domingo, 16 de mayo de 2021

Hijoeputidad explicada

El hijo de puta no nace: se hace.

Dije que lo explicaría, y acá lo intento


Ante las últimas acciones del que fuera nuestro único premio Nobel, el mismo que al adoptar la nacionalidad española ha dejado de serlo, al menos ya no en forma exclusivamente nuestra; el ahora Marqués de no sé cuántos; me veo en la necesidad de aclarar un comentario que hice ayer referente a su persona. 

Como dato previo para entender el contexto, diré que el condecorado escritor, el año 1990, cayó en la tentación de participar en las elecciones a la presidencia de su país de nacimiento, el Perú, en condiciones nada honrosas. Me explico: la clase política peruana se encontraba en tal desprestigio que no había un solo candidato, sobre todo dentro del sistema de derecha neo colonial imperante, que pareciera mínimamente aceptable para la población, entonces se dio la condición pocas veces vista: para la segunda vuelta, se agazaparon todos los partidos y candidatos detrás de este ilustre "outsider" y con eso se sintieron ganadores. Quién iba a desaprovechar la oportunidad de tener un presidente culto, famoso, simpático y como suele decirse, de lujo. Mario Vargas Llosa serviría de pantalla a todo el fracasado escuadrón de impresentables y odiados hijos de puta. Les pareció una jugada maestra, sin duda, por eso la hicieron. 

Tanto era el hartazgo del pueblo que sin ponerse de acuerdo y sin crear una especial estrategia para ello, prefirió votar en masa por un desconocido ingeniero de origen japonés. La afrenta no podía ser peor: que el famoso  personaje, el peruano más ilustre fuera despreciado a cambio de un don nadie. Debo aclarar que si Vargas Llosa hubiera incursionado en política seriamente y con un programa propio, posiblemente hubiera ganado, pero... aupado a última hora con la notoria e inmoral finalidad de lavar las caras y limpiar las cacas de tantos rechazados por la gente, la cosa no podía ser de otra manera. Esa no fue su primera ocasión para ganarse el título de hijo de puta, ya antes había recibido el calificativo pero de manera más limitada, en el marco de su tránsito de amigo de la izquierda, de cuba y de Fidel Castro, a defensor del rancio conservadurismo, el que tantas recompensas y satisfacciones le dio luego, sobre todo en lo económico y, sin ningún sonrojo, en lo nobiliario.

Si para algunos ya lo era, para muchos más lo fue a partir del año de su perdición electoral ante ese  desconocido, que más adelante, se revelaría también como otro gran hijo de puta.

En las presentes elecciones está profundizando más aún, si cabe, esa deshonrosa cualidad, haciendo de alcahuete de la hija del que lo derrotó el año 90 y de la cual siempre había mantenido saludable distancia, apartándose de ella y calificándola de persona nefasta y nada confiable para dirigir, ya no digamos el país, sino incluso su propio partido, sindicado como organización criminal, incluso con investigación judicial en marcha.

Es en estas circunstancias que mi amigo Augusto Sparrow se preguntó si tanta infamia del nobelado (premiado con el Nobel) con 85 años encima, se podría deber tal vez a su senilidad; yo opiné que más bien podría deberse a su hijoeputidad, lo cual me comprometí a explicar y a continuación trataré de hacerlo.

La hijoeputidad o hijoputidad, con una letra de diferencia, acerca de lo cual aún no se ha pronunciado la Academia, define la cualidad de Hijo de Puta; o sea la hijueputez, esa extendida y conocida condición que poseen muchos individuos independientemente del nivel socio económico cultural en que se muevan; o aunque se estén quietos, igual son unos hijos de puta.

Los análisis lingüísticos filológicos de un término cualquiera tienen la desventaja estética de la recurrente repetición del mismo - o sea del término - pero ese es el precio que el estudioso ha de pagar a cambio de una meticulosa precisión, tanto en los argumentos como en las conclusiones. Continuemos.

Mientras se discute el superlativo de la expresión, que podría ser, entre otras, granhijoeputidad o hijoegranputidad, podemos simplificar el uso y contentarnos, por qué no, simplemente con grande o grandiosa hijoeputidad.

El castellano es bueno para componer palabras de dos términos, a veces hasta tres, pasando los cuales deja de ser práctico. Por ejemplo: Latinoamericano, girasol, cochecama, etc. pero si queremos agregar más palabras al término, este se complica (no yo: el término) digamos que cochecamacortinalzabeventanabrible, está jodido... para eso hay que ser alemán; por sus largas palabras, se entiende.

Para despejar las dudas que trae consigo este análisis, debemos empezar por definir los términos y dejar sentado (o parado) qué queremos decir con Hijoeputidad, o sea la cualidad de ser un Hijo de Puta. Es así que definir Hijo de Puta es preciso, es inevitable y es necesario. 

Primero que nada, el concepto va más allá del simple hecho de que una mujer haya cobrado, en efectivo o en especies; para realizar el acto biológico que culminó al cabo del plazo requerido, en un nuevo ser; el cual, debido al primordial acuerdo mercantil del que procede su concepción, es catalogado definitivamente como Hijo de Puta o de gran Puta, lo cual no necesariamente hace alusión al monto cobrado sino más bien a la percepción que de él se tenga mucho tiempo después. Es así que para ser un buen hijo de puta, un real y reconocido hijo de puta, no es necesario remitirse a la progenitora del procreado, la cual, una vez parido (bien o mal) el sujeto en estudio, ella deja de tener importancia en la investigación, lo cual no significa que deje de ejercer o seguir haciendo lo que hacía ni que la trascendencia de su abnegada labor disminuya un ápice; eso es otro asunto que generalmente es paralelo aunque no siempre horizontal.

Queda claro entonces que este estudio no transfiere ninguna responsabilidad a otra persona, sino que la centra y concentra en el individuo mismo: la hijoeputidad es inherente al carácter de la persona y en consecuencia se trata de su exclusiva responsabilidad. Queda sentado que la madre puede ser una santa y eso no lo hace menos hijo de puta o hasta de la gran puta si el mentado hiciera los méritos necesarios para ello.

- Oiga usted, cómo le gusta escribir estas cosas, parece que lo disfruta.

- Trabajar en lo que a uno le gusta es un privilegio, mi estimado. Así es.

Recurro a mis propias explicaciones, publicadas y jamás refutadas, para esclarecer el tema que, no diré que nos interesa, para evitar incomodidades, pero sí de lo que, nos guste o no, estamos tratando. 

- ¡Ah caramba! ¿Cómo es éso? ¿Hay entonces una definición de hijo de puta que no pase por la condición de la madre del esclarecido y que vaya más allá del simple insulto?

- Así es. Veo que lo está entendiendo.

Entonces ¿Se puede ser un hijo de puta aunque la progenitora sea una santa, se puede ser un hijo de puta aun siendo un niño probeta o un engendro de laboratorio, se puede ser un hijo de puta aun en el supuesto caso de no tener madre y no ser hijo de nadie? Por lo visto se puede, y si no se tiene madre las probabilidades de ser un hijo de la gran puta son todavía mayores.

Es que ser hijo de puta está en el sujeto mismo, no se trata solamente de un insulto; bastante soez y grosero por cierto; además, quienes pensábamos así estábamos completamente equivocados. Demostrarlo es fácil, basta con una simple consulta al diccionario. Veamos:

Hijo

~ de puta

  1. m. y f. vulg. Mala persona. Usado como insulto.

Agrega el diccionario que "Hijo de puta" es una expresión soez y un disfemismo* que se utiliza habitualmente como insulto, aunque tiene también otras connotaciones en función del contexto en que se pronuncie. Según la Real Academia es una forma vulgar de denominar a alguien "mala persona".

(* Un disfemismo es una palabra o expresión deliberadamente despectiva o insultante que se emplea en lugar de otra más neutral.)


No es lo que pensábamos ingenuamente, un simple retoño de meretriz sino una mala persona. En otras palabras: El hijo de puta no nace: se hace; se llega tras una o varias acciones hijoeputescas, esto es, que dañan a una o a muchas personas, habiendo casos superlativos que dañan al planeta entero.

Queda entonces explicada mi intervención en el mentado diálogo inicial. Es un insulto, sí, pero no a la madre sino al sujeto en sí mismo, aludiendo a sus cualidades comprobables y propias.

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