UN
SONETO DE HACE 26 AÑOS
Y
UN RECUERDO DE HACE 50
27.12.13
*
Encontré
(bien guardados como tiene que ser) algunos escritos míos del año
1987 y como es de esperarse en estos casos, debo ser imparcial al
juzgar su calidad, contenido y forma. Situación complicada por el
evidente conflicto de intereses y la imposible objetividad necesaria
para ello. Me abstengo entonces de auto calificarme dejando ese
aspecto a quienes tengan a bien dedicarme algo de su tiempo. Tal vez
alguno de mis amigos o conocidos que tienen especial sensibilidad y
gusto por las letras me haga el honor de dedicarme un comentario...
quien sabe si el analítico e impiadoso Epdo, o tal vez Carlos o
Dante, amigos de esos años, o Nelson, Carlos, Mario o Rolando,
amigos de mi hermano mayor que me honraron con su amistad en mis
primeros años y que ni saben que escribo, en fin, aquí los dejo
librados a su suerte y los iré publicando de a pocos, indicando
simplemente la fecha correspondiente.
Sin
embargo, creo que sí es pertinente que haga algunos comentarios
tratando de ser objetivo y que proporcionen algunos datos que puedan
complementar dicha lectura.
Los
primeros versos que recuerdo haber escrito fueron para un concurso de
poesía de la secundaria, era sobre la madre, y yo pensé que no
había gustado, pero la verdadera causa de mi fracaso, pues no gané
ni una simple mención, fue que el profesor creyó que la había
copiado. En ese tiempo era imposible conocer al autor de cualquier
composición, no había Google ni nada que se le pareciera, así que
el buen profesor optó por rechazar mi obra prima por que la encontró
demasiado buena para un simple alumno del cuarto año. Aquí entre
nosotros, diré que a mi me parecía bastante cursi, algo traída de
los pelos, aunque cierto mérito tenía en cuanto a rima y métrica,
y el tema no estaba tan mal pues no hacía mucho que había terminado
la segunda guerra mundial y la alusión a la muerte podía
justificarse por ese lado... aunque estaba lejos de ser una
experiencia personal, a no ser que creamos en la reencarnación y yo
hubiera peleado tal vez en los campos de Francia, como dice la famosa
canción de Carlos Gardel: Silencio.
La
poesía ya no la tengo, pero recuerdo el principio, decía así:
Cuando
el hombre casi inerte
ya
ha perdido la esperanza
y
ve que la muerte avanza
trae
una luz a su mente
y
esa luz que sólo él ve
es
el nombre puro y santo
de
su madre que, entretanto,
va
rogando a Dios por él.
*
Recuerda
que cuando niño
en
sus brazos se dormía
más
abajo cariño rimaba con niño... y así eran cuatro o cinco
estrofas... al final el hombre moría pensando en su
madre, pensamiento que le daba paz y tranquilidad a su último
suspiro... no estaba nada mal para un adolescente, comprendo la
desconfianza del jurado pero no comparto ni apoyo esa actitud cómoda
de rechazar algo por una subjetiva suspicacia sin más fundamento que
su inocultable mediocridad y falta de profesionalismo y dedicación a
la honrosa tarea de maestro, que como se ve, no es para cualquiera.
Sinceramente,
creo que merecía mejor suerte, pero ganó un alumno de apellido
Cano, que tenía cierta fama de poeta de la que yo carecía... lo mío
era una sorprendente revelación que se encontró con un muro de
desconfianza y suspicacia... y le adjudicaron al otro el primer
premio, aunque su trabajo no me parecía superior al mío en ningún
aspecto, pero en fin, yo era concursante y no jurado.
No
era mi amigo Francisco Paco Cano, era otro. Ahora recuerdo
bien... el apellido era Fano, pero lo dejo así para no tener que
borrar el nombre de mi amigo.
*
Más adelante, como
todos, supongo, o como muchos de nosotros; vivía en dos mundos
paralelos que sin tocarse, posiblemente se influían mutuamente. Me
refiero al mundo práctico que gira en torno al trabajo o actividad
económica principal que uno realiza y por otra parte al ámbito
íntimo, que comprende los gustos, inclinaciones y los asuntos
intelectuales y emocionales más íntimos y personales.
Por
ese tiempo tenía un trabajo que en gran medida llenaba mis
aspiraciones, tal vez no tanto económicas porque ya se vislumbraban
los desastres que vinieron después, pero sí en cuanto a nivel de
gente con la que tenía que tratar y sobre todo por la casi completa
independencia para realizar mis tareas.
Era
viajero.
Pero
lo que quiero explicar aquí es el contexto en que escribí estas
poesías. Tenía suficientes amigos, más no siempre coincidíamos
plenamente en los recorridos, por lo que hacía bastantes viajes en
solitario, casi tantos como acompañado. Los libros eran mis más
íntimos compañeros y por ese tiempo leía y releía los cuatro
tomos con la Prosa Completa de Jorge Luis Borges, re-edición de
Bruguera de 1975, (no está el cuarto en la fotografía porque me lo
robaron, dentro de un maletín) también algunos volúmenes de Kafka,
hasta el famoso “Proceso”, siempre dejado de lado, al que nunca
pude encontrarle la gracia y sigue siendo tarea pendiente, aunque
cada vez me urge menos cumplir con ella. Horacio Quiroga iba también
conmigo, a veces Gilbert Keith Chesterton, y diversos autores, tan
disimiles entre sí que hasta Don Miguel de Unamuno
y
Fray Bartolomé de las Casas tuvieron a bien viajar a mi lado.
*
Me
detenía en cualquier poblado, ya fuera de puna1,
sierra, selva o pampa y me dedicaba a leer mientras me reconfortaba
con una taza de café. El más persistente de todos era Borges,
porque yo lo encontraba apasionante. Conocí a este autor antes de
que nadie me lo hubiera mencionado, en un económico libro de
bolsillo en rústica, uno de los famosos libros de la Biblioteca Del
Estudiante Peruano, TOMO X, terminado de imprimir el 2 de Octubre de
1958 en la imprenta del Colegio Militar Leoncio Prado. (Distribución
Gratuita se lee en la contratapa) que aún conservo por su gran valor
sentimental... viejito y ajado, se titula Antología de Literatura
Fantástica y fue para mí una bendición caída del cielo porque yo
tendría unos 14 o 15 años, ya en los sesentas, cuando llegó a mis
manos, usado; lo compré por unas monedas porque me atrajo ese título:
Antología de Literatura Fantástica... por un par de soles2...
irresistible. El modesto ejemplar tenía en la primera parte cuentos
de autores peruanos y en la segunda de autores extranjeros. Estaba
Edgar Allan Poe, que ya conocía desde chico creo que gracias a mi
tío Carlos, hermano de mi madre, Franz Kafka, Horacio Quiroga, cada uno con una narración.
Solamente Jorge
Luis Borges aparecía con dos cuentos: “La forma de la espada” y
“Animales de los espejos” y al final, Cortázar cerraba el
económico pero grandioso volumen con “Casa tomada”.
*
Creo que el mayor
beneficio que me trajo este modesto libro fue conocer a Borges de
primera mano, es decir, antes de que nadie me dijera que era un autor
muy culto, muy importante, muy “difícil”... por lo que lo leí
naturalmente y sin prejuicios, no recordaba haber oído su nombre y
me pareció genial. Lo grabé en mi archivo interior, y de esa manera
más adelante ya sabía que cualquier cosa escrita por él tenía
garantía de calidad.
Así conocí a
este autor tan ameno, tan didáctico, tan compañero y amigo. No veía
nada de raro en leerlo... hasta que un día, muchos años después,
escucho por casualidad a un colega, viajero de otra empresa, hablar
sobre mí sin percatarse de que yo estaba sentado casi a su lado.
-
Lleva esos libros en el auto para hacer creer que lee novelas de
Borges...
posiblemente
lo había llevado conmigo en algún corto recorrido y los libros le
causaron alguna recóndita aversión o instintivo rechazo. Su voz,
cargada de inocultable envidia pudo haberme causado alguna
incomodidad, si no fuera por el tamaño de la estupidez. Primero, que
yo no tenía ningún interés en fingir nada, y menos para personas
como ésa, y en segundo lugar porque Borges nunca escribió una sola
novela. Cuentos, ensayos, artículos, discusiones como él titula
algunas; inquisiones, ficciones y etc, etc además de sus originales
poesías. El emisor de la desenfocada observación quedó bastante
incómodo cuando algunos amigos le hicieron notar mi presencia y mi
sardónica sonrisa pareció tener el efecto de un mazazo, no volvió
a abrir la boca esa noche.
Pero
qué ameno encontraba yo a este autor que pasaba como un monstruo
sagrado para tanta gente que nunca lo leyó ni se siente impulsada a
hacerlo. De éso me salvó ese librito, a ese plácido sendero me
llevó con su módico precio, exhibido en la vereda por un vendedor
de libros usados, mi lugar favorito para buscar valiosos ejemplares
que estuvieran descuidados y monetariamente devaluados, cuando era
joven, por la asombrosa variedad de títulos y la siempre bienvenida
economía. Cien
años de soledad
lo compré también en la vereda. Más tarde, ya en librerías, encontré obras de
Borges escritas en colaboración con otros autores, como por ejemplo
con Adolfo Bioy Casares, pero el puro Borges tiene un sabor
inigualable. Es otra cosa.
*
Ésas y muchas más
eran mis influencias en esos años, los más diversos autores
encontrados en esos baratillos callejeros de diferentes barrios y
ciudades que eran como potentes imanes para mi insaciable curiosidad,
en especial esas colecciones de autores clásicos, famosos, que me
evitaban perder tiempo en lecturas menos provechosas. Estaban también
los obligados, y no por éso menos valiosos e interesantes estudios
referentes a los fármacos que debía promocionar y vender en mis
viajes. Yo era visitador médico, lo que me daba la oportunidad de
tratar con algunas personas bastante cultas y bien informadas... no
siempre estas cualidades coincidían con el éxito monetario de
dichos profesionales... había de todo, pero siempre existía más
probabilidad de encontrar gente interesante en el medio en que
desarrollaba mi actividad laboral.
*
Esos poemas los
escribía en las servilletas de papel de los restaurantes de las
carreteras por donde pasaba, también en el Marcantonio de Lince, en
Lima, que veía desaparecer sus servilletas en aras del arte poético,
bajo la severa mirada del mozo de la barra que se incomodaba tal vez
con mi presencia debido al derroche de papel. Es que escribir en las
servilletas es otra cosa, no me inspiraba igual ante una limpia hoja
de papel suelto o de algún cuaderno, el delicado, descartable, poco
consistente y triangular elemento me impulsaba a escribir con
vehemencia... café tras café, posiblemente éso me salvaba de ser
echado del local porque al menos consumía alguna cosa mientras iba llenando
y garrapateando las palabras en el improvisado y efímero folio que
eran esos simples retazos blancos. Los guardaba en el bolsillo y los
conservaba hasta poder transcribirlos a un “soporte” más
estable, como diría hoy... o sea hojas comunes de papel bond. Mi
amigo y artista Florencio Sánchez, dibujante y pintor, catedrático
de la Universidad Nacional del Centro, compartía ese gusto por
aprovechar las servilletas para sus bosquejos, mientras conversábamos
y me animaba a insistir con mis dibujos y caricaturas, otra de mis
aficiones que quedó, por el momento, dejada de lado.
*
Ésto
ya no es para nadie es especial, es tal vez sólo para mí mismo, y
para quien se interese en este humilde servidor. No había internet
en esos tiempos, no había mucha posibilidad de compartir los
escritos con alguien, ahora es mucho más fácil, pero la dificultad
es otra: habiendo tanto que leer, tanto material disponible que al
menos a mí me falta el tiempo para lo que quisiera leer; esperar que
alguien invierta el suyo en un ilustre desconocido de dudoso
talento es esperar demasiado, por éso, si no fuera mi primera
motivación el mismo placer de escribir, estaría condenado al
fracaso. Pero si con escribirlo y dejarlo aquí, a la buena... o a la
mala... de Dios, ya me doy por satisfecho, pues entonces el fracaso
no es posible. Con esa tranquilidad en el espíritu es que iré
soltando mis versos, poemas, narraciones y recuerdos... y que sea lo
que tenga que ser.
De todas maneras,
le doy infinitas gracias a quien se acerque a mis palabras y
pensamientos.
*
Aquí está una de
esas composiciones de 1987... en el fondo, nada a cambiado, sólo que
ahora tenemos más posibilidades de comunicación... infinitas si las
comparamos con esos tiempos no tan lejanos.
Un cordial saludo,
amigos.
Ricardo Kajatt.
*
INFINITO
(Soneto)
Noviembre
1987
No
tenemos una fecha ni un lugar
pues
pasado ni futuro tienen fin,
tampoco
ninguna parte es un confín
ni
centro en el Laberinto has de encontrar.
*
Si
jamás terminaremos de contar
siglos
pasados o siglos por venir,
así
tampoco acabaremos de medir
lo
inmenso o lo pequeño hasta acabar.
*
Porque
perdidos en espacio y tiempo
poco
importa si es rápido o si es lento
cómo
vivimos, ya que no hay medida
*
y
el camino del cosmos se ha perdido
por
infinito en todos los sentidos.
Sin
recorrerlo acabará la vida.
*
1Puna,
es una región altiplánica, o meseta de alta montaña, propia del
área central de la cordillera de los Andes.
2Sol
de Oro: Moneda peruana de esa época, luego fue el Inti (Sol en
quechua) y después de no sé cuantas vueltas hoy es otra vez el
Sol... pero en realidad es el Nuevo Sol.
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