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Cuadro: El escritor, escultura de papel del escultor, estadounidense, Jeff Nishinaka. Imagen tomada de: cristinafaleroni.blogspot.com |
Jorge Manrique y las coplas de pie quebrado
Jorge
Manrique, uno de los más destacados poetas españoles de todos los
tiempos y no sólo del siglo XV en que vivió, tuvo una vida muy
breve. Nació en 1440 y falleció luchando valientemente en 1478
durante un osado enfrentamiento de los muchos que se sucedían en
esos violentos días; los Manrique estaban a favor de coronar como
reina a la princesa Isabel; como efectivamente sucedió más tarde
siendo conocida como Isabel la Católica; oponiéndose a la
coronación de una supuesta
hija de Enrique IV, Juana la Beltraneja.
Cómo
no lamentar la brevedad de su vida: 38 años. Aunque no hay certeza
del lugar ni de la fecha exacta de su nacimiento se calcula con
bastante aproximación el año 1440 mencionado más arriba, se sabe
que su madre murió poco después de haberlo traído al mundo. Su
padre, Don Rodrigo Manrique, Conde de Paredes de Nava y Maestre de la
Orden de Santiago, era un rico encomendero de extensas tierras con su
sede principal en Segura de la Sierra, Jaén. Posiblemente
allí haya nacido el poeta. Se casó a los 30 años.
Como
hemos visto, era un valiente, y murió como tal en un tiempo de
constantes guerras internas y sorpresivas escaramuzas. Aquí tenemos
un testimonio de primera mano sobre la muerte del poeta guerrero,
contado por un contemporáneo, escrito en el castellano del siglo XV:
«Ansimesmo en el Marquesado donde estaban por capitanes contra el Marqués, D. Jorge Manrique é Pero Ruiz de Alarcón peleaban los más días con el marqués de Villena é con su gente; é había entre ellos algunos recuentros, en uno de los quales, el capitán don Jorge Manrique se metió con tanta osadía entre los enemigos, que por no ser visto de los suyos, para que fuera socorrido, le firieron de muchos golpes, é murió peleando cerca de las puertas del castillo de Garci Muñoz, donde acaeció aquella pelea, en la qual murieron algunos escuderos é peones de la una é de la otra parte».
Hernando del Pulgar.
Era
un noble y era un poeta, pero murió peleando en una encarnizada
lucha cuerpo a cuerpo, donde se mataba y se moría de uno en uno;
paradójicamente, esos hombres que se mataban a mazazos conocían
mejor que muchos militares de hoy el valor de la vida humana; porque
ahora se mata desde lejos, cómodamente y sin salpicarse ni siquiera con
una gota de sangre enemiga.
Fue
enterrado cerca del lugar del enfrentamiento.
Su
obra literaria no es extensa, como es lógico, por el escaso tiempo
que estuvo por estos parajes y quién sabe qué obras tanto y más
valiosas nos hubiera dejado si la vida le duraba más tiempo. Son
alrededor de 40 composiciones que tratan de temas amorosos, burlescos
y religiosos, escritas de acuerdo a la usanza de su época. Su poema
más conocido es aquel llamado “Coplas a la muerte de su padre”.
Su
padre, Don Rodrigo, murió en 1476 a causa de un cáncer que para
mayor desgracia, si cabe, le desfiguró el rostro. Jorge Manrique
tenía entonces unos 36 años de edad; estaba en la flor de la vida y
en sus famosas coplas nos habla como lo que es: un hombre joven y
fuerte que queda profundamente impresionado por la fragilidad de la
vida humana y la absoluta pérdida que representa la muerte.
¿Pensaría acaso que antes de dos años seguiría por el mismo
camino de su padre?
Jorge
Manrique era un hombre de letras y de armas, como varios otros
integrantes de tan distinguida familia, una de las más antiguas y
nobles de España. Estudió humanidades y también la carrera
militar. Como podemos apreciar en su más famosa obra, fue un hombre
sensible, de elevado espíritu y férreos principios morales.
Esos
versos que suenan tan profundamente tristes, principalmente por la
pérdida del padre que es lo que los inspira, han sido escritos de
tal manera que los sentimientos se ven apoyados y reforzados por la
cadencia que le dan los versos octosílabos combinados con otros
tetrasílabos. Se llaman coplas de pie quebrado, donde los versos más
largos suenan como graves advertencias y los versos cortos nos
parecen inapelables sentencias. Tienen un ritmo que recuerda el toque
fúnebre de campanas tocando a difuntos nos decía Azorín*
con bastante aproximación a lo que se siente al escucharlos. Las
ideas que expone están inspiradas en ciertas partes de las sagradas
escrituras y con bastante influencia del fatalismo medieval.
Hablar
de la forma y de la métrica de los versos no es querer restar
importancia al contenido, que nos lleva a un estado de profunda
meditación acerca de verdades tan elementales como rotundas, que
intentan proporcionarnos la resignación necesaria para enfrentar la
pérdida de un ser querido mostrándonos lo efímero del poder y
las riquezas; de la opulencia; de la fama; que al final todo es ido
y acabado nos dice con tan
indiscutible aplomo que no nos deja ningún resquicio para la
discusión. Hablar de la parte literaria es apreciar cómo un poema,
en este caso las famosas coplas, ganan una profundidad y una belleza
aún mayores gracias a la excelente selección de la forma. Fondo y
forma se unen para obsequiarnos una de las obras maestras de la
literatura española.
Las
coplas de pie quebrado eran una novedad en esos días, pues las había
inventado poco tiempo antes su tío Gómez Manrique, uno de los
varios poetas que hubo en la familia.
Jorge
Manrique, ya lo sabemos, fue poeta y guerrero, y con Las Coplas a la
Muerte de su Padre, donde hace un elogio póstumo de su progenitor,
mostrándolo como ejemplo de virtudes, heroísmo y serenidad ante la
muerte, nos deja también uno de los poemas clásicos de la
literatura española y también de la literatura universal. Lope de
Vega dijo acerca de esta obra que “merecía estar escrita en letras
de oro”. Creo que todos esteremos de acuerdo en éso.
A
pesar del trágico tema tratado, tiene un final tranquilo y
consolador, ya que después de hablarnos de la muerte, desde lo
abstracto a lo concreto, esbozando en sus coplas tres vidas: la
humana y mortal que termina pronto; la de la fama, que puede durar
más, y la eterna, en el más allá, que no termina nunca; al final,
como decía más arriba, acaba consolándonos ante tan terrible
realidad con estas bellas palabras que expresan un pensamiento más
bello y amoroso todavía:
“...
que aunque la vida perdió,
dejónos
harto consuelo
su
memoria.”
Hermosas
palabras de un hijo digno de un padre excelente, y como leí o
escuché en alguna parte: La memoria que deja su hijo en estas coplas
sirve para elevar tanto al padre guerrero como al hijo poeta, a los
dos juntos, a la inmortalidad.
~ o ~
Vamos
a ver hasta qué punto es cierto que la forma hace una gran parte de
la obra, hagamos algunos versos tristes utilizando la copla de pie
quebrado y veamos qué se siente; luego usaremos ese mismo tipo de
copla para componer algo jocoso. Pidamos la ayuda de las musas o de
San Plácido, patrono de las cusas fáciles, para poder llevar a buen
término el experimento. Pero antes apreciemos algo de las inmortales
“Coplas a la muerte de su padre”, de Jorge Manrique.
Dudo
si copiar aquí las 40 coplas de doce versos cada una que pueden
parecer demasiado extensas para este espacio, sin embargo, al
leerlas, lo atrapan a uno de tal manera que al final hasta se hacen
cortas. Pero, como no quiero abusar de la paciencia de ustedes, me
limitaré a facilitarles el enlace
donde pueden leer el poema completo,
y aquí voy a poner sólo algunas (tres) para recordar juntos un poco de
estas tristes y contundentes palabras. Comencemos por el principio:
Copla
I
Recuerde
el alma dormida
avive
el seso e despierte
contemplando
cómo
se pasa la vida,
cómo
se viene la muerte
tan
callando,
cuán
presto se va el placer
cómo,
después de acordado,
da
dolor;
cómo,
a nuestro parecer ,
cualquiera
tiempo pasado
fue
mejor.
Sigamos
con alguna copla de más o menos la mitad del poema, en la que
interpela a la muerte :
Copla
XXIII
Tantos
duques excellentes,
tantos
marqueses e condes
e
varones
como
vimos tan potentes,
di,
muerte, ¿do los escondes
e
traspones?
E
las sus claras hazañas
que
hicieron en las guerras
y
en las paces,
cuando
tú, cruda, te ensañas,
con
tu fuerza las atierras
e
desfaces.
Y
para terminar las breves muestras de este extraordinario poema,
veamos la última copla que emociona por su parte humana e íntima:
Copla
XL
Así,
con tal entender,
todos
sentidos humanos
conservados,
cercado
de su mujer
y
de sus hijos e hermanos
e
criados,
dio
el alma a quien se la dio
-el
Cual la dio en el cielo,
en
su gloria-,
que
aunque la vida perdió,
dejónos
harto consuelo
su
memoria.
~
o ~
Indudablemente
este poema sigue y seguirá vigente, letra por letra, idea por idea;
iba a decir que cambiando ciertos detalles, como reyes y vasallos...
pero -¿Acaso no hay reyes y vasallos en pleno siglo XXI? Sigue
vigente entonces completamente y mientras la muerte sea lo que es:
Final definitivo de nuestra humana existencia, ejecución
insobornable de la naturaleza, sentencia inapelable para el que tiene
que marchar y barrera infranqueable para todos mientras estemos
vivos que felizmente preserva el más allá de tantas insensatas
pretensiones humanas.
~ o ~
Veamos
ahora qué podemos hacer con esas coplas; personalmente ya hice un
poema con esa lúgubre cadencia y creo que logré algo interesante,
pero era bastante extenso para ponerlo aquí y además lo he perdido
irreparablemente. Que lo vuelva a escribir, me dice alguien que me
aprecia y valora demasiado... tal vez lo intente. Bueno, para lo que
propongo, trataremos de hacer algo corto y de ser posible
significativo. Por ejemplo, muchos tememos a la soledad no deseada y
el abandono (no es necesariamente mi caso), hagamos con ese tema
nuestras coplas tristes pero sin aspirar al contenido filosófico y
moral de Manrique. Más modestamente, aquí van:
<Coplas
del abandonado>
Ahora,
solo, abandonado,
recordando
lo que ha sido
y
ha pasado;
a
veces me ha consolado
recordar
que nos quisimos,
nos
amamos.
Quien
podía imaginar
que
pasado tanto tiempo,
recordarte,
podría
hacerme llorar
y
aunque con dolor intenso,
no
esperarte.
Tu
regreso, imposible,
hasta
ayer tan esperado,
se
ha borrado;
y
esta tristeza insufrible
de
no tenerte a mi lado,
no
ha cesado.
~ o ~
Parece
que se logró algo, suena melancólico y creo que me dan ganas de
llorar... pero no estoy seguro si por el triste mensaje de la copla
... o por la pobre composición. Bueno, el resultado buscado era ése,
dar pena, y de alguna manera se ha logrado.
Lo
que sigue ya es más arduo. Aquí sí, que me ayude San Judas,
patrono de las causas difíciles,
porque hacer reír es cosa seria y no lo logra cualquiera, encima me
complico tratando de hacerlo con la triste cadencia de las
mencionadas coplas de pie quebrado, bueno, que sea lo que tiene que
ser; éso es lo bueno de no tener un gran prestigio que arriesgar: como no
tengo mucho que perder. Aquí voy.
<Copla
del vago sinvergüenza>
Ayer
pasé por tu casa
a
las cinco de la tarde
y
no estabas,
no
imagino lo que pasa
mas
la cara de tu madre
me
espantaba;
será
que ya se ha enterado
que
no estudio ni trabajo,
ni
hago nada;
que
estando desocupado
ya
me acostumbré al relajo...
vida
holgada.
Supongo
que no le gusta
que
pretenda ser artista
consumado,
la
pobreza no me asusta
mientras
ella a ti te asista,
y
yo a tu lado.
(o)
No
puedo saber si arrancó grandes carcajadas, o al menos una piadosa
sonrisa. Si fuera así, quedaría demostrado que la risa y el buen
humor pueden vencer hasta a las fúnebres campanadas literarias de
las coplas de pie quebrado y terminar en una carcajada. Si no lo
logré ahora, ya habrá quien lo consiga; y si no dio pena, entonces
ya faltó poco para realizar la hazaña.
LQQD**
es que los genios y los artistas son irrepetibles, pero con estos
ejercicios de imitación, pruebas, ensayos y a ver qué pasa, nos
vamos acercando un poco más a ellos y a su obra; al menos de manera
bastante despreocupada, ligera y fácil, que es el signo de estos
tiempos. Algo se logró, entonces.
~
o ~
*
José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, más conocido por su seudónimo
Azorín (1873-1967) fue un novelista español, además de ensayista,
dramaturgo y crítico literario.
*
Lo Que Queda Demostrado.
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