Idilio en el parque


Con permiso de los lectores, me permito volver a publicar una corta historia escrita en verso y que en su momento casi no tuvo la suerte de contar con lectores porque, debido a una combinación de inexperiencia y desatino, apareció perdida en los archivos del blog que recién comenzaba a ver la luz el 19 de diciembre de 2013. Como se puede ver, el poema es anterior a esa fecha y de allí que pasara directo al archivo sin haber tenido la oportunidad de mostrarse en la página principal.  
Siendo varias las composiciones que corrieron esa misma suerte, y que por eso mismo muy pocos las vieron, las iré publicando cuando la situación lo requiera, siempre con la advertencia de que han sido extraídas del archivo del blog.
Gracias por su compañía.


Idilio en el parque


14.12.13
Sentada muy tranquila en aquel parque
estabas tentadoramente bella
parecía que del cielo alguna estrella
había caído recién por esta parte,
pues no te había visto ni en figura
antes de aquel día inolvidable,
y dije para mi... tengo que hablarle.

Me acerqué hasta ti con gran finura;
te faltó interés, o me sobró empuje,
porque en unos instantes ya deduje
que si de amor quería yo cantarte
me mandabas con la música a otra parte.

Más yo insistí, así somos los machos,
a veces pareciera que las damas
se pierden escapando entre las ramas
de imaginarios eucaliptos o quebrachos.

Cual urbano tarzán me fui tras ella
agarrando imaginarias ramas,
que eran mis versos, rimas y proclamas,
tratando de amansar a la doncella.

Si uso el verbo amansar con esta chica
es porque se puso encabritada,
o mejor se diría encabronada,
más alterada que la mona Chita.
Era un reto a la altura de un romano
no podía fallar, no quien se precie
de tener las dos de buen tamaño,
ni permitir que se extinga la especie.

En aras de que la humanidad perdure
no escatimamos ejercer oficio
que demanda extremo sacrificio
y deploramos que tan poco dure.

Ahora sí, imagino ya a los sapos
queriendo que les cuente mi secreto:
cual es del paraíso mi boleto,
imaginaban sacármelo barato.

Así es que tras una larga historia,
de ésas que no cuenta un caballero...
¡ja ja ja! ¡los jodí! me salté entero
el método que usé en tal victoria.

Como acabo de decirlo, pues triunfé,
claro que no ese día, fue después,
la mona Chita se puso cariñosa
y acabamos haciendo aquella cosa.

¡No pregunten, no sean tan chismosos!
Aquí acaba este cuento tan mundano,
y para satisfacción de los curiosos
terminé aumentando un ciudadano.
~ o ~