domingo, 30 de diciembre de 2018

Soneto inquieto


Ya no se escribe así, pero qué bonito era...


Esta vez, prescindo de temas alusivos a fechas recién pasadas o cercanas en el futuro inmediato, como son la Navidad y el Año Nuevo, que de nuevo solo tiene el calendario, porque lo demás es igual...

- ¿Cómo que igual? ¿Cómo lo sabe si recién va a empezar?

- Yo calculo, sin ser astrónomo, geólogo ni matemático, que el año 2019 empezará en enero y terminará - con o sin nosotros - en diciembre. Lo demás son minucias que dejo a los especialistas, porque algo hay que dejarles, no se puede ser tan mezquino.

En esta oportunidad, tengo decidido dejar salir a luz un soneto inquieto, tan inquieto que ya no puedo contener más tiempo su liberación, está que quiere salir hace rato, y siendo esta ocasión tan buena o no tan buena como cualquier otra, pues lo dejo ir...  si regresa es mío, y si no, pues nunca lo fue... mentira, eso es para otra cosa. Solamente quiero dejar claro que lo que voy a soltar es un soneto y no otra cosa, porque ya me ha pasado que se malinterpretan mis composiciones y/o descomposiciones, y esta vez, por los pelos y señales del inquieto, estoy casi seguro que lo van a confundir con otro objeto; eso mismo, claro, y no lo digo porque ni falta que hace. Lo preparo, lo sujeto bien, lo acomodo, lo coloco donde corresponde... lo agarro y lo sujeto otra vez para estar seguro que entra, que cabe; no se vaya a salir... atención que allá va... el afamado, conocido y traqueteado; de traquetear y también de tráquea; por que no... 


Mi Soneto Inquieto


Yo tengo un soneto inquieto,
movedizo, juguetón,
caprichoso y retozón,
que no sé dónde lo meto

si no sabe comportarse,
y donde menos se espera,
de forma casi grosera
él insiste en declamarse.

Todo tiene su lugar...
y tampoco en cualquier parte
uno puede recitar;

aunque quieras tú escaparte
él no te deja de amar,
por lo menos va a rozarte.
~

domingo, 23 de diciembre de 2018

¿Qué libro me recomiendas?

¿Cómo elegir un solo libro?


Hace unos días me sentí perdido ante la simple pregunta de un amigo. Él me ve como a un consumado lector, lo cual es una carga difícil de llevar y más aún de mantener, y esperaba; él, no yo, y lo aclaro porque en esto el lenguaje es impreciso: esperaba de mí una respuesta rápida y mágica. La pregunta era:

- ¿Qué libro me recomiendas?

Hay preguntas muy fáciles de hacer y muy difíciles de contestar, y esta es una de ellas. Pero, a diferencia de políticos deshonestos, sinvergüenzas públicos y afines, no me podía refugiar en un palabreo pseudo legal ni recurrir a la artimaña de "repítame la pregunta" para ganar tiempo, porque ese tiempo no sería suficiente. Tenía que contestar, y sobre el pucho, porque la conversación venía ligera y amena, al menos hasta ese fatídico instante en que me vi enfrentado a la disyuntiva de quedar mal parado yo, o dejar peor parado a mi amigo. No... tenía que haber una manera elegante de salir del paso, y yo la iba a encontrar. Tenté sondear, o sea que traté de averiguar qué lo impulsaba a preguntar, y recurrí a la defensa de contestar con otra pregunta.

- ¿Qué te gusta?

- No sé... lo dejo a tu criterio...

Huy carijo, o sea que le daba lo mismo el Leviatán de Hobbes que La caperucita roja. Merde... pensé... cómo es que este muchacho es amigo mío... ¡Colabora! - me gritó la voz de la conciencia - es un ser rescatable ¿no lo ves? se resiste a naufragar en la ignorancia iletrada, y tú, que te crees tan sabihondo ¿no le puedes recomendar ni siquiera un puto libro?
Hasta yo mismo estaba contra mi, no recuerdo que me haya pasado antes.

La Divina Comedia... No, aparte que no la va a leer toda, lo que lea le hará daño si se la zampa en ayunas.
El quijote... todos lo citan y nadie lo lee, que este pobre se dedique a eso sería un crimen.
García Márquez... Saramago... Hermann Hesse... no sé... son solo tres y ya son muchos, y además, cada uno tiene varios libros.
Ah, es peruano... que lea a Vargas Llosa, puede ser, aunque solo sea por cultura general... pero él recién va a empezar a vivir y yo, como Vargas Llosa, estamos de salida. Qué le digo...
La biblia... no se puede ser tan mierda comodín de recomendar eso como lectura inicial. Si precisamente no creo que el saber humano quepa (de caber, no de capar) en un libro único, no voy a recomendar a un neófito aquel libro que reclama serlo.
Pensé... tal vez J. K. Rowling... Dan Brown... E. L. James... No, mejor lo mato y listo.
No sé. ¡Un libro! Solo un libro entre todo lo que hay para leer, yo allí parado y el amigo mirándome extrañado ante mi falta de respuesta.

- Recomiéndale uno de los tuyos - me susurró una maliciosa vocecita interior.

- No jodas - respondí a la vocecita - eso sería trampa.

Lo volví a pensar ¿qué clase de persona resultaría alguien que se inicie en la lectura con lo que yo escribo? Solo pensar en esa remota posibilidad hizo que me diera miedo de escribir. Lo medité mejor: no existe ninguna probabilidad que eso ocurra, escribe tranquilo que a nadie vas a encontrar virgen de lecturas, por lo menos habrán leído a Condorito o algo del ratón Mickey. Tranquilo, sigue tu vida sin más remordimientos que los que deberías tener y no tienes.

En cuanto a que lea mi blog, soy como el serrano del cuento. Ni lo recomiendo ni no lo recomiendo, quien quiera leer que lea y quien no pues que no lea, total, de lectores y lecturas se ha escrito tanto que si no es aquí, mejores cosas podrán hallar en otra parte.

¿Y qué cuento es ese? ¿De qué serrano habla?

- Del que estaba estorbando el paso en una escalera, y cuando se le reclamó que suba, o que baje, pero que allí no se quede, dicen que respondió: Ni me subo, ni me bajo, ni aquí no me quedo. Más contreras no podía ser. Lo contaban mis tíos allá por los años cincuenta cuando se podía hablar tranquilo sin mucha vigilancia de lo políticamente correcto. Ahora somos más comportados, pero no sabes si al que cedes el asiento en el bus es hombre o mujer, o siquiera si es humano.

Volviendo al drama que nos ocupa; porque no es que me quiera escapar y salir por la tangente que además me resultó más peliaguda que el tema tratado; sin relatar lo sucedido.
Insistí:

- Pero... ¿quieres algo de literatura universal, o tal vez filosofía... una historia de aventuras... un romance...?

- ¡Uf! Ya no... deja nomás, si vas a empezar con eso...

¡Empezar con eso! Me lleva la grandísima... reC0n72@... ya se fastidió el principiante, y ahora va a ser mi culpa que se haya perdido una valiosa vocación de lector.

- ¡Espera, espera... toma! le dije, dejando las cosas en la mano de Dios le alcancé un libro que tenía cerca - estábamos en mi casa - empieza con este, si no te gusta te lo cambio, alcancé a decirle. 

- Gracias, dijo sin mucha emoción, y se despidió.

Mientras se iba, alcancé a ver qué libro era el que le había dado, no tanto yo sino la suerte, el azar, la casualidad. Lo que leí en la tapa me dejó perplejo: "Las aventuras de Inodoro Pereyra/3 ¡El renegau!" ¿Qué hacía esa reliquia del 81 sobre mi escritorio? Sospecho de las inquietas manos  de mi nieto...

¡Carajo! Ni en mil años podría yo haber encontrado algo más adecuado para el aprendiz de lector; no que se inicie con Hermann Hesse o con Sófocles, sino con el peculiar y casi olvidado Fontanarrosa - que además tiene la ventaja de los dibujos - gracias a mí o a la suerte; me parece excelente idea.
Espero que me lo devuelva, porque ya no presto libros... esta vez caí por atolondrado.

Inodoro Pereyra, el renegau -Fontanarrosa
~




domingo, 16 de diciembre de 2018

La jarjacha


La jarjacha


Levantó ligeramente la cabeza y me miró con ojos amarillentos y vidriosos, mientras se limpiaba la boca con el dorso de la... ¿mano?. Un olor inconfundible me azotó el rostro: el animal o persona que tenía delante mío estaba comiendo excrementos.

Había llegado hasta ese bosquecillo acompañado por un muchacho como de unos dieciocho años que trabajaba en la casa hacienda en la que me había alojado. Estaba allí a solicitud de un amigo de la infancia quien aún sin habernos visto desde esos años, me había pedido que acompañara a un posible comprador de la casa y de lo que había quedado de la enorme extensión que su padre poseyera antes de la reforma agraria. Me ofrecía una suma importante si se realizaba la transacción, además de los gastos que pudiera generar el trámite. Pero no son esos detalles lo que quiero contar ahora.
La antigua casona estaba en un paraje serrano de los Andes centrales, un poco hacia el sur; un pueblo cercano de nombre quechua que he olvidado era la última avanzada de la civilización, desde allí se tenía que seguir a pié o a caballo, y a mí me parecía más bien que ese pueblo era la última defensa de la naturaleza virgen contra eso que llamé - por costumbre - civilización, porque el pueblo, de manera encantadora, tenía mucho más de rural que de urbano.
Todo empezó cuando este amigo, en una cortés y amistosa carta por correo electrónico; como ya dije no nos veíamos desde chicos; me confiaba el asunto mencionado. Mi amigo, lo llamaré Esteban para no tener que usar su verdadero nombre, radicaba hacía mucho tiempo en Europa donde supongo que sus variadas ocupaciones no le dejaban mayor tiempo para viajar hasta ese lejano rincón donde alguna vez vivió, soñó y absorbió lo que quedó en su esencia. Entre las instrucciones para la venta y los recuerdos de nuestra infancia, surgieron algunas palabras que me hacían gracia, que me recordaban esos tiempos felices, y que a veces hasta había usado como jocoso insulto, como jugando; eran "jarjacha" y "acatanja".
De la acatanja te puedes burlar, pero ten cuidado con la jarjacha, me había advertido una vez y yo lo tomé como una broma, pero más adelante, ya ni recuerdo por qué, volvió a insistir en ello con esa seriedad que le era tan propia.

- Cuando vayas a la hacienda no se te ocurra hablar de jarjachas, te lo pido en serio.

- Está bien - respondí sin ninguna objeción, porque no era la jarjacha algo de lo que necesitara hablar. Simplemente lo registré como dato secundario aunque dispuesto a cumplirlo; porque Esteban, que sabía mucho más que yo de esas cosas, tendría razones valederas para tal recomendación. Por otra parte, él siempre se refería al sitio como "la hacienda".

Lo que había sido un roce casual con esa extraña palabra picó luego mi curiosidad: ni sabía bien lo que era, solo su sonido áspero y a la vez gracioso me había quedado en la memoria, y cierta noción de que se trataba de alguna monstruosidad de la mitología indígena; para mí más cómica que terrorífica; por lo que acudí a la web para actualizar mi conocimiento respecto a ese vocablo. Encontré lo siguiente:

"Jarjacha o Qarqacha, animal mitológico andino de variada descripción, puede ser una llama de dos o tres cabezas o un ser mitad hombre y mitad llama. Causa terror con su grito de Qar, qar, qar, de donde proviene su nombre y son personas castigadas por Dios debido a sus actos incestuosos. Es peligroso y difícil de matar o atrapar, pues para eso se requiere de un grupo de al menos siete hombres." También podría tratarse de un cura abusador de la inocencia de algunos fieles, en todo caso, tiene que ver con actos sexuales no permitidos por los usos y costumbres. Más datos aquí.

Para ahorrar mayores detalles, voy directo al día de mi llegada al pueblo con el señor Green, un caballero inglés que no tenía ni idea de que su comportamiento era un constante refuerzo de su apellido: era un viejo verde, de verdad, y además tenía una gracia que nunca supe de dónde la sacó, porque para mí un inglés tenía que ser aguado y sin mucho encanto... como los huevos a la inglesa, más o menos. Este era más bien pícaro y bromista.
Lázaro, el encargado de la casa, no nos esperaba, lo cual me pareció una falta de consideración porque todas las recomendaciones de Esteban se basaban en mi encuentro con este señor que simplemente no se dignó ir a recibirnos. Envió en su lugar - supongo que fue él quien lo hizo - a un mozo llamado Julián, quien se mostraba atento y servicial en todo, menos cuando lo interrogaba por don Lázaro: entonces se ponía nervioso y cambiaba de tema sin criterio ni disimulo alguno. Algo raro había en eso. Tal vez está borracho el hombre, pensé, y por eso envió al muchacho. Tampoco conseguí sacar nada en claro de cuál era la relación entre ellos, si acaso eran parientes.

Como no estábamos acostumbrados a cabalgar, se nos proveyeron dos mulas mansas que seguían tranquilamente al nervioso caballo que montaba Julián; el contraste era notorio, pero aun así Mr. Green y yo nos sentíamos como intrépidos aventureros que desafiaban con sus monturas a los imponentes Andes.

Los oblicuos rayos del astro rey, presagiando el tardío ocaso del verano,  cubrían de oro refulgente las tranquilas hojas de los árboles, quietas ante la ausencia de la fresca brisa que suele llegar de los altos picos, que aunque lejanos, con ella envían el inconfundible mensaje de su presencia; las aves, que empezaban a regresar a sus arbóreos refugios, nos hacían pensar... a dónde fueron, por qué se alejan así del acogedor nido; y las rojizas nubes de esa dorada tarde, adornaban el cielo con acuarelas surrealistas que al verlas, no solo con los ojos sino con la sensibilidad olvidada del alma adormecida...

- ¡Oiga, qué le pasa, ese palabreo no es su estilo!

- ¡Hasta que se dio cuenta..! bueno, sigamos.

En poco más de media hora nos acercamos a la vieja casa; lo que pude notar es que al gringo le encantó lo que vio. Techos medio descuidados, pisos de madera gastada, algún refuerzo de toscas piedras asegurando alguna parte de la estructura; le parecían maravillas de la rusticidad y la originalidad, y se notaba que estaba dispuesto a pagar una buena suma para hacerse dueño de ese rincón silvestre. Pensaba convertirlo en un hotel o centro de reposo para gente como él: tenía los contactos para hacerlo y el optimismo se le salía por los poros.
El aire de la sierra lo energizaba y ya sus ojos vivaces andaban buscando algo más cuando apareció una mujer de mediada edad, sin mayores atributos que destacar, pero cuya presencia tuvo un efecto electrizante en mi compañero de viaje.

- Buenes terdes, seniorita... - le escuché saludar, haciendo una graciosa reverencia con el sombrero.

Era Domitila, hermana de Lázaro - siendo soltera bien podía ser llamada señorita, aunque por la edad ya no tanto - quien secándose las manos en un limpio delantal blanco se acercaba nerviosa a recibirnos. Se esmeraba en ser amable con nosotros y al principio parecía no entender el efecto que causaba en el verde Green, más tarde se dio cuenta y pude notar que aunque le causó gran sorpresa no le era nada desagradable aquella novedosa situación. Menos mal, no quería que se malograra el negocio por alguna honra ofendida. Domitila estaba radiante, eran tal para cual, pensé, y solo pareció incomodarse cuando le pregunté por su hermano. Él no está, no importa, dijo y siguió hablando de cualquier cosa.
Nos llevó, aún alumbrados por la luz de la tarde, a mostrarnos la casa y alrededores; yo recordaba los tiempos de infancia que pasé en esos espacios con Esteban, las travesuras, la desbocada imaginación que nos hacía ver cosas que posiblemente no existían... la jarjacha vino a mi memoria, ese espantajo que usaba la servidumbre para que el "niño Esteban" y su amigo no se alejaran de la casa por las noches. Igual nos escabullíamos a cualquier hora y no sé distinguir muy bien en mis recuerdos lo que era real de lo soñado.

Después de la cena -carne de monte y papas deliciosamente asadas en horno de leña- Mr. Green insistió en que Domitila nos acompañara en el salón de la casa; entre muebles antiguos y con carácter imponente, parecíamos un trío insignificante. El visitante principal hacía todo tipo de preguntas y las respuesta que a mí me parecían las más riesgosas en cuanto al buen fin del negocio, a él parecían satisfacerlo y hasta aumentar el deseo de comprar la casa y los alrededores. Indagó sobre la extensión, los documentos, las fuentes de agua, los tipos de vegetación, si había sembrados y cuáles, y cosas por el estilo, sin perder la oportunidad de demostrar su pasable manejo del castellano. Le complacía entender muy bien la diferencia entre ser y estar, y hacía gala de eso además de coquetear con Domitila que tenía unas reacciones que yo no lograba entender del todo. Me daba la sensación de ser algo así como una mujer liberada pero con algún oscuro secreto encima. Algo en ella me perturbaba de manera diferente a lo que pasaba con Mr. Green, algo así como una... no sé, como no desear estar a solas con ella; lo atribuí a mi imaginación, estoy inventando... imaginando cosas, me dije a mi mismo.

Las urgencias del señor Green se dividían entre comprar la propiedad y seducir a Domitila, lo cual hizo que pasáramos algunos días (y noches, claro) en la casona. Él cada vez más pegado a la mujer y yo cada vez más solo pero no aburrido, porque me dediqué a explorar los alrededores, de esa manera dejaba sola a la pareja para que si surgía algo, fuera lo más pronto para poder regresar a la ciudad y cerrar el trato. Julián me seguía a todas partes, no sabía si me cuidaba o me vigilaba, pero su compañía era agradable y también necesaria, así que no indagué mucho acerca del porqué de su constante presencia a mi lado. Por alguna rémora de la infancia yo prefería las tardes y dejaba que la noche me encontrara en el campo, cerca o lejos de la casa, mientras Julián parecía no gustar de esos atrasos. Por esa caprichosa característica heredada de Adán, yo iba con más ganas a los lugares donde el mozo trataba de evitar que fuera.
El segundo día de mis paseos encontré unas huellas raras, no sé si de llama, de venado... de llama no son dijo el muchacho... el inquieto Julián se explayaba en ciertas cosas y rehuía otras, sobre todo en lo que yo comencé a interesarme: el animal que parecía rondar por allí.
La siguiente noche, ya acostado en la habitación de la casa, sentí ruidos extraños en alguna parte de la casa, luego carreras, resoplidos... pensé primero que Mr. Green estaba consiguiendo algo con Domitila, pero los ruidos continuaron fuera y se alejaron hacia una cercana arboleda. Yo tranqué bien mi habitación por dentro, apoyando una silla contra la puerta, y a pesar del turbio suceso dormí muy profundamente, estaba tan cansado que no tardé en soñar. Mi sueño fue raro, soñé que escuchaba gritos en el bosque o cerca de la casa, y que esos gritos sonaban como ¡jaaar! ¡jaar! ¡jar!
Lo olvidé al despertar; solo más tarde. antes de ponerse el sol, recordé lo soñado con algo de temor cuando vi que Julián se ponía pálido y no sabía cómo hacer para alejarme del paraje al que me internaba. Me detuvo su miedo más que el mío propio y quedé parado bajo la oscura sombra de un enorme y viejo árbol de tronco rugoso, grueso y con deformaciones extrañas... parece una película de terror... me burlé de mí mismo, y entonces fue que vi al raro animal comiendo excrementos.

En una pose extraña, entre acobardado y amenazante, el animal me miró. Era como una llama arrodillada que torcía el cuello para verme sin levantarse del suelo, sus patas delanteras podrían ser confundidas con toscas manos, el cabello lanudo casi le cubría el rostro pero sus ojos amarillentos y húmedos, como de vidrio sucio, se distinguían con toda claridad.

- ¡Jaaar! ¡jaar! ¡jar! gruñó o lloró, no estoy seguro, y entonces retrocedí espantado, sobre todo porque no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de entendimiento con esa bestia me turbaba; sentí que Julián me guiaba hacia atrás y luego de unos pasos me hizo girar para seguir caminando dejando a nuestras espaldas al inmundo ser que no se movió de su lugar, no nos siguió. Apestaba a llama, a lana sucia mojada y a caca.

- Ya lo has visto, señor - dijo Julián - nunca antes se dejaba ver.

Allí fue que al esquivo joven se le desató la lengua y me contó que eso que habíamos visto, porque él también lo vio, era una jarjacha, y no solo eso... se le tiene que buscar entre siete hombres para poder atraparla, porque si son menos no pueden con su fuerza, que qué raro que se dejara ver, que qué raro que no nos atacó, que era un animal muy malo, que era... que le parecía conocido, que era... que era... 

-  ¿Don Lázaro? - pregunté, sin dar crédito a mi propia voz.

Me miró horrorizado y empezó a musitar cosas como que Don Lázaro estaba de viaje, estaba... no sé, se enredaba en explicaciones. Regresé a la casa y encontré a Mr. Green más feliz que de costumbre. Me esperaba para cenar y no reparó en la palidez de mi rostro, estaba concentrado en sus asuntos.

- Mañana vamos a rregresar, quiero cerrar el tratou cuanto antes - dijo con su dejo inglés, y me extendió un documento escrito a mano: era un compromiso de venta - firmar por favor, no busquei mas compradoures.

No sé qué le habría dicho Esteban para animarlo a comprar, porque yo no buscaba a nadie más a quien vender la propiedad; de todas maneras le firmé el papel; y mientras él lo guardaba, dándose de muy canchero, me hizo una confidencia de viejo verde, a su manera. Guiñándome un ojo con picardía, dijo:

- Es de calzón flojou... y está muy buena.

Mr. Green sentía que en ese rincón perdido de los Andes podía dar rienda suelta a un machismo usualmente reprimido, se regodeaba en ello y me consideraba su cómplice y confidente; no me pareció tan mal después del empeño puesto en la acción, era tan gracioso el hombre que no imaginé que alguien pudiera ofenderse por sus palabras, ni siquiera la misma aludida, quien no sé si escuchó pero se le notaba como más... contenta. 
Al día siguiente partimos temprano, montando las mulas; la algarabía del viaje después del suculento desayuno me hacía dudar de lo que había pasado la noche anterior. Aún ahora que lo escribo, no estoy seguro si fue real, pero la prueba de que el negocio se hizo figura en mi cuenta bancaria de esa fecha.
A Esteban pareció no importarle demasiado la ausencia de Lázaro, porque no hizo ninguna observación cuando le comenté que no lo había visto ni una vez en el lugar. Fiel a la promesa hecha, no hablé nada de la jarjacha.
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domingo, 9 de diciembre de 2018

El nabo


El nabo


Vamos a hablar del nabo, del que se muerde y se come, no del otro que... bueno, pensándolo bien ese otro también se come y a veces hasta se muerde, pero no es de ese nabo que trata este artículo. Tampoco del nabo que recibe burlas y agravios por donde va, no; ese nabo no es el objetivo a tratar.
Veamos. El nabo sorprende porque además de su uso normal tiene muchas otras peculiaridades.
Sirve para eliminar el ácido úrico, a través de la orina, y claro... sino por dónde.
Su uso frecuente sirve para disminuir o acabar con la obesidad; lógico, nadie puede vivir de nabo.
Elimina el exceso de grasa y líquidos... cierto, aunque haga frío, igual sirve si se lo usa con fervor.
Y encima de todo eso, es barato; a veces hasta regalado porque viene de yapa ¡qué más se puede pedir! el nabo, claro.

Los chinos - ese no, ese nos metió el nabo - lo preparan en encurtido y según dicen los que saben, es un plato para valientes, o para audaces... o para amantes del nabo. Y dicen que es tal la precisión - o la confluencia de factores, vaya uno a saber - que aun tratándose de un gran maestro del nabo; de cien veces, solo cinco o seis veces le sale perfecto; las otras 95 o 94 veces... igual lo venden, lo sirven y lo cobran: nabos no son.

Mi experiencia personal con el nabo fue muy breve, estaba en un supermercado; de compras, porque allí no trabajo y tampoco regalan nada; cuando se me ocurrió hacerle una gracia a la amiga que me acompañaba, (amiga nomás, todavía, porque ya había fracasado varias veces en el intento de avanzar hacia la fase siguiente) se trataba de una bella chica francesa, y agarrando una pieza enorme del singular tubérculo, con guiñada de ojo, sonrisa picarona y pose de galán, le dije:

Je met le navet, le dije a Jeanette;
mejor a tu abuela, respondió en francés.
¡Qué falta de humor! retruqué en noruego;
se fue y me dejó, sin un hasta luego.

Le cayó mal el nabo, no yo... de eso pueden estar seguros, pero igual se fue de mi vida; menos mal porque ya la vida la tenía bastante complicada. Desde ese día no soporto el nabo, el francés ni el noruego, y si me acerco a uno de esos engendros de la naturaleza es solamente en casos de urgencia, cuando por cuestiones puramente físicas o biológicas y/o fisiológicas o/e/i/u coexistenciales, se hace necesario encontrar un lugar con fuerte olor para... bueno, para eso.

- Pero el nabo crudo no huele.

- ¿Y qué quiere? ¿Que espere a que lo cocinen?

En ese caso, quedan las otras dos opciones: el francés y el noruego, que no sé si sirven para eso, pero por asociación de ideas los tengo en el mismo casillero mental junto con del nabo;  y si no encuentro ninguno, recurro a la alternativa clásica: la sección de salmón ahumado. 

- Mañoso había sido...

- Y también... a mi edad, qué esperaba.

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domingo, 2 de diciembre de 2018

Horror y degradación: Dos botones de muestra



"Las personas de la caravana migrante están huyendo de la miseria y los horrores creados por Estados Unidos" dice Noam Chomsky; para quienes saben algo de política internacional, aunque sea de modo superficial, no hay duda que es así: Honduras es un ejemplo desgarrador de lo que pasa cuando un país es manejado a gusto y paladar de los Estados Unidos de América: le gente es lo que menos interesa, es más, no solo no interesa sino que estorba a los proyectos que quieren llevar adelante, pues solamente ambicionan el territorio y sus riquezas, fuera de estas cosas nada más les interesa, y la población, si sirve para llevar a cabo la explotación, se utiliza, y si no, pues ya veremos... o ya verán ellos qué hacen con sus vidas, salen sobrando en su propia tierra, y es esto es así, tan real y verídico, que estamos viendo (algunos solamente, porque la mayoría ve otras cosas, huevadas que los mantienen alejados de la realidad) algo que nunca antes se había visto de esa manera y en esa magnitud: la caravana migrante, en su mayoría hondureños aunque también hay salvadoreños (de El Salvador, otro país cruelmente castigado por USA) y de varias otras nacionalidades que aprovechan la ocasión y se adhieren al grupo.

- ¿Aprovechan la ocasión? Eso suena a beneficio, conveniencia, ganancia.

- Y así es; para ellos, un vaso de agua limpia, un mendrugo de pan, una sombra sobre su cabeza, ya es ganancia.

Estamos tan acostumbrados a utilizar la palabra "aprovechar" ligada a la abundancia que hasta parece fuera de lugar ante tan enorme demostración de miseria e injusticia. Pero es así, buscan lo que sea para no morir. Esa es la cruda realidad: se están jugando la vida, es cosa de vida o muerte en serio, literalmente.

Mientras tanto en la Argentina hambreada por Macri -y piensan continuar con la Vidal o tal vez hasta con Tinelli- la violencia está llegando a tales niveles que no es posible que se juegue un "Boca - River" en ningún lugar de su territorio; la amenaza es tal que después de varias postergaciones, discusiones y propuestas, se descartó jugarlo en su propio país o en cualquier país cercano porque los "hinchas" y los "barra bravas" pueden llegar tranquilamente en caravanas de otro tipo a cualquier país del sub-continente que se escoja, tanto es así que han decidido que se vaya a jugar... ¡a España!

- ¿Y qué tiene que ver un asunto con el otro?

-  A primera vista, nada, pero mirando con más atención, mucho.

Ambas son manifestaciones colectivas, ambas muestran alguna forma de degradación humana, ambas muestran también la confusión que hay en las mentes de esa gente; tanto los pobres migrantes como los violentos "hinchas" del fútbol parecen no tener una noción clara de lo que pasa. En la caravana migrante se sufre del ataque de policías bien comidos, limpios, protegidos y armados contra hombres, mujeres y niños escuálidos, cansados, acabados, y lo que me es imposible imaginar es qué pensarán los niños cuando se sienten morir por el efecto de los gases lacrimógenos arrojados explícitamente contra ellos y sus padres; esa huella que no sé entender dejará sin duda consecuencias que tampoco puedo explicar; y lo mismo en esos padres y madres llevados al extremo del desprecio, del rechazo, de la cruel indiferencia de quien aplasta una cucaracha. 
Es fácil decirlo pero no hacerlo: mejor sería que lucharan dentro de su patria para tumbar ese gobierno criminal; pero sin guía, sin nociones claras de política, con hambre y con miedo; víctimas de la ruptura social y del individualismo que se pregona y se mete hasta en los huesos, que aunque lo logren van a tener que enfrentar los ataques, mentiras y calumnias de los mismos Estados Unidos y sus sirvientes, lo cual no parece posible en un país tan pequeño como Honduras, por más patriotas y valientes que sean. De todas maneras han puesto al descubierto muchas cosas, y ahora resulta que recién Estados Unidos se entera que su protegido es un narcotraficante. Qué inocentes, no lo sabían.



En el vergonzoso apedreamiento al ómnibus del equipo de Boca Juniors por parte de los hinchas de River Plate (aquí los actores y la distribución del libreto no son excluyentes porque podría tratarse de otros clubes), entre los furiosos atacantes se distinguían también a algunos que tiraban piedras o ladrillos como quien realiza un acto normal, sin ninguna emoción de rabia o cólera, simplemente como quien cumple con una convención social, hasta con cierta indiferencia. Esa gente ha perdido toda noción de lo que es deporte, son pobres náufragos mentales a la deriva, en rumbo hacia el gigantesco sumidero que los llevará a las cloacas de la historia, solos o con todo y fútbol, no lo sabemos.

Sé que hay mucho más de qué hablar, tanto de lo que sucede en este continente como en el resto del mundo; pero estos dos acontecimientos multitudinarios, aunque de magnitud diferente porque no estoy confundiendo los pocos cientos de hinchas con los muchos miles de migrantes; sobresalen de las otras grandes desgracias, tanto las de origen natural como las realizadas intencionalmente por cierta clase de "humanos".

Sobresalen por sus cualidades tan contradictorias como estremecedoras ¿Cómo se arriesga la propia vida y la de toda la familia para buscar un pedacito de espacio prestado en el que vivir con algo de seguridad? ¿Por qué los repele su propia patria y los rechaza la de otros? ¿Es cosa casual o es el destino? No, son las sobras no previstas de un sistema fracasado que insiste e perdurar aún a costa de la humanidad.

En el caso del fútbol ¿Qué clase de bestia hay que ser para pensar que destruir y disminuir al rival fuera de la cancha, antes del partido, es una actitud normal y aceptable? ¿Será una válvula de escape para las presiones que sufren en otros ámbitos? ¿Será que en su casa son buenos padres, buenos hijos, buenos hermanos? Lo dudo. 

En ambos casos hay degradación, forzada o buscada, impuesta por la injusta realidad o creada para satisfacer oscuros impulsos, pero los dos casos nos deben hacer sentir repudio y vergüenza. A qué niveles nos falta aún descender, no lo sabemos; qué tan cerca estamos de tocar fondo, tampoco lo sabemos.

Solo dos botones de muestra, de diferente color, tamaño y textura, pero ambos son producto del mismo estado de cosas al que nos ha llevado un camino que no cabe duda que es el equivocado. Sigan algunos pensando y viendo cojudeces, sigan otros defendiendo lo que por suerte, habilidad o rapiña han conseguido solo para sí mismos, pero no se olviden que nadie está seguro en un mundo donde existe tan grande desigualdad. Si tu vecino tiene hambre, no puedes comer tranquilo.
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