martes, 1 de junio de 2021

Reflexiones electorales y más

Pedro Castillo y Keiko Fujimori

Estas elecciones para presidente en Perú han tomado un aspecto extremo y por lo mismo interesante y digno de atención. No sé si por el solo efecto del azar o si ha habido algún tipo de manipulación de votos en la primera vuelta, pero el hecho es que han quedado dos candidatos que no se esperaba que pasaran a la segunda vuelta. Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Este espacio no es para hacer grandes descripciones de los candidatos, baste decir que uno representa la izquierda y el pueblo y la otra la derecha y las élites. El rechazo hacia Fujimori es tal, que según todas las encuestas, ella perdería contra cualquier candidato en segunda vuelta, menos con Castillo. Ese era el único al que supuestamente podría ganarle, y ahora, a cuatro días de las elecciones, parece que puede ganar el candidato del pueblo, ese que nadie se esperaba, Pedro Castillo, el cholo, y de ahí mi reflexión de lo que sucede.

REACCIONES AL DEBATE

Les gustaba el cholito mascota, el cholito como parte del paisaje, el cholito para sacarle fotos en la puna, en las ruinas o en la feria; no les gusta que el cholo sea gente como todos, el cholo que no agradezca el buen trato que le dan como limosna, no porque lo merezca como todo ser humano sino porque el patrón es bueno. Me dan asco y vergüenza. Y no me reclamen el por qué de mi odio. Odio esa hipocresía, odio ese carga montón que le hacen al hombre que se atrevió a ser candidato sin la bendición de nadie, ese bullyng cobarde y ese desprecio sustentado por el complejo de sentirse más y mejores que el cholo.

Los errores del pituco no son errores, los del cholo sí y además imperdonables. Los errores del bacán hasta se copian, los errores del cholo se condenan.

Reventó el chupo del racismo acomplejado, cholos contra cholos, unos que aprendieron a hacerse a los no cholos, otros perdidos entre esa confusión y muchos más que ya no quieren imitar al otro para ser aceptados en una sociedad que los desprecia, una sociedad injusta y por eso mismo condenada a desaparecer o transformarse. Lo que recién va a empezar.

Hemos visto un debate a medias, donde una psicópata provocaba y despreciaba al cholo que tuvo el atrevimiento de levantar la cabeza sin pedir permiso a los patrones; le cambiaba el apellido, le ponía apodos y lo calumniaba, mientras el hombre resistía sereno a las agresiones sin responder los agravios, lo que enfureció más a la agresora mentirosa que veía fracasar su táctica matonesca y deshonesta como es todo en ella.

A la candidata identificada con los que quieren un Perú excluyente no se le critica nada, al hombre humilde que por un asombroso triunfo de la voluntad está donde está, se le critica hasta el modo de existir.

No se le perdona nada, es cierto que se equivoca, pero la saña es total y exagerada, y a sus errores se le suman apreciaciones muy sesgadas con las que los discriminadores están de acuerdo de manera automática. Tienen códigos que excluyen al cholo y lo condenan de antemano, basados en la imperdonable culpa de un hablar característico, de una vestimenta o de unos rasgos que detestan y quisieran no tener que ver jamás, aunque muchas veces se asoman tercamente en sus espejos.

Me cuestionan algunos que cómo es posible que yo, “tan culto e inteligente”, pueda apoyar a ese ignorante, pero lo que de verdad me cuestionan es que cómo yo, que no soy cholo, no esté con ellos y defienda el otro lado. Esos son con los que no quiero estar, no puedo estar; a los que no quiero apoyar, no me gusta y no comparto su idea de lo que debe ser el Perú. Ellos quisieran que el Perú fuera otra cosa y no lo que tiene que ser.

Piensan que el cholo en la chacra está bien... pero en la presidencia, jamás.

No es al comunismo al que le temen, es al hecho que la masa popular se autodefina, se represente y se maneje a sí misma. Qué atrevimiento, pero está llegando la hora.

Si no es Castillo será otro semejante.

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