domingo, 2 de mayo de 2021

José Santos Chocano, abreviado y reeditado

 

Francisco Pizarro y su caballo


Quiero volver a publicar este artículo y poema escritos hace cinco años (03.04.2016), en vísperas de elecciones presidenciales y en situación parecida a la que estamos enfrentando ahora. No hemos cambiado de ideas ni de actitudes, lo escrito esa vez fue leído por muchos que hoy ya no están, fueron muertos por el Covid-19 o por lo que buenamente pudieron encontrar como salida.

Pero no lo publico solamente porque quienes lo leyeron hayan muerto (no todos, claro), sino porque todo su contenido sigue vigente y me gustaría que lo leyeran algunos vivos. 

Cito fragmentos de José Santos Chocano y al final del artículo está mi poema.

Agradecido de antemano por la atención.   

Indio tú, que no eres indio.

Siempre es mejor saber siquiera un poco antes que no saber nada, y para quienes si lo sepan, la presente nota servirá como un simple entretenimiento. Me refiero al gran poeta José Santos Chocano, cuyas poesías recitábamos en las celebraciones escolares, y cuya vida no era precisamente un buen ejemplo. La obra del poeta fallecido en 1934, fue de tal importancia que se optó por no remover otros aspectos, al fin y al cabo sus poemas tenían un valor propio y no era conveniente desmerecerlos con cuestiones que no tenían que ver con lo artístico, además sus obras reforzaban la posición política de los diferentes gobiernos, y así llegamos hasta los años en que transcurrió mi infancia, los años cincuenta del siglo XX, cuando por ejemplo todavía se celebraba el descubrimiento de América cada 12 de octubre con esa inocencia y falta de sentido crítico que hoy nos parecen el colmo de la ingenuidad; cuando los buenos habían ganado a los malos en la segunda guerra mundial y el cine hollywoodense, el único que veíamos, nos mostraba a alemanes y japoneses como horribles engendros: fríos, sádicos y calculadores los primeros y violentos energúmenos con apariencia de sub-humanos los segundos. Los niños solían recibir armas de juguete en navidad y alegremente jugaban a la guerra mientras duraran los juguetes, en su mayor parte de procedencia japonesa (con la calidad de los juguetes chinos de hoy), lo cual no tenía mayor importancia ni llevaba a deducción alguna, no había casi nada que fuera "políticamente incorrecto"; el que hacía de japonés o alemán se esmeraba en hacer una buena actuación de agonía antes de estirar la pata por causa de las balas imaginarias del soldado bueno que era el otro, con temblores, gemidos y atragantamientos antes del estertor final, a veces se le reclamaba ¡Tú no sabes morir! ¡Así no vale! a lo que el aludido contestaba ¡Yo quiero ser el jovencito, pé!... y me pregunto ¿crecimos mal? no sé, pero Chocano, que vivió y murió antes de esa guerra, sí le metió  un tiro de verdad a Edwin Elmore, joven escritor, durante una discusión sobre política en el local del diario El Comercio donde ambos publicaban cartas acusándose e insultándose mutuamente. Se sabe que Edwin murió en un hospital dos días después y a Chocano lo condenaron a tres años de prisión... pero estuvo preso dos años nada más, porque el congreso, compuesto por gente amiga, decidió cortar el proceso y sacarlo a que se ventile al aire libre. Ya había estado preso algún tiempo antes, como un año, por subversivo, durante el segundo gobierno de Andrés A. Cáceres. Cuando cambiaron los vientos salió libre y se acomodó bastante bien con los siguientes gobiernos de Leguía, apoyando también a todas las "dictaduras organizadoras" en el continente.


Siendo diplomático en España, se vio envuelto en un escándalo de estafa precisamente al Banco de España (¡era un criollazo!) por lo que tuvo que dejar el servicio y desaparecer por un tiempo. Tras diferentes aventuras en Cuba, Puerto Rico, México, Guatemala, volvió al Perú en 1921 donde fue recibido con honores y premiado con una corona de laureles fabricada en oro, fue entonces que se hizo amigo del mencionado presidente Leguía, por éso no estuvo en la cárcel mucho tiempo después de meterle un tiro a Edwin..., se dice que fue en una pelea en la que el occiso se abalanzó sobre el poeta quien tuvo que defenderse de esa forma, aunque el otro no estaba armado.


Más tarde se fue a vivir a Santiago de Chile, donde, como dice el refrán: quien a hierro mata a hierro muere, nuestro poeta fue asesinado en un tranvía, por un supuesto loco que aseguraba haber sido estafado por éste en un asunto de búsqueda de un tesoro. Que se sepa, él nunca encontró tesoro alguno y murió pobre. Lo que sí se sabe es que le gustaba derrochar el dinero, cuando había.


Que no parezca que hablo mal del finado, total, todas estas cosas están en su biografía a la que cualquiera puede acceder, y si las comento aquí es porque son parte de este polémico personaje. No todos tienen que ser buenitos todo el tiempo y quien se crea superior que lo diga y lo demuestre. Yo no, se sobreentiende.


Pero vayamos a lo que interesa, que son sus poesías: Muchas y muy buenas, y como decía antes, las recitábamos en la escuela; por ejemplo "Los caballos de los conquistadores", un poco larga para aprendérsela de memoria, sin embargo no faltaba alguien, casi siempre una alumna, que se la sabía toda y nos asombraba y conmovía con esos fabulosos caballos que poco tenían que ver con nosotros, pero que participaron de grandiosas hazañas como co-protagonistas de fabulosas aventuras. En su obra, los indios eran sólo parte del paisaje; en la escuela primaria nos enseñaban que el indio valiente era indio muerto (como Cahuide), y el indio pusilánime o vendido era el indio bueno (como Felipillo, que también terminó muerto, pobre), mientras los españoles eran los autores y actores principales de nuestra historia. A pesar de todo, los caballos no tienen la culpa y el poema, en verso libre, le quedó bastante bien. Comienza así:


 

¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Sus pescuezos eran finos y sus ancas
relucientes y sus cascos musicales...

¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!

¡No! No han sido los guerreros solamente,
de corazas y penachos y tizonas y estandartes,
los que hicieron la conquista
de las selvas y los Andes:

Los caballos andaluces, cuyos nervios
tienen chispas de la raza voladora de los árabes,
estamparon sus gloriosas herraduras
en los secos pedregales,
en los húmedos pantanos,
en los ríos resonantes,
en las nieves silenciosas,
en las pampas, en las sierras, en los bosques y en los valles. 


 . . .y el poema sigue... pero no aparece ningún indio, sólo entran en escena a mitad del poema, al lado de Atahualpa, como personajes secundarios simplemente para recibir la salpicadura de la baba de un caballo... bueno, es una poesía para enaltecer a los caballos, tal vez está bien que sea así.


El poema completo está aquí. 


Y ese otro, que también se recitaba y se aprendía de memoria, que a mí me causaba una rara sensación de angustia, porque estábamos en el país de los indios y esa amarga tristeza con la que siempre los pintaban me parecía preocupante. Indios callados, taciturnos... estaban mal... ¿Por qué? - ¿Y ésos que bailaban felices disfrazados de diablos y otras cosas, acaso no eran indios? - No parecían estar muy tristes -  ese poema me confundía, lo sentía injusto o tal vez falso. Se llama "Quien Sabe", y comienza así:


 

Indio que asomas a la puerta
de esa tu rústica mansión:
¿Para mi sed no tienes agua?
¿Para mi frío cobertor?
¿Parco maíz para mi hambre?
¿Para mi sueño, mal rincón?
¿Breve quietud para mi andanza?

-¡Quién sabe, señor!


El indio no dice nada y sólo entrevemos algo de sus pensamientos por las suposiciones y elucubraciones que hace el otro, el no indio, que no se sabe por qué ni con qué derecho le pide agua, comida, techo y abrigo. A mí me parecía una inversión de papeles y hasta un abuso pedirle todo éso al indio, que yo no sabía bien por qué estaba siempre triste, y que se lo pida el blanco, que se supone tiene más; y qué pasaría si el indio le pide a él todo éso... no sé si le contestaría con ése quien sabe, señor... o tal vez, más pedestre y criollo, con un despectivo ¡pasa, pasa!


La poesía completa está aquí. 


Y de tanto indio por acá e indio por allá, me viene una cuestión de difícil explicación... ¿Indios en América? Los indios son de la india y punto, todo deriva del extravío de los primeros europeos que llegaron por estas tierras buscando una nueva ruta para las Indias, porque la otra no es que no fuera buena, es que se complicó cuando  los turcos tomaron Constantinopla (hoy Estambul que sigue siendo de los turcos) que estaba en poder de los latinos y que dejaban pasar nomás, por lo menos a los europeos; los turcos pusieron condiciones más severas al tránsito, y cobraban impuestos, claro.  


A los indígenas de estas tierras los llamaron indios porque creían haber llegado a la India, y con ese nombre se quedaron, más adelante, ante el clamoroso error, se comenzó a usar amerindio, o indio de América, lo cual es en sí mismo una contradicción. No es como afro-americanos, que son descendientes de africanos nacidos en América, los "indios de América" de indios no tienen nada, solo el nombre mal puesto y parece que ya es tarde para cualquier reclamo sobre el asunto. Pero yo soy terco y no me importa si pasaron quinientos años, insisto: no son indios.


Existe también la confusión que pretende solucionar el asunto utilizando la palabra hindú para los indios de la India y dejando la palabra indio para los aborígenes americanos. Son malabarismos que se hacen para tratar de solucionar el problema. El diccionario nos dice que Indio es ahora el de la India y también el de América, quedando la confusión sin resolver, o como les gusta decir a los doctores de la lengua... "depende del contexto". Así cualquiera...

Según el DRAE:


hindú

Del fr. hindou, y este del urdu hindū 'de la India'.

1. adj. hinduista. Apl. a pers., u. t. c. s.

2. adj. Natural del Indostán, región de Asia. U. t. c. s.

3. adj. Perteneciente o relativo al Indostán o a los hindúes.


indio, india

1. adj. Natural de la India, país de Asia. U. t. c. s.

2. adj. Perteneciente o relativo a la India o a los indios.

3. adj. Dicho de una persona: De alguno de los pueblos o razas indígenas de América. U. t. c. s.

4. adj. Perteneciente o relativo a los indios de América. Traje indio. Lengua india.

5. adj. Perteneciente o relativo al indio (‖ grupo de lenguas). Léxico indio.

6. adj. despect. Bol., Col., Guat., Nic. y Ven. inculto (‖ de modales rústicos).

7. m. Grupo de lenguas indoiranias del centro y norte de la India y de Sri Lanka, entre las que destacan el hindi, el urdu, el cingalés, el bengalí y los extintos sánscrito y prácrito.

...   India* (la). País de Asia. Gentilicio: indio, india. Cap. Nueva Delhi. Indonesia. País de Asia. Gentilicio: indio, india...

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...   India* (la). País de Asia. Gent. indio, -dia. Cap. Nueva Delhi. Indonesia. País de Asia. Gent. ... - See more at: http://www.rae.es/search/node/


Así que tenemos indios en la India y en América también, porque así les queda más cómodo... a los que no son indios ni les importa el tema.
Y aquí está mi poesía y mi opinión al respecto.



Indio tú, que no eres indio

Ricardo Kajatt Súmar


Indio que no eres de la India,

llamado así por un error

¿es solamente por desidia

que buscas presidentes en Japón?

Indio que no te identificas

con lo que es solamente una abstracción,

palabra que piensan justifica

y resuelve la antigua confusión;

otros dicen indo-americano

igual se equivocaron de plano.


Indio que alzaste la mirada

queriendo convertirte en un señor,

lograste los honores de doctor

en Oxford, en Maryland o Harvard,

no sea que ese título que cargas

pudiera convertirte en un traidor,

y buscando sentirte superior

con alguna extranjera ya te casas,

y si es blanca y rubia qué mejor

que tus hijos no tengan tu color.


Indio, por tu identidad confusa

no consigo hallarte un sustantivo,

que la tierra de la que eres nativo

no corresponde con aquel que se usa,

ahora que se abrieron las esclusas

de todas las sangres de la tierra,

son pocos argumentos los que quedan

y se van acabando las excusas,

aún así no nos conformamos

con esos hermanos tan variados.


Indio que sigues conquistado,

en afán de justa rebeldía

intentaste alguna fantasía,

aventura que no ha funcionado;

por caminos torcidos y extraviados

no faltan los que pierden  la conciencia

cayendo en censurable delincuencia

volviéndose temibles y alienados,

no olvidemos que en este tercer mundo

el expolio es largo y es profundo.


Indio, rechazo yo ese nombre

porque es falso, extraño y mentiroso,

de trasfondo ofensivo y alevoso;

no eres indio, tú sólo eres un hombre,

si es mucho o poco no sé, pero es bastante

para verte tratado como hermano

igual que cualquiera ser humano

construyendo el destino que soñaste,

indio que de indio nada tienes

dime cual es el nombre que prefieres.


Y si no...

Con los siglos lo habremos superado,

cuando todos ya estemos bien mezclados.

~



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