango nos llega al
sentimiento. ¡De qué nos sirve la voluntad si la tentación es más
fuerte que ella! Por éso están los ascetas, los yogas, los
budistas tibetanos con toda su concentración... los monjes con sus
sacrificios y mortificaciones para calmar a esa fiera tentación que
amenaza perdernos, algo podemos aprender de ellos o al menos tratar de hacerle la lucha a ese sensualismo desenfrenado, quién sabe, podemos perder o tal vez ganar, aunque sea ... por una cabeza.
Por
una cabeza... o sea ¡casi! Por casi nada, poco faltó para ganar la
apuesta o para gozar del amor de la coqueta y risueña mujer... pero
no vale jugar, ya ves mi amigo, lo dice bien claro el viejo tango, en
cuestión de amores y apuestas, el que juega, puede perder. ¡Te lo
dice hasta el caballo! Hermano, no hay que jugar... La yegua
no creo, no te dice nada de éso... ésa lo que quiere es perderte, o
ganarte, depende del lado que se mire. Si no lo sabremos algunos,
como el mismísimo Carlitos Gardel.
Pero
ese interesante juego de palabras, que aunque no deja muy clara la
situación, nos sugiere inquietantes paralelismos que a veces no
queremos ver, entre el amor y la timba, y sobre todo en cuanto a las
actitudes de los involucrados. Él: fascinado, ella: coqueta y
risueña... pero te va mintiendo el amor... Así está difícil la
jugada. Pero también puede ser al contrario, porque ¿acaso no hay mujeres engañadas? Aquí lo piensa y lo canta un varón, pero el engaño y la trampa no son exclusivos de ninguno de los dos géneros... ¡más difícil entonces!
Por
una cabeza, metejón de un día... hoy nos suena como grosero,
pero sabemos que metejón no viene de meter en el sentido de
introducir una “cosa” dentro de “la otra”, sino que viene de
cariño, de querer: Amor de un día, pasajero, sin futuro y sin
fundamentos... por una cabeza... casi... casi dura un poco más, casi
la hago mía, casi. Por hoy la tengo... por hoy soy su consentido, su
metejón, su camote, su cuchi cuchi. Ojalá me dure... o tal vez
mejor no... quien sabe.
Así
lo explica el diccionario de lunfardo.
Metejón:
Cariño, pasión, amor
Metejonearse / meterse: Enamoramiento.
Meterse: Encariñarse
Metido /a: Enamorado apasionadamente.
Metido: Endeudado.
Metejonearse / meterse: Enamoramiento.
Meterse: Encariñarse
Metido /a: Enamorado apasionadamente.
Metido: Endeudado.
Vemos
que no es para escandalizarse, como sucede con algunos oyentes
desinformados, entre ellos yo mismo hace mucho, antes de enterarme
del detalle; cuando un tango habla de la “dulce metedura”como
por ejemplo en “Esta noche me emborracho” o en este caso del “metejón
de un día”, está hablando más de cariño y amor que de pasión
cruda y directa. Son quereres, son amores, son cariños,
independientemente de que se llegue a meter o no la cosa
mencionada (pero no especificada) más arriba. Pero de allí a tratar de actualizar esos
dichos, por estos lares o en cualquier parte, hay un abismo de
distancia. Me parece tarea por demás difícil y además
completamente inútil. Lo que pasó, pasó. Imagínense:
-
Mamita linda... metejón de mi vida...
-
¿Metejón? ¿Éso te gusta? ¡Fuera marica!
O,
tal vez...
-Me
tienes loco con la metedura...
-
¡Lárgate, grosero! ¡¿Qué te has creído?!
O
peor aún:
-
¡Metedura será lo que tiene tu madre!
-¡Uyuyuy! Ahí si que nos matan dos pájaros de un tiro, con
mentada de madre como complemento.
Aunque
puede ser que haya a quienes les guste y le vean el lado interesante
al término mencionado. Puede ser.
-
Ay si... a mi me parece tan sugestivo éso de la metedura... si se
lo digo a mi novio, seguro que le gusta...
-
Puede ser, caballero, pero yo, en esas arenas movedizas mejor ni me
meto.
-
¡Ay que serio el metejón!
-
¡Fuera, oiga! ¿Qué confianzas son ésas?
Así
pues, Carlos Gardel, por una cabeza, y toda esta conversación
merecían un final más serio, seguramente más meditado, pido disculpas si no logré algo que nos
deje un toque de la filosofía del amor y del juego... si estás mal en
el juego, consuélate pensando que el amor te será favorable. Una
compensación más que suficiente. El verdadero amor... si es que
existe...
-
Y si pierdes en el juego y encima te rechazan en el amor... bueno,
para éso, ahí está el tango, para ayudarte a sufrir... ¡Por una cabeza! - ¿Otro café?
-
No, gracias...
-
¡Mozo! - ¡La cuenta!... nos vamos.
~
o ~
1En
1974 Dino Risi filmó en Italia la versión original de “Profumo
di Donna” con Vittorio Gassman, en la que luego se basó la
mencionada cinta de Martin Brest.
2
motoso / sa. adj. Perú. Dicho de una persona que habla con motes (errores).
.
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