domingo, 26 de febrero de 2017

Palabras, palabrotas, palabrines y palabrejas


Descubrieron la palabreja


Nada se salva de ser calificado o descalificado, a veces con adjetivos y otras veces alterando el mismo sustantivo que se quiere modificar. Veamos:

- Dijo el ciego...

- No es gracioso, ese chiste ya está sobado y resobado; pero su inoportuna intervención, contradictoriamente, nos cae de perlas porque voy a tomarlo como ejemplo.

¿Tenemos un tipejo o un tipazo? Lamento decir que en este caso es un tipejo. Ya tenemos un caso de descalificación utilizando la forma alterada del sustantivo: tipo, que en el ejemplo citado pasa a ser tipejo.

- ¡Uy... me cayó gratis!

- No señor, se lo ha ganado.

Y qué hay de la palabra misma, esa herramienta de sabios y filósofos, materia prima de poetas, principio de escritores, mecanismo de legistas, instrumento de oradores, utensilio de escribanos, elemento de lectores, pertrecho de estafadores, artilugio de seductores, cachivache de habladores, armatoste de ignorantes y cacharro de pedantes.
Lo prometido no siempre se cumple, pero eso cuando se cumple se dice y se resalta; es así que en anterior estudio ya había incursionado en el tema y adelantado la clasificación que expongo a continuación y comprometiéndome a desarrollarla oportunamente. El momento ha llegado, pero trataré de ser breve porque los tiempos no están para larguras ni mucho menos para alargamientos.
La clasificación lingüística del Doctor Maal Andrón es bastante compleja y azarosa, por lo que para este estudio he optado utilizar la más sencilla aunque no menos precisa clasificación simplificada de su discípulo y pariente (hijo putativo), el inquieto Licenciado Maal Andrín, quien las divide sencillamente en cuatro apartados:
  
1) Palabras, 2) palabrotas, 3) palabrines y 4) palabrejas.

Palabrasas sería una sub-división de palabrotas, así como palabrunas lo sería de palabrejas.
Palabrucha compone el conjunto de palabrines de las que paparrucha sería solo una consecuencia o derivado.
Es así que  palabreable, palabracho y palabráceo caben holgadamente en la acomodaticia  aglomeración del susodicho putativo.
También palabrajo, palabraco y palabramen encuentran su preciso lugar en ella, así como palabrismo, palabrazgo y palabrátero.
No piensen que los quiero apalabrar, mas todo es palabrable y quien no palabrea no solo será palabreado corriendo el riego de quedar palapirético, lo cual tampoco es muy grave pues se puede solucionar con una adecuada palaterapia y si no funciona, ya como último recurso recurrimos al palatafio.

A mí me gusta enseñar con el ejemplo (que lo haga ya es otra cosa), por eso, tratándose de los lectores del blog, que llegan con las ansias de ver iluminadas sus ya preclaras mentes y/o intelectos, auscultemos nosotros mismos el tema, con audacia y sin hacerle ascos a la pus, vayamos al grano, porque dermatólogo no hay. (Tenemos un ginecólogo, pero está con los dedos ocupados).  



¿Qué palabrota dijiste?



Tremebunda me miraste...
y lanzaste cual pelota
la tremenda palabrota
y en mi autoestima acertaste;

aplacarte yo intenté
tan solo con palabrines
y esperando que te afines
en desventaja quedé.

Te mandaste a un nuevo asalto
y tu fea palabreja
zumbó rozando a mi vieja,
mas te la pasé por alto,

y dando un paso adelante
usé bien de la palabra,
mientras tú, loca cual cabra,
amagaste otro desplante

creyéndote amenazante:
tiraste una palabrucha,
pero tu razón no es mucha
y fue muy simple el aguante.

Me esgrimiste por delante
horrorosa palabruna,
y yo respondí con una
que te sirvió de purgante.
~

2 comentarios:

  1. Ricardo la semana pasada me quedé asombrado de lo que puedes hacer de una cosa tan simple, como es el dedo y su introducción, ahora me sorprendes más con el uso del idioma, parecido a Balzac, de una palabra haces un prólogo y un poema, fantásticos, te felicito.

    Fernando Atala

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