domingo, 5 de abril de 2020

Hablando de muertes y pandemia


Una cara apacible de la pandemia, hay otras horrorosas.

No es fácil morir de viejo, aunque sí morir por viejo. No es lo mismo: morir de vejez es cosa cada vez más rara, pero morir de complicaciones o enfermedades que no resiste un cuerpo añoso es otra cosa, y eso sí es común y a la vez motivo de angustia, como estamos comprobando estos días de coronavirus y pandemia: se mueren de neumonía o fibrosis pulmonar los más viejos, pero no se mueren de viejos sino que se mueren por viejos.
Si no se entendió, ya ni para qué me esfuerzo en explicar. Pero esa es la idea.

Para morir nacimos, esa es la única certeza que tenemos, viene como parte indisoluble del contrato de la vida. No hay una sin la otra, y como cada vez nacen más personas, es lógico que tengan que morir más. Sin embargo eso no quita que le tengamos respeto y temor a la muerte -o así debería ser si no se trata de criminales asesinos que desgraciadamente hay muchos- y siempre nos afecta su manifestación, más aún la propia y la de seres queridos o cercanos.  

Si la muerte es omnipresente en nuestra existencia ¿por qué entonces estas muertes nos impresionan más? Creo adivinar el motivo, además de lo inesperado y rápido de su manifestación, es porque son muertes adicionales a las ya previstas, son muertes supernumerarias, no contábamos con ellas y nos vienen a sacudir con su implacable avance. 

Es por eso, pues aunque nos perecen excesivos los muertos causados por el Covid-19 (ya van en este momento más de 68,000 según dicen las estadísticas) no parecerían tantos si fueran esperados, como lo demuestran otras estadísticas no menos importantes; veamos:

- 9 millones de personas mueren anualmente en el mundo por hambre: 24.000 al día.

7.000 bebés mueren diariamente antes de cumplir un mes.

50.000 mujeres y niñas mata la violencia de género: 137 al día

10 millones mueren por causa de tabaco y alcohol: 27.000 al día

2.800.000 mueren por accidentes laborales y enfermedades profesionales: 7.600 por día.

800.000 personas se suicidan cada año: 2.200 por día.

400.000 mueren por intoxicaciones alimentarias: 1.100 al día.

650.000 mueren de gripe común cada año: casi 1.800 diarias.

400.000 mueren de paludismo cada año: más de 1.000 cada día.

100.000 de cólera: más de 270 al día;

90.000 de sarampión: 245 diarios.

Según datos fiables de worlmeter info están muriendo 80,000 personas al día, incluidos los que se lleva la pandemia.
No es que me agrade hacer este recuento de números mortuorios ni que me regodee con este festival de muertes, pero es nuestra realidad hoy, y si la pongo en letras es principalmente por dos razones: para que quien pueda y quiera cuidarse, lo haga a conciencia para así superar esta etapa peligrosa de la vida, y para quienes están en riesgo insalvable, ya sea por cuestiones económicas, políticas o geográficas, sepan que no están solos, cada día los acompaña multitud de prójimos que quiero creer que de verdad pasan a mejor vida. Ojalá así sea.

No sé si sirva de consuelo o signifique un motivo más de preocupación, pero a pesar de tan abrumadores números, la población mundial sigue creciendo. Según se espera ya debería estar por estabilizarse.

Feliz domingo.
~

2 comentarios:

  1. Interesante descripción de lo que pasa.

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  2. Las estadísticas que indicas son ciertas, el problema de esta pandemia es que a pesar de que se le conocía hacen unos años, no se le hizo mucho caso, como bien dices, más gente muere de una gripe común que la que está matando esta plaga, creo que al ser altamente contagiosa y por el desconocimiento de su cura, se ha creado pánico a nivel mundial, pero "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista", como dice el dicho, o estos otros que tratan de prevenir algo malo, "más vale pájaro en mano que ser padre a los 18 años", o "árbol que crece torcido, perro que mea chueco".
    Hasta la próxima pandemia, si Dios lo quiere.

    Fernando Atala Schaefer

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