TRATADO SOBRE PENDEJOS



Una pendejita o pendejaza, dependiendo si nos atenemos
a la séptima o a la novena acepción del término, posando
especialmente para ilustrar el presente estudio.

TRATADO SOBRE
PENDEJOS, PENDEJAS Y PENDEJADAS

Aclaración: En el título del estudio ponemos a los pendejos por delante porque si los ponemos detrás de las pendejas podemos olvidarnos del tratado y distraernos en cualquier otra cosa, lo cual sería una imperdonable falta de seriedad como también una gran pendejada.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española:
pendejo.
(Del latín. *pectinicŭlus; de pecten, -ĭnis, pubis).
1. masculino. Pelo que nace en el pubis y en las ingles.
2. masculino. coloquial. Hombre cobarde y pusilánime.
3. masculino. coloquial. Hombre tonto, estúpido.
4. masculino. coloquial. pendón (‖ persona de vida irregular y desordenada).
5. masculino. Andalucía.muérdago.
6. masculino. Andalucía. Especie de calabaza.
7. masculino. vulgar. Argentina. y Uruguay. Chico, adolescente.
8. masculino. despectivo. coloquial. Cuba. Persona cobarde.
9. común. coloquial. Perú. Persona astuta y taimada.

Veamos:
Lo primero que uno nota con extrañeza es la ausencia del femenino, que suele denotarse con una (a) final, en un término usado frecuentemente en ambos géneros, obviemos esta árida discusión sobre el asunto porque a todos nos consta que de haber pendejas las hay... ¡Y cómo! aunque los señores de la Excelentísima Academia se hagan los despistados y miren para otro sitio. Aclarada y corregida esta carencia del DRAE, ingreso de lleno a mi sesuda y compleja exposición. Aprovecho este preámbulo para notificar mi sorpresa por la contundente y unánime negativa de mis colaboradores en permitir que se los mencione y agradezca su valiosa participación en el presente trabajo, evitemos suspicacias y supongamos que se trata de una muestra más de la proverbial modestia de los grandes, en este caso los pendejólogos, a los que me veo en la necesidad de agradecer en forma anónima y colectiva. Gracias, pues, estimados pendejos.

Había sido que pendejo es una palabra de alcurnia, con largo recorrido e historia, con raíces en Latín y todo, como se dice: “con pedigree”. Y seguramente debido a su antigüedad es que ha ido variando su sentido y tomando incluso significados opuestos entre una región y otra, como en el caso de Perú, donde se utiliza para designar a una persona astuta y taimada (Ejm. ¡Pero qué pendejo!), mientras que en México y centro América se refiere más bien a alguien estúpido o tonto. (Ejm. ¡Pero qué pendejo!)

En Argentina, Paraguay y Uruguay tiene un significado más sencillo y que permite utilizarlo con mayor decoro y aún ante la presencia de la esposa o la suegra (con restricciones según a que pendeja te refieras, en este caso recomendamos usarla para aludir a hijos y/o nietos pero evitarla si se trata de la fulanita en mini falda que vimos en el Shopping, por ejemplo), pues se refiere a la gente menuda, de adolescentes para abajo. (Ejm. ¡qué linda pendeja!) Mientras, otra vez en Perú, diríamos ¡pero qué buena pendeja! Lo de “Buena” y “Pendeja” es una contradicción apenas aparente pues no se trata tanto de destacar la bondad ni las piadosas cualidades de la mencionada, sino más bien la excelencia en cuanto a sus habilidades pendejísticas, o sea qué tan bien hace y/o desarrolla y/o ejecuta sus pendejadas.

Que le digas pendejo a un charro mexicano ya es suicidio, porque puede derivar en una masacre a balazos que te deja, además de muerto, sin más ganas de tratar con semejante variedad de intolerantes pendejos, mientras que en Perú puede ser que el aludido hasta se sienta halagado por tu apreciación, salvo que agregues algún adjetivo aclaratorio, como por ejemplo “pendejo de mierda”, lo que ya cambia por completo el sentido del vocablo, llevándolo a la segunda parte de la novena acepción del diccionario, dándole una incuestionable cualidad difamatoria e “insultativa” que la hacen ya pendejada de mayor alcance y consecuencias.

En Paraguay puedes decirle pendejo a cualquier pendejo, y pendeja a cualquier pendeja, da lo mismo que si no hubieras abierto la boca, porque los chicos por estas latitudes no tienen mayor interés en escuchar lo que tenga que decirle la gente mayor. Cuando terminaste de decir “¡Oye pendejo, ya te dije que no te voy a prestar el auto!”, el bienaventurado adolescente ya dio la vuelta a la esquina haciendo chirriar tus neumáticos nuevos que te costaron docientos cincuenta dólares cada uno, y éso porque el pendejo (a lo paraguayo) de la distribuidora no consiguió hacerte la pendejada (a lo peruano) que tenía prevista para guardarse la diferencia de precio en el bolsillo. Aquí desde pendejos son de mucho cuidado. Aclaro que escribo desde Paraguay, para los que no tienen la información pertinente.
En cambio, en Perú, un afectuoso “qué pendejo”, acompañado de suaves palmadas en el hombro o espalda y una sonrisa cómplice, pueden consolidar y/o iniciar una gran amistad que a su vez puede ser la base o fundamento de infinidad de posteriores pendejadas, con discutibles consecuencias dependiendo de a cuál de las acepciones del vocablo nos remitimos.

Porque hay pendejadas y pendejadas, que no es lo mismo aunque se diga igual... y hay pendejos y sobre todo pendejas que pueden llevar la presente elucubración a dimensiones insospechadas que seguramente sobrepasarían largamente las pretensiones de este texto, aunque no las expectativas de alguna de las más consumadas pendejas que no suelen hacerse mayores problemas por cuestiones de largura, longitud y demás dimensiones ponderables.

Sobre la utilización del término en Cuba y en Andalucía, me parece que sería mucha pendejada incursionar en detalles que ignoro por completo, así es que lamento tener que dejar intocados aspectos tan interesantes como Muérdago, Calabaza, Pendón y hasta Cobarde, porque me parece que incursionar en ellos sin la debida información sería considerar a los lectores bastante más pendejos de lo previsto.

Para no dejar de lado la primera acepción del término estudiado, haré alguna breve observación al respecto, es así que el humilde Pectiniculus, ese vergonzoso pelo púbico que al aparecer tirado por allí, como se diría fuera de contexto, nos avergüenza con ése su impúdico y característico rizado imposible de atribuir a un pelo más decente y que merezca nuestro respeto o por lo menos consideración. Porque no es lo mismo encontrarse con un cabello, digamos que en la sopa o entreverado con los tallarines, que con uno de esos ejemplares de los que estamos tratando... el tránsito de la cabeza a la olla, o al plato, vaya, se entiende, pero el otro... ¡cómo es que fue a parar allí! Ya la explicación es mucho más ardua y difícil, además de imposible de justificar.

Estas apreciaciones en su calidad de compuesto queratínico (pelo para los no iniciados en los misterios de la composición íntima del elemento) nos pueden llevar a muchísimos estudios y arduas explicaciones que prefiero evitar aquí por cuestiones de paciencia y sobre todo de difuminación cerebral y des-concentración mental e intelectual del hipotético y quien sabe inexistente lector, pendejo o no, que me acompañó hasta este nivel, lo que implicaría además tener que explicar los efectos psicológicos de su observación en directo y en loco (no que se haga uno el loco, sino en su lugar natural, es decir: Allí) que son bastante variados y de motivaciones y características muy diferentes, y nos obligaría a incursionar también en el aspecto socio-antro-gineco-procto-tanatológico del pelo púbico o pendejo a secas (aunque muchas veces se encuentre mojado por diferentes aunque previsibles líquidos), tanto in vitro como, mucho más impredecible e interesante, in vivo.
~ o ~

Así es que llegamos a la sorprendente conclusión que Pendejo(a) puede ser un pelo púbico, un ingenuo chico adolescente, un taimado estafador, un astuto negociador, un estúpido a la deriva, un bobo idiotizado, un cobarde consumado y hasta un simple descuidado o desordenado individuo, tanto en masculino como en femenino, y lo abrevio así pues por tratar de ser políticamente correcto terminaría por hacer un verdadero pandemónium de este artículo que por sí solo ya patina entre los bordes de lo confuso y lo genéricamente indescriptible e intolerable.

Por lo estudiado y descrito anteriormente es que su uso se presta a confusiones y es una de esas palabras que pueden meternos en problemas cuando estamos de viaje en alguna región donde su significado no concuerda con el que estamos habituados a darle.
Acompañada de: Coger, Tirar, Pisar, y otras más, Pendejo es una de esas palabras que más vale evitar si no se está seguro del terreno que se está pisando... o en que se esté posando el pié, es mejor ser precavidos.

Quiere decir que no se puede clamar simplemente: “¡Pendejos del mundo, uníos!” por ejemplo, sin riesgo de convocar a una muchedumbre compuesta de tan disimiles individuos que conseguir fin alguno sería completamente imposible. Dejemos este aspecto a los pendejos profesionales que se dedican a la política y que suelen ser mucho más aventajados que los demás pendejos en cuanto a sus inconcebibles y siempre impunes pendejadas.

Decir “No seas pendeja” puede tener consecuencias inesperadas según se trate de la astuta, la ingenua, la boba o la chiquilla que se verá en la imposibilidad de aumentar su edad sólo para responder a tan vago requerimiento.

“¡Este pendejo me tiene podrido!”... ésa es más complicada aún... ¿es el niño que te está perturbando con alguna travesura? ¿el sinvergüenza que pretende estafarte? ¿el estúpido que te chocó el auto? Imposible determinar a qué se refiere sin estar en pleno conocimiento del contexto y/o las circunstancias que acompañan tal interjección.

“Voy a buscar a la pendeja”... Uyuyuy!...¿a cuál de las pendejas? Si es la chiquilla y no se trata de tu hija, te pueden acusar de pederasta, si es la astuta... no vas a ser tan huevón de andarlo pregonando, a no ser que seas uno de esos pendejos (aquí cada uno que lo interprete como quiera) que gusta de lucirse ante sus amigos, tanto o más pendejos (ídem la interpretación) que él.

Ser pendejo(a) puede ser un arte, una habilidad, una deshonra, una desgracia o un estado circunstancial y temporario... y como se deduce fácilmente de esta reflexión, hay quienes no pueden darse el lujo de ser pendejos o permitir que se les adjudique el título sin quedar seriamente comprometidos en su honra y decoro. Por ejemplo a mí, con más de sesenta años encima, que se me tilde de pendejo ya es complicado, lo único que me podría salvar de la ofensa y la vergüenza sería, paradójica y precisamente, la pendejada misma. ¿Necesita explicación? ¡No pues, no sean tan pendejos!
~ o ~