“El caballero, la muerte y el diablo”
Alberto Durero1513
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En días de pandemia y cuarentena, el tiempo se hace distinto para quienes tenemos la suerte de poder quedarnos en casa mientras médicos, enfermeros(as) y muchos otros(as) que evito enumerar para no cometer la injusticia de no mencionarlos, tienen que salir de sus hogares a exponerse trabajando más arduamente todavía, y para más dificultad, siendo incomprendidos y estorbados muchas veces en lugar de ser apoyados como se merecen.
Estar encerrado en casa tiene una connotación diferente para cada persona, quien sabe si sea la consecuencia directa de lo que han venido haciendo de su vida, si sea lo que se conoce como karma o si no sea más que la casualidad, aunque en esto último yo no creo: no creo en la casualidad, creo que cada uno de alguna manera y por algo es que tiene lo que tiene, está donde está y le falta lo que le falta. Eso si pienso en quienes hemos pedido hacer algo con nuestras vidas, de los niños y jóvenes de hoy no sé aún qué pensar ni qué decir. Espero los acontecimientos para interpretarlos.
Me inclino a pensar que a cada uno le tocó estar con quien o con quienes tenía que estar en este aislamiento obligatorio, en fin, es de humanos reflexionar y también imaginar cosas. Así, en estos días que el tiempo se manifiesta de diferentes formas según quién lo viva, lo sufra o lo goce, estuve corrigiendo un poema que escribí tiempo atrás, y como de tiempo se trata, creo que esta ocasión es adecuada para volverlo a leer.
Ningún reloj
Ricardo Kajatt
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Le hablo al
tiempo:
¡Oh tiempo que me
espantas si te pienso!
me aturdes cuando
quiero definirte,
no entiendo cómo es
que puedes irte
y a la vez estar
donde me quedo.
No me importan los
reyes ni los ricos
ni sus asuntos que
muy poco entiendo,
pero veo que igual
están cayendo
en tu pozo
implacable e infinito;
todo te has de
llevar tarde o temprano,
la bella rosa y el
ademán grosero,
el odio de unos y
hasta aquel te quiero
que a una pura
doncella dije en vano.
Dónde vas a parar
no lo sabemos
ni adivinamos si una
vez terminas,
sobreviviendo a las antiguas ruinas
destruyes lo más
caro que tenemos;
todo en ti termina,
nada se te escapa,
ni la guerra, ni la
paz, ni la conquista,
ni la vida fugaz de
un pobre artista
ni el universo que
hasta hoy se agranda.
¿Dónde estás? No
te veo, pero siento
cómo haces
distintos mis temores,
cómo acabas con tan
bellos amores,
cómo vas a lograr
lo que presiento.
Contra ti no puedo
rebelarme,
ni el mendigo ni yo
ni el potentado
nos podremos jactar
de haber ganado,
y con ellos sólo tú
has de igualarme.
A mi amada:
¿Es por el tiempo
que gozo tu presencia?
¿O más bien es él
quien me amenaza
y aguardando que
salga de esta casa
irá a jugar conmigo
y mi conciencia?
No quiero ningún
reloj que me perturbe
las dulces horas que
contigo paso,
no quiero que se
mida el tierno abrazo
y que nada limite lo
que dure.
Reflexiones:
No quiero ni pensar
cuánto le falte
a ese inocente niño
cuando reza,
que estas cosas que
tengo en la cabeza
su plácido vivir le
sobresalten.
El tiempo no es
aliado ni enemigo,
no eres nada que a
él pueda importarle;
es así como el sol,
que imperturbable,
no calienta porque
alguien tenga frío.
Si te sirve su pasar
en buena hora,
si te daña, éso es
problema tuyo;
no me lo ha dicho
nadie pero intuyo
que pudiendo
apurarse, se demora;
y si feliz un simple
rato pasas,
notarás claramente
que se esmera
en traer antes de lo
que esperas,
la tristeza que te
tiene preparada.
~
Muy bonito Ricardo, el tiempo todo lo cura a veces con el olvido, pero también trae lo que esperas, por eso dale tiempo al tiempo
ResponderBorrarFernando Atala Schaefer
Poema con mucha filosofía que nos hace analizar lo que tal vez no habíamos puesto en el importante lugar que le corresponde.
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