domingo, 27 de mayo de 2018

Equivocación

Un remanso de paz entre tantas noticias desagradables, prefiero imaginar un amor que no pudo ser antes que meterme en discusiones políticas inacabables. Los romances que fracasan son siempre los más hermosos de contar, creo que su encanto está precisamente en que no llegan a formar parte de la dura realidad.

El baile


La chica había llegado a la pequeña ciudad tras unos meses de ausencia; no eran muchos los que en esos tiempos tenían la suerte o privilegio de estudiar en la capital; todos la envidiaban, casi con rencor unos pocos, con sana admiración los más; pero nadie imaginaba que esa circunstancia no la hacía más feliz, ni la hacía sentir más que a los otros sino casi lo contrario, aunque era muy probable que en el futuro le servirían esos certificados de un colegio importante y de prestigio, extrañaba las amistades que tuvo que dejar; la fría sociedad capitalina podía ser cruel, y los niveles de crítica e hipocresía eran bastante más elevados que en la provincia. No es que le afectara mucho ni poco, pues además de no ser la única provinciana de la clase, tenía una posición económica y social que muchas envidiaban.
Viéndolo bien, vivía un minúsculo drama, importante para su edad, que en su círculo íntimo nadie fue capaz de entender, y ella sabía disimularlo muy bien, no en vano practicaba la simulación en el día a día.
Él solo se dio cuenta que ella se había ido cuando la volvió a ver por el barrio; su graciosa e impresionante figura le trajo a la memoria lo que antes no recordaba tanto. Se preguntó cómo era posible que no se percatara de tan magnífica ausencia. Desde ese momento cambió su vida, sus planes y hasta sus gustos. Porque él creía que le gustaban más las morenas y esta pelirroja le hizo olvidarse hasta de lo que quieren decir palabras tales como gusto o preferencia. Ella era La Mujer, única entre todas, llena de gracia y de lo que fuera necesario para que se olvidara que existían otras; y allá fue, a saludar a quien apenas había dirigido alguna vez un simple "hola" que no recordaba si obtuvo respuesta. Decidió acercarse, el rechazo le iba a doler menos que dejarla pasar.
No es que se hizo al encontradizo, sino que cruzó la solitaria calle y fue al encuentro de ese ángel de dos piernas y otros encantos no menos impresionantes que lo atraían como un imán.
¡Cómo estaba creciendo la niña!

- Hola, pensaba que era un lindo día hasta que te vi. Linda eres tú. Preciosa. El sol te mira con envidia y las nubes apenas reflejan una parte tu limpia pureza, y si no te lo digo me muero.

Ella se rió, menos mal, si se ponía seria la cosa se complicaba.

- ¿Tú no eres el chico de la otra cuadra? No sabía que eras tan ocurrente.

- Ni yo, hasta que te vi - Permite que repare el error de haber ignorado tu existencia, me declaro tu esclavo: ordena y obedezco.

- Ordeno que no pases de la próxima cuadra, hasta allí puedes acompañarme - dijo coqueta, y el chico no se murió porque tenía el corazón sano y fuerte.

Ah... si las mujeres pudieran mantener para siempre ese estado de cosas, ser siempre admiradas, respetadas, adoradas por un sujeto al que han hechizado con la maravillosa magia que les brinda la naturaleza durante un corto tiempo. No es fácil, ni siquiera posible; aunque con sincera voluntad se puede hacer que el cariño se mantenga aun después que la magia haya terminado.

Creo que debo mencionar que la joven tenía un espíritu ligero, y6 también generoso y sensible, lo digo porque esas cualidades unidas a la gracia y belleza física no son muy comunes de encontrar.
Caminaron poco más de dos cuadras, lo que alcanzó para que hicieran planes de encontrarse nuevamente. Eran tiempos de vacaciones y no había salida de clases que facilitara las cosas. Fue así que se encontraron varias veces en la apacible arboleda cercana a la casa de ella. 

Terminaba Febrero. Se hizo una fiesta por su cumpleaños, aunque no era de ese mes, pero en su día ella no estaría presente, y asistieron todos los que de alguna forma la conocían y también los que no. Entre tantos muchachos deslumbrados por su belleza estaba "el chico de la otra cuadra", ya dije que ella era linda de verdad y los aires de la capital la hacían más mujer, más atractiva, a pesar de tener solo dieciséis añitos.

Durante la fiesta bailaron varias veces, juntos, separados, lo que fuera que tocara la orquesta. Siempre con gran respeto, y ella no bailó con nadie más, si es que no contamos al papá y algún familiar. Hasta allí todo bien, pero había algo raro en el comportamiento de la bella agasajada, casi no hablaba. Sería tal vez por la fuerte música, o porque alguien la observaba. Descartó que fuese por rechazarlo, porque para eso bastaba con no aceptar la invitación a bailar.
Como todo lo que es bello, el baile acabó muy pronto. Así es el tiempo, no es imparcial cuando se trata de medir la duración de las alegrías y las penas, pues se apura cuando queremos que algo dure un poco más y se alarga feamente si deseamos que pase de prisa un mal momento.

No volvieron a encontrarse. Él no faltó a las citas no concertadas en los lugares de siempre, rondaba esos sitios donde ella podría aparecer, pero no fue más. Se podría decir que lo dejó plantado. No había ninguna explicación y solo quedó el recuerdo del último baile, una triste canción que hablaba de un ansiado reencuentro que, como el de ellos, no llegó jamás.

Pasaron los años,
no se vieron nunca;
y hasta ahora persiste en él la congoja
de no haber sabido
lo que sucedió.




Equivocación


La vio hermosa, fascinante;
parecía inalcanzable,
no esperó que fuera tarde
y se lanzó hacia adelante,

le pidió ese primer baile
y ella se lo concedió
con qué emoción compartió
esa dicha incomparable

¿Por qué ella no respondía
a lo que él le susurraba?
el motivo no entendía
no sabía de qué hablarle...

creyéndose rechazado,
caballero, no insistió,
pero estaba equivocado
porque ella lo esperó.

Era joven, presionada
por costumbres de otros tiempos,
lo evitaba por momentos
y otras veces lo alentaba.

La temporada acabó
y regresó al internado;
él quedó desconcertado,
y jamás imaginó

que estaba vivo en el pecho
de la bella señorita,
la más fina y más bonita
que en su vida conoció.

Por las cosas del destino
ya nunca más se encontraron,
los años todos pasaron
sin cruzarse sus caminos.
~

1 comentario:

  1. Ahh Ricardo, conozco esa sensación, cuando los dos estan enamorados el uno del otro, pero hay un algo que sucede que hace que no se realicen los deseos, las anhelos y todo quede en nada sin que se enteren del sentimiento del otro.

    Como dicen por ahí, "Así sucede cuando acontece"

    Fernando Atala

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