domingo, 4 de abril de 2021

El caballero encantado y las próximas elecciones. Perú 2021


El trabajo da dignidad, hay que ayudar y respetar


Benito Pérez Galdós... Será que alguien leerá esto (?)


Le pusieron de nombre Benito María de los Dolores, lo cual debe haber sido una de las causas de su posterior anticlericalismo, y se entiende, porque solo los curas podían permitir que se le ponga tal nombre a una criatura inocente. Es cierto que fue en el año 1843, pero eso no es disculpa para tal injusticia y abuso de autoridad.

¿Y quién es Benito Pérez Galdós? dirán unos pocos, otros no dirán nada porque ni van a leer. Pues era, y aún muerto sigue siendo, uno de los más grandes narradores españoles, el segundo novelista después de Don Miguel de Cervantes, que no es poca cosa, y a quién pregunte quién es Cervantes le pido por favor que vaya a leer otra cosa.

Pérez Galdós escribía acerca de la historia, también de la gente común, de la realidad, y lo que era ordinario y corriente; narrado por él, adquiría dimensiones sublimes sin dejar de ser sencillo y comprensible. Por eso fue tan famoso en su tiempo. 

Yo lo leí la primera vez por pura casualidad, siendo muy joven, al recibir de regalo un libro que aún conservo: El caballero encantado. No imaginaba que esa lectura me iba a acompañar muchos años y para siempre, a través de los pensamientos sembrados por un escritor fallecido en 1920. 

A qué viene eso ahora, qué pensamientos son esos que todavía perduran, son dos asuntos que me gustaría poder explicar ahora y no sé si seré capaz de hacerlo de manera que me deje satisfecho. Lo intentaré.

El protagonista de esta novela publicada el año 1909 es un joven adinerado y libre (lo cual es doble libertad y doble riqueza según dice el autor), que tras derrochar y vivir todo lo que quiso se encuentra convertido - por alguna extraña magia - en el peón más humilde de la pobre familia que arrienda las tierras de donde sale el dinero que alimenta su fortuna. Así, pasa por innumerables penurias que jamás imaginó siquiera que existieran, como parte del hechizo, él es simple y humilde como corresponde a un ínfimo labriego y no recuerda su anterior condición de potentado; trabaja duro y da lo mejor de sí por esa buena gente que también es explotada por el dueño de esas tierras - que es él mismo, sin saberlo, y que derrocha y malgasta lo tan duramente conseguido - y apenas si pueden pagarle un miserable salario. 


- ¿Por qué en España, oiga... acaso no tenemos lo mismo o mejor acá?


- Así es, no lo ignoro, y entre otros, he leído a Ciro Alegría, a José M. Arguedas, a Vallejo...

Pero, a pesar que esos escritores peruanos me han dejado una huella más profunda, no sé porqué en estos días pre electorales recordé al personaje de Benito Pérez Galdós. En los sentimientos nadie manda, y además, el deseo de justicia y equidad son universales. Este punto les puede servir a quienes buscan discutir y descalificar lo que sea que leen. Que les aproveche.

Sigo. Como el joven rico de la novela que vivía sin saber ni importarle demasiado de dónde provenía su riqueza, sin pararse a pensar si alguien sufría acaso por su causa, si tal vez pudiera él ayudar de alguna manera a que las cosas fueran menos injustas, sin sentirse culpable de nada, pasaba sus días ocupado solo en lo suyo, ignorando lo que no estaba directamente frente a sus ojos; así, lo mismo vive una parte de la sociedad, de espaldas a la otra realidad que solo por suerte de nacimiento no le ha tocado vivir ni sufrir. No tienen  idea de dónde, cómo y con qué sacrificios llegan a sus mesas y a sus manos lo que hace que sus vidas sean lo que son.

- Pero pagan con su plata, oiga. Les cuesta su trabajo. 

- Sí, y también están los que roban, malgastan, reparten y deciden quién se lleva qué.

Muchos creen que por saber cuántas variedades de papa tenemos, por pregonar la culinaria nacional, por pronunciar el nombre del camino inca o escuchar a veces un huayno, un vals o una marinera ya son bien de adentro, bien peruanos. Esos que aplauden la "marca Perú" pero no saben cómo viven los de abajo... ni los de arriba en los cerros; esos que fascinados por culturas extrañas desprecian la que no conocen, no digo la suya pues son unos irresponsables aculturados; esos que solo piensan en "poner en valor" los sitios históricos pero no estudiar el pasado y conocerlo, esperando solo el dinero fácil de los turistas y no el reconocimiento cultural, científico o tecnológico por lo que podemos ser y hacer. 

Quieren convertir a Perú en un cascarón pintado y relleno de baratijas seudo folklóricas, quieren disfrazarse de peruanos para las cámaras de los visitantes, vendiendo el alma nacional solo por una interesada retribución monetaria a lo superficial y a la falsificación de lo verdadero y autóctono. No todo es turismo. El turismo está bien mientras no vendamos la dignidad nacional como si fuera cualquier souvenir, o mientras los peruanos no puedan entrar a ver lo que es de ellos pero los de afuera sí.

Ya ni menciono el atroz saqueo de recursos, la imparable contaminación de suelo, agua y aire; los oscuros negociados de los que han hecho del Estado un idiota a merced de quienes deberían defenderlo; esas cosas ya las sabemos y las repetimos pero muy poco se consigue hasta ahora.

Estamos ante unas elecciones para presidente, no para gerente ni administrador del saqueo y la indiferencia;  y para el Congreso, no para formar bandas de delincuentes que tuerzan el destino del país a su gusto movidos por malditos intereses criminales.

Hubo quien dijo "Cuando oigo la palabra ‘cultura’, echo mano a mi pistola"*, ahora veo con asombro que algunos, al oír ‘cultura’ entienden solo turismo. 

Ese baño de humildad que recibió Carlos de Tarsis, que así se llamaba el personaje de la novela, lo llevó a la transformación de su sentido social, a ver las cosas con los ojos libres de vendas autoimpuestas por propia conveniencia, y lo más importante: a encontrar el camino a la verdadera auto realización personal, a la verdadera superación, bienestar y dignidad.

Ojalá la nación, así como este conmovedor personaje, consiga ver lo que es verdaderamente importante, lo que es necesario preservar y desarrollar si no queremos perder la patria heredada hace docientos años y que hasta ahora tiene dificultades para encontrar su camino, sobre todo por unos malos hijos que parecen aumentar cada vez más.

* "Se atribuye erróneamente al ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, la frase “Cuando oigo la palabra ‘cultura’, echo mano a mi pistola”. De hecho, tal afirmación sí procede de otro autor nacionalsocialista, Hanns Johst, pero la usa en su más famosa obra de teatro, Schlageter, precisamente para ridiculizarla." Miguel Ángel Quintana Paz (Vozpopuli.com)

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Como todas las obras de dominio público, El Caballero Encantado de Benito Pérez Galdós se encuentra a libre disposición en Internet. 

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