domingo, 3 de mayo de 2020

¿Al final daremos asco? Espero que no


Antes se auto flagelaban para conseguir
la cura, ahora no me parece muy distinto.


Estas condiciones de encierro y reglas que se entrometen en lo más íntimo y personal de la gente nos están haciendo tomar lo absurdo como normal; que se metan a decirte qué debes hacer y qué no, qué es lo correcto y qué es lo equivocado tratándose de asuntos personales es muy diferente que si se tratara de asuntos públicos, no es lo mismo y no se debería aceptar, pero... se dice, y eso es lo que convence, que lo privado ya no es asunto personal sino comunitario, porque si te entra el virus te conviertes en vector de contagio, por lo que tu intimidad deja de tener valor, sacrificada en aras de lo colectivo; entonces ya no somos aquellos hombres y mujeres libres que se plantaban para defender sus ideas e ideales, ya no, ahora somos los individuos masificados, amasados y amansados (comenzó con el 9/11), ya no se piensa como antes, o dicho más claramente: ya no se piensa; solo se acepta y se repite lo correcto para evitar ser mal visto y peor tratado por la manada obediente en que se está transformando gran parte de la sociedad, por donde sea que se mire.


Nos jodieron.

Y lo comprendo, porque no es lo mismo escapar a chorros de agua que te lanza la policía que salir tuerto, manco o cojo -si no muerto- después de recibir una bomba lacrimógena a quemarropa, o un balazo de goma con alma de metal desde la mínima distancia, tan cerca que el efecto puede ser mortal. Y a qué viene eso, preguntarán quienes ya se olvidaron cómo estaba el mundo antes de esta anómala situación: la lucha en las calles era cosa cada vez más abierta y generalizada; en lenguaje de hoy, era una pandemia de protestas y reclamos alrededor del mundo que hacía tambalear a los gobiernos corruptos de diversas clases pero de un solo signo: la mentira; y quién diría que un microscópico elemento nos metería a todos en nuestras casas y acallaría - quién sabe por cuánto tiempo - las voces de justa protesta.
Perdida la lucha en la calle se pierde la lucha en todas las demás esferas.

Están ganando.

Y no solo terminaron las protestas. Ya no se ven niños en las plazas, los juegos que rebosaban de ellos están vacíos, no hay gente caminando, se es culpable de querer respirar aire puro, de querer caminar, de querer existir.

Aunque siento una inocultable satisfacción con esta calma y silencio que me traen paz y tranquilidad al alma, no puedo dejar de entender que es la paz de los sepulcros y no la paz duradera del orden basado en la justicia.  La gente en su mayoría lo está pasando muy mal, porque la mayoría no somos nosotros, los que escribimos o leemos cosas por Internet, la mayoría es esa gente que no tiene qué comer - ahora ya literalmente - a los que se les acabó el ingreso cotidiano, se les quitó la posibilidad de salir para conseguir cualquier cosa que llevarse a la boca, y muchos gobiernos están mostrando, aunque tratan de ocultarlo, su completa falta de capacidad a la hora de cumplir su parte del pacto social; o lo que es peor, su insaciable afán de lucro; incluso robando con el pretexto (que para muchos es eso) de la pandemia.

Y no solo sufren aquellos que están en el extremo más bajo del espectro socio económico, sino toda esa masa que sería la que formaba la desaparecida clase media, que son pobres, pero no tanto como para merecer la ayuda estatal, y así, si algo tenían ahorrado se acabará ahora; si alguna cosa tenían además de lo esencial se terminará malvendiendo o empeñando, de forma irrecuperable, para comer unos días más.

Todo esto apareció justamente cuando más cerca parecía que estábamos del tan deseado cambio, y ese es el motivo para que tantos desconfiemos de esta situación, pero quién sabe si la respuesta o la solución vienen ahora por otro lado. Todo es posible en estos momentos de transición... a no sabemos qué.

En estos tiempos de cuarentena el cuerpo físico es una carga insostenible para los pobres y un lujo que solo se pueden permitir los más ricos. Así estamos, así vamos a estar. Asustados, controlados y dominados, lloriqueando por un mendrugo de pan, cargando toda la responsabilidad personal y comunitaria en los debilitados hombros de un pueblo cada vez más empobrecido y manipulado.

Así podemos llegar hasta extremos de dar asco, y no sé si eso es precisamente lo que se busca.



Pandemia sospechosa


Encerrados cada cual
allí donde corresponde,
donde ya nada se esconde
y en condena desigual
aguardando algún final
que tal vez nos acomode,
después que todo nos jode
este encierro prolongado
al que fuimos condenados
de forma que no se note.

Quien diría que la lucha
de esta forma acabaría,
la nuestra, la tuya y mía;
metidos en la casucha
o en el palacio ¡qué chu  a!
si no tienes libertad
donde estés todo es igual,
cárcel de barro o de oro
te la roba de igual modo;
esta condena es mundial.

La pandemia desatada
es verdad, están allí
los muertos, me convencí,
pero no queda aclarada
la forma manipulada
con que se está manejando,
que no los están tratando
de la forma que conviene,
es por eso que se tiene
que continuar desconfiando.

Acá no hay gato encerrado
pues sería poca cosa,
la verdad es más culposa
que un elefante ocultado
o un mamut disimulado,
nos quieren domesticar,
embrutecer y ablandar
y no sé si lo consigan,
pero sé que mientras sigan
se la vamos a pelear.

Este que quieren llamar
de anciano, viejo y caduco
no les va a creer el truco,
no va a dejarse engañar
ni lo van a etiquetar
como `población de riesgo´,
cuidado con ese sesgo
de intenciones tan macabras
que le dan a sus palabras,
a sostenerlo me arriesgo.
 ~

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