domingo, 6 de octubre de 2019

Hombre de poca fe



Decir a alguien que es hombre (o mujer) de poca fe tiene una carga negativa, se percibe generalmente como una falta grave y es casi un insulto. Lo contrario sería decirle crédulo, y si se ofendió antes debería sentirse reconocido entonces, pero no, tampoco se acepta ser tildado de crédulo. ¿Qué pasa con esas palabras?
Insisto y le digo Incrédulo. Depende de dónde estemos la reacción será diferente, porque no es lo mismo ser incrédulo en la iglesia que en el restaurante, en la playa de venta de autos usados o en una casa de antigüedades; cada caso es un caso aparte, pero vayamos por partes, veamos primero qué se entiende por fe:
  1. f. Creencia en algo sin necesidad de que haya sido confirmado por la experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia:
    tiene fe en que hay otra vida después de esta.
  2. Conjunto de creencias de una religión:
    fe budista, musulmana, cristiana.
  3. Confianza en el éxito de algo o alguien:
    tiene fe en ti
Verifiquemos también que incredulidad es lo opuesto a fe; comprobado: incredulidad es antónimo de fe, por lo tanto, credulidad es un sinónimo de fe. O sea que si tienes fe eres crédulo, y si no la tienes eres incrédulo. Solamente en el ámbito religioso se considera positivo el tener fe, fuera de ese ambiente es generalmente reprobable ser crédulo ¿a qué se debe esta excepcionalidad? La respuesta cae de madura, viene sola: No hay otra manera de seguir una religión porque ninguna tiene pruebas que satisfagan la experiencia, la ciencia o la razón; pero todas tienen intereses que dependen de que sean creídas.
No puede haber racionalismo en la religión. Se cree que un ente supremo hace una cosa y también la contraria y no hay ningún problema en ello, porque, la única "razón" que se alega es que ese ente es inescrutable y que además es pecaminoso tratar de entenderlo. No tener fe es un defecto que debe ser subsanado, no sé si lo consideran pecado, supongo que sí, por eso, cuando no crees, te quieren mandan a rezar como penitencia.

- ¿Qué pasó? ¿No tiene fe y quiere arrastrar detrás suyo a los demás? ¿Quiere empujarnos al abismo de la perdición?

- No me sobrestime, oiga usted; no hay quien pueda hacer eso.

"A mí me enseñaron de chico que ...", argumentaba un creyente refiriéndose a uno de los elementos inexplicables de su dogma como si se tratara de un argumento indiscutible, y yo me preguntaba dónde está la solidez de algo que se inculca al niño a sabiendas de que cuando sea mayor no será posible hacerlo; dónde está el mérito de haber crecido y no haber cuestionado ni una palabra de lo asimilado cuando se era un inocente que apenas abría los ojos y la mente a este mundo, sin distinguir con claridad lo fantástico de lo real; dónde está la lógica de aceptar haber nacido al amparo de la única creencia verdadera y por lo mismo la única capaz de salvarlo a uno de los tormentos infinitos de un espantoso, eterno, infierno al que sí irán a parar todos los demás, por más ética y buen comportamiento que puedan tener. Eso es en verdad un creyente... nunca mejor empleada la palabra.
Se me hace imposible creer en un orden de esa clase, donde el azar, los milagros, los rosarios o el agua bendita son elementos determinantes de la salvación del alma por los siglos de los siglos.

- Amen...

- No estamos para chistes, oiga.


¿Aquí te salva la fe?

Para librarse de la religión es necesario tener valor, coraje; porque para quien no cree, ya no hay de quién depender para la salvación del cuerpo ni del alma; cada uno se hace responsable de sus actos hasta las últimas consecuencias, y para espíritus pusilánimes o acobardados por años de adoctrinamiento, eso es demasiado.
Schopenhauer, muy benévolamente, decía que la religión era la filosofía revestida de metáforas para que la entendiera hasta el menos apto o la gente común del pueblo. Esta explicación conlleva la idea de la rectitud de quienes conducen el rebaño de fieles, tal vez Schopenhauer lo creía así, o tal vez en sus tiempos las iglesias mostraban más respeto hacia sus seguidores; humildemente creo que eso ya no es así, ahora tenemos sectas absolutamente delincuenciales que atracan a los ingenuos asistentes y los despluman sin ningún miramiento ni consideración, ni siquiera se toman la molestia de parecer delicados o piadosos, no, descaradamente y con prepotencia les arrebatan dinero y pertenencias a la vista del resto que no parece darse cuenta de la ratería que discurre ante sus ojos.

Hace unos días tuve la ocasión de experimentar una situación bastante especial: el dueño de un local comercial al que acudí para adquirir un objeto que me era necesario y del cual este caballero tenía la exclusividad, era miembro de una iglesia o secta que pretende esparcir por el mundo el amor al prójimo por mandato divino, lo cual no impidió que me cobrara una barbaridad, aun con el descuento que me otorgó con fingida magnanimidad, y ya cuando había abonado la gran suma comenzamos a conversar de otros temas, fue entonces cuando se reveló como proselitista de la mencionada agrupación, y pretendió darme un rápido adoctrinamiento a la pasada. Hablamos de aficiones y pasatiempos. Él era cazador, y no veía ninguna contradicción entre esa actividad y su credo, porque "mataba para comer", ese era su argumento en pleno siglo XXI y viviendo en una ciudad en la que se puede conseguir cualquier alimento necesario... no le discutí porque el sujeto ya mostraba la característica de quien se cree dueño de la verdad y se aferra a su dogma con uñas y dientes, o con las cuatro patas. Yo le comenté que solía escribir, y allí fue que entró con su otra afición, similar a la anterior: cazador de almas, según él, y me dijo que escribir era un don que me había sido dado por el creador, y que en su momento Él me pediría cuentas, preguntando "¿Qué hiciste con el don que te di?".

Recordé a otro sujeto similar a este: pertenecía a una iglesia que ni  quiero recordar, pero me robó directamente en el precio de lo que me vendió, esta vez sin necesidad de tener exclusividad; pura maña y viveza; sin compasión alguna por el pobre abuelo ni por el nieto al que estaba destinado el objeto en cuestión. Usan el nombre de Dios para robar, aun fuera de los antros en que funcionan sus cuadrillas.

Volviendo al primer caso. Salí pensando... meditando en esas palabras... qué estaba haciendo yo con el bendito don... ¿qué...? 
Ante todo, debía preguntarme yo mismo si creía tal cosa: que hay un Dios aunque no importa cómo se llame; hasta allí puedo creer (porque no soy tan intransigente); pero nada más. En ese punto termina mi fe, soy agnóstico*, lo demás me parecen inventos, convencionalismos, algunos con buenas intenciones, otros no, y unos más que hasta deberían ser intervenidos por las fuerzas del orden y con urgencia.

*Agnóstico: adjetivo/nombre masculino y femenino
[persona] Que, sin negar la existencia de Dios, considera inaccesible para el entendimiento humano la noción de lo absoluto y, especialmente, de Dios.

En cuanto al don, que tampoco es gran cosa, lo único que he hecho ha sido poner mi pequeño grano de arena para hacer que alguien lea, nada más, que lean otras cosas, que lean lo que puedan leer, que lean lo que quieran, porque mi colaboración es solamente demostrar que en pocas líneas se puede tocar cualquier tema, y que no hay ninguno, por complejo que sea, al que no tengamos derecho a asomarnos. Ya las investigaciones y estudios que haga cada uno dependerán de su mayor o menor curiosidad y capacidad. Si de alguna manera mis palabras pueden influir positivamente en alguna persona, así sea solo una, entonces el don habrá sido correctamente utilizado. Si no fuera así, espero el juicio de algún Dios que en verdad sea amoroso y perdone, esquivando al inexistente e imposible dios que mata, castiga, y se complace con torturas sin fin; que dicho sea de paso, no es el mismo del que hablaba Jesús.

- Amen...

- Ahora sí, ya acabé.
~

1 comentario:

  1. Vaya hombre, al menos crees en la existencia de dios.
    Lamentablemente en el nombre de Dios se han cometido atrocidades en todos los tiempos, crímenes, codicia y poder desmedidos, y en nuestro tiempo, delitos sexuales, pero esas son cosas aberrantes de gente sin escrúpulos ni fe, que se valen del nombre de Dios para sus propósitos, formando sectas a las que acude la gente desesperada e ignorante, y como dices, se hacen desplumar.
    La fe, ya la has descrito, viene por sí sola y va creciendo en la medida que vas descubriendo la verdad, y esa verdad está en Dios.
    A ti, que te gusta la lectura, te recomiendo que leas la biblia Católica por interes en la historia, así comencé yo, y si al final vas a encontrar algo que te hará pensar y ahí nacerá tu fe.

    Fernando Atala Schaefer

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