domingo, 3 de julio de 2016

El libro del destino




Jorge Luis Borges imaginó algo similar a la Wikipedia antes de existir Internet, imaginó cosas que ahora en la web se hacen reales, como tener todo el conocimiento humano al alcance de quien desee - todas las páginas escritas, todas las fotografías, todas las canciones, todos los datos, desde los átomos hasta los orbes y galaxias infinitas - lo que vamos conociendo lo vamos colocando allí. El escritor imaginaba una biblioteca infinita donde se encontraba todo el saber humano, era real y física, pero no era multimedia, en éso la realidad le ganó a la imaginación.
Nos habló también, entre otras cosas, de un objeto inolvidable, literalmente: no era posible olvidarlo, lo cual no era necesariamente bueno; de un disco de una sola cara... que si caía al suelo y quedaba con su única cara hacia abajo, ya no era posible hallarlo; imaginó un libro infinito, de infinitas páginas en las cuales ni siquiera el orden era comprensible, porque en el infinito todas las variantes son posibles. No nos dice de qué trataba ese libro porque estaba escrito en una lengua desconocida (o tal vez infinitas lenguas); y él que era filólogo, no pudo entender ninguna de las páginas que vio. Es imposible hojear siquiera todo un libro que es infinito, no se consigue encontrar ni la primera ni la última página, nos cuenta que él no pudo. Quien se lo dio le dijo que su anterior dueño lo llamaba El Libro de Arena, porque como la arena, sus páginas eran incontables.

Yo, guardando la distancia con tan noble personaje - distancia también cercana al infinito - he tenido una experiencia con un raro ejemplar. Nadie me lo dio, simplemente apareció una vez entre mis manos sin saber de dónde salió ni cómo lo llegué a tener; lo importante es que existe en alguna parte porque yo no lo inventé. Allí estaba ante mi ojos, abierto más o menos a la mitad de sus muchas páginas, era grande y pesado, cada pagina era cercana a lo que llamamos tamaño oficio - casualmente parecido al tamaño del libro de arena mencionado más arriba - no sé si el haber leído sobre ese tema haya influido de alguna manera en el que yo tenía esa vez.
Estaba escrito en correcto español, castellano para más exactitud, y a pesar de mostrarse muy viejo se podía leer fácilmente, recuerdo que las letras eran de tipografía serif (con serifa o sea con pequeños adornos ubicados en los extremos de las líneas de los caracteres) que casi se acercaban al tipo de letra gótica y eran de buen tamaño, aproximadamente de 12 ó 13 puntos. Vaya memoria... dirán, pero es que esa escritura no la puedo olvidar aunque quisiera, y como dije, la lectura era fácil, pero no demasiado. Otra característica que recuerdo porque éso sí llamó mi atención es que todo el texto, cualquier cosa que se leyera, estaba en tiempo presente. Todo coexistía a la vez en tan especial volumen.
Lo primero que leí también lo recuerdo, tal vez por su escaso valor en una obra tan original; casualmente tenía ante mi vista un título: de Porres, Martín, y debajo (Lima - Perú 1579 - 1639) (las fechas las copio ahora de un sitio web de biografías, no es que las recuerde) Religioso peruano... etc. nada que no pudiera encontrar en cualquier fuente disponible; pensé que debía aprovechar lo que parecía una relación de vidas de mucha gente, no sólo de personajes ilustres, porque a continuación pude ver escrito: de Porres, Martín Aarón y debajo: (Guayaquil 18... - México, 19...), obrero textil y albañil ecuatoriano... etc. etc. nada especial que mencionar. No sé si es lo normal, pero decidí buscar mi propio nombre y leer yo mismo mi destino, también quería comprobar si era cierto lo que suponía, que ése era el libro que contenía todos los destinos, y avancé páginas y más páginas, buscando la letra correspondiente a mi apellido, parecía más difícil de lo normal, el libro se extendía en la letra "D" con una insistencia abrumadora, absurda... llegué a pensar que tenía en mis manos sólo el tomo correspondiente a dicha letra y cerré el libro, pensando abrirlo cerca del final para comprobar mi sospecha. Así lo hice y entonces leí: Romero Villamayor, Oscar, retrocedí las páginas y era ahora la letra "R" la que parecía ocupar todo el volumen; repetí la operación de cerrar y abrir el libro varias veces hasta encontrar la letra buscada, pero me fue imposible, cada letra encontrada perecía apoderarse de todo el libro y mi desesperación por hallar lo que buscaba crecía con cada intento...¡no puede ser! ¡lo tienes en tus manos y no puedes encontrarte! me reprochaba a mí mismo... ¡pero qué inútil eres! - me exigía mayor presteza, mas era imposible, entonces ocurrió algo y tuve un inquietante pensamiento: estás soñando... sí, éso pensé sabiendo que estaba despierto y bien despierto, tal era lo increíble y fantástico que tenía el libro que me hizo dudar de mi propia percepción y me inquietaba con la ridícula posibilidad de que lo estaba soñando y que si despertaba lo perdía... me encontré luego en el raro estado mental de no querer despertar sabiendo que estaba despierto, hasta no hallar lo que buscaba, y esa misma angustia me llevó a un diferente despertar del que desconfío aún ahora que escribo lo sucedido: resulta que sí estaba soñando y entonces despertaba; aún con los ojos cerrados veía ante mí el fabuloso libro, lo tenía, sí... lo agarré con todas mis fuerzas, infantilmente, lo sabía (y con algo de pudor lo cuento), quería llevar ese libro del mundo de los sueños al mundo real. La última vez que hice éso tendría cuatro o cinco años de edad, y allí estaba entonces un hombre con bastantes años en la misma situación... y al fin, bien despierto y con el libro en las manos, arrugando el papel, poco me importaba éso, abrí los ojos y lo vi... tenía entre mis manos una sábana arrugada.
Algo sospechoso me acompaña desde ese día, y es que ahora duermo sin sueños, y me pregunto si tal vez estoy soñando haber despertado y el libro existe realmente en una vigilia a la que no consigo acceder desde esa vez.
 

El libro del destino


Es el libro del destino
el que tengo entre mis manos,
y entre otras cosas me extraño
del idioma en que está escrito,
son tantos desde Babel
los lenguajes inventados
y esta todo en castellano
lo que veo en el papel...
o es que el texto se convierte
al de aquel que lo sostiene.

Está todo escrito en él:
la vida de las personas,
historia de las naciones,
infinito como aquél
que Borges pensara un día
y por nombre le pondría
tan sólo libro de arena,
aunque él nos dejó la pena
de no saber lo que trata
en sus páginas sin data.

No puede ser... pero es
contradicción hecha libro,
y su sorpresa adivino
al leerlo cada vez;
ése era un libro infinito
al igual que éste lo es,
cada página que ves
un destino tiene escrito;
al igual que él lo tomé,
descarto que lo soñé.

Ése que yo vi nos dice
todo lo que hay que saber
y nos ayuda a entender
el futuro que predice;
pero cuidado, infelices,
nos advierte en su comienzo
que puede ser que el intento
en desastre finalice;
no siempre es bueno tener
un absoluto saber.

En pocas líneas reseño
tal como ya lo conté,
con fuerza lo sujeté
por si acaso fuese un sueño
que yo del libro era dueño
perdiéndolo al despertar;
y me lo quise quedar,
aunque fue grande el esfuerzo...
lo que con ansia agarraba
transmutóse en una sábana.

Era un sueño... o fue una burla
del misterioso escritor,
de aquel incógnito autor
que las horas me perturba;
cuando al fin iba a alcanzar
la página que buscaba
me indujo a que despertara
haciendo el sueño acabar,
pero yo sé en qué termina:
en que al fin se va la vida.
~

Después ya no soñé más
y me queda una gran duda,
una terrible pregunta
que hasta temo formular
¿Era verdad que soñaba?
¿O estaré soñando ahora
la vida de otra persona
en un sueño que no acaba?
Como otro Segismundo
¿es sólo sueño mi mundo?
~
Segismundo - Dibujo de Salvador Dalí

1 comentario:

  1. Ricardo, como dijo Calderón de la Barca, "La vida es un sueño y los sueños sueños son",son inquietudes muy profundas pero reales, alguna vez nos pasa con cosas más simples, sigue escribiendo que siempre es grato leerte

    Fernando Atala

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