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Continuamos la serie de estudios e incursiones en temas varios que una vez más se llama articulo1 dominical porque sale en domingo, si sigue saliendo los domingos se seguirá llamando de la misma manera y si no, pues no. Aclarada tan importante cuestión entremos de lleno a lo que nos ocupa esta vez: “Los Cornudos”.
1No
falta el acento, porque se trata de un Arti culo, que viene de articulación artística y no de lo que están pensando.
CANTAR PRIMERO
- Tierna amada que te noto
tan ausente y distraída
¿qué pasó con mi comida
que no veo ni un poroto?
- Pues no me hagas alboroto,
porque tú ni te imaginas
qué me pasó por encima
dejándome el plato roto.
- ¿Pero qué pasa, caballero? ¿Todos los poetas son cornudos?
- No, y tampoco todos los cornudos son poetas... porque si así fuera..¡qué producción habría! ¿Y por qué pregunta éso?
- Bueno, por tantas poesías que hablan de desamor, de abandono, de penas...
- Es que cuando se está triste es que se escribe más... cuando todo marcha bien parece que no hay tiempo para esas cosas. Debe ser por éso... igual que los boleros.
Este diálogo tuvo lugar hace algún tiempo, pero sigue vigente. Yo, felizmente en este tema tengo poca experiencia... ¡menos mal! pero, como dicen por allí que de los cuernos y de la muerte no se escapa nadie, me puse a reflexionar si alguna vez me los pusieron a mi, porque los dichos populares son cosa seria y si dicen una cosa pues puede usted estar seguro de que es cierta.
- Entonces... todos...
- Sí señor, como lo dice bien claro el dicho: Todos somos cornudos, o lo seremos algún día. Los cuernos nos acechan constantemente.
- ¡Qué barbaridad!
- Entonces... todos...
- Sí señor, como lo dice bien claro el dicho: Todos somos cornudos, o lo seremos algún día. Los cuernos nos acechan constantemente.
- ¡Qué barbaridad!
Entonces, siguiendo ese razonamiento lógico, a mí (como a todos) alguien me tiene que haber puesto los cuernos por lo menos una vez, o lo que podría ser peor: me los van a poner recién y yo ni me doy por enterado. Pero no... descartemos la segunda posibilidad por una serie de apreciaciones que es mejor no tocar ahora porque merecen un capítulo separado y vayamos a la primera parte de la "ecuación", ésto es, que ya me los pusieron.
- ¡Y lo dice así como si nada!
- Pues todo sea para no darle la contra al dicho popular, y seguramente me los pusieron con anestesia porque ni cuenta me di.
Como decía, me puse a reflexionar y llegué a la conclusión de que sí me tocó mi ración en la repartición de cornamentas, pero, seguramente que para bien mío, fue cuando recién empezaba con mis incursiones en el terreno amatorio (qué fea palabra: amatorio... la dejo allí por lo fea que es). Tenía una noviecita antes de cumplir los quince, ambos menores, y la relación era lo que se podía esperar en esos tiempos de una pareja tan joven: casi nada. No como ahora que las niñas se saben hasta el quinto tomo del kama sutra y encima no se les puede decir nada porque vas preso. No daré más detalles de la dulce corneadora ni de la época ni del lugar para que nadie se ponga a hacer suposiciones y se manche el honor de las damas, doncellas y señoras que el destino me puso por delante (¡vaya finura y pretensiones!) pero la corneada existió aunque la relación no había pasado de una tomadita de mano y algún besito más o menos travieso.
Ahora que lo pienso, más bien fue como una vacuna. O sea que después ya no hubo más...
- ¡Ja ja ja!... perdón... ¿está seguro?
- Bueno, al menos éso creo. Ya no es momento para ponerse a averiguar ciertas cosas que al final es mejor ignorar.
Ahora que lo pienso, más bien fue como una vacuna. O sea que después ya no hubo más...
- ¡Ja ja ja!... perdón... ¿está seguro?
- Bueno, al menos éso creo. Ya no es momento para ponerse a averiguar ciertas cosas que al final es mejor ignorar.
- Entonces no fue casi nada, oiga usted. Una "corneadita" nomás...
- Menos mal, pudo haber sido peor pero por suerte mía la cosa me tocó tan temprano que no dejó huella, tanto así que me costó un gran esfuerzo de memoria llegar a identificar la tortuosa circunstancia hoy relegada al olvido.
- ¿Y no será cuento? Puede ser que tenga otros cuernos más grandes que no quiere reconocer.
- Pues no, y si así fuera, tampoco es para salir por allí a gritarle todo el mundo lo cornudo que es uno.
Y como el dicho no especifica el género, quiere decir que ellas también están incluidas en la repartición de los mencionados ornamentos, lo que a su vez significa que el cornudo también puede cornear... ¡Y claro! ¡Para qué son los cuernos, entonces!
CANTAR SEGUNDO Y ÚLTIMO*
- ¿De dónde vienes mi amor
que pareces tan cansado?
Ya que tanto has trabajado
quiero darte mi calor.
- No importa dulce sirena
si estoy algo sofocado,
es por lo que me ha costado
terminar cierta faena.
Como se puede apreciar, el asunto da para mucho más. ¿Quién los pone, cuándo, cómo y porqué? ¿Cuántas veces? ¿Con el mismo (o con la misma) o con diferentes sujetos? Consecuencias de la corneada. ¿Se puede ser feliz antes y/o después de la corneada? ¿Durante? - Bueno, depende si uno cornea o es corneado, en fin, se nota la falta de preparación de este autor para incursionar en los complicados recovecos de esta escabrosa (aunque a veces divertida) materia. Dejo entonces el reto de desarrollarla a quien o quienes tengan el conocimiento y el coraje de entar más a fondo en la misma. (En la materia tratada, se entiende)
- Y para cerrar el tema ¿me permite una pregunta personal?
- A ver, pregunte lo que quiera.
- ¿Usted le puso los cuernos a alguien alguna vez?
- ¡Nunca, jamás!**
~ o ~
* El que canta último canta mejor.
** Es la "respuesta-patrón" en estos casos.
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