miércoles, 15 de abril de 2015

El piropo y el insulto.

Ricardo Baroja - El Piropo




- Gordita linda...

- ¡Estúpido! ¡Idiota! ¡Tarado!

¡Tres a dos! - No hay duda que ganó si en este caso los insultos valieran lo mismo que los piropos. La situación está complicada para los pocos caballeros que van (vamos) quedando en la sociedad actual, porque se está metiendo en la misma bolsa a groseros, violadores, masturbadores de micro, maltratadores, papanatas, tarados, babosos y ... caballeros de ésos que demuestran con breves palabras su admiración por la belleza en general y por la de ciertas damiselas en particular.

- Pero gorda ya es casi un insulto, oiga usted.

- Gorda sí, pero gordita no.

- Para ellas da lo mismo... basta pronunciar GORD... y estás frito. 


No puede ser. Ésto se explicará en la página 53 del "Estudio en Profundidad del Valor Piropístico de los Términos o Vocablos Potencialmente Ofensivos Cuando Usados en Diminutivo, con Guiño de Ojo Incluído, Voz de Galán de Radionovela de los Cincuenta, y con Intención Claramente Halagüeña" que estoy por escribir para sustentar el referido punto de vista, y como se puede apreciar ya desde el título -  bastante extenso - será una obra que llevará mucho tiempo en ver la luz, y más tiempo aún para que algún valiente prócer se anime a abrir alguna de sus páginas y darle una fugaz mirada, y ni hablar de una leída.
Mientras no se publique tan importante estudio pirópico-linguístico, pues me tienen que creer así nomás, porque ya la obra antedicha sustentará sólidamente, con demostraciones y ejemplos prácticos, cada afirmación que se haga en este artículo. (O sea que los cimientos van encima del techo... uy, en la que me metí).

- Entonces... ¿También podemos decirle "Ballenita linda"? 

- No se puede ser tan bruto... espere a que salga el libro...

Que a uno le susurren algo así como: "papito rico, ven para hacerte el cuchi cuchi", sería muy bien apreciado y se respondería seguramente con merecido agradecmiento y clara disposición a colaborar en la acción propuesta por la emisora del piropo para llevar a buen puerto el deseo de la misma, o de otra, total en estas cosas somos bastante democráticos. Allí se ve la gran diferencia entre los géneros con respecto a este asunto.

- ¡Vamos nomás, que para el cuchi cuchi soy una fiera! - podría ser una de las posibles respuestas, y jamás se le ocurriría al afortunado receptor del halago responder con groserías. Por ejemplo:

- ¡Babosa, qué te has creído! ¡Yo soy un hombre decente! ¡Un señorito de mi casa! ¡Estúpida! - Tal respuesta sería inimaginable en un caballero que se tenga por tal, a no ser que se trate de uno de esos individuos que pretenden imponer ciertas modas y usos con los cuales no concordamos.

- Ah... homofóbico...

- ¡Cómo inventan palabrejas!

- ¡Homosexual reprimido!

- No me venga con sandeces. A otro perro con ese hueso.

Como se puede apreciar la cosa tiene sus bemoles, y meterse en estos terrenos fangosos es para salir embarrado, o por lo menos salpicado por inmunda aspersión de intolerancia viril (no aguantan al varón, les molesta que no se conmueva con su presencia) disfrazada de defensa de ciertos derechos anatómico-funcionales de discutible aceptación.
Regresemos a la vereda en que estábamos y esperemos que pase la siguiente muchacha para acomodarle el piropo que corresponda a su original diversidad estilística.

- ¡Uy, pero qué linda morenaza!... de ojos verdes como el mar, mírame una sola vez para morir ahogado en las olas de tu profunda belleza, donde naufragar sería un placer y hasta el Titanic se volvería a hundir, esta vez con gusto, y como ya están avisados no faltarán los botes salvavidas, para que no se te acuse de asesina, preciosa criatura, bendito querubín... ya deben estar extrañándote en el cielo, donde los ángeles lloran tu ausencia y hasta el ...

- Ya se fue, compadre... hace rato dio vuelta a la esquina... muy largo tu piropo...

- Si, y se lo merecía más largo todavía; si estaba solo la hubiera seguido, pero como estaba con mi señora...

En los pocos ejemplos dados ya se nota cierta tendencia a utilizar en los piropos algún rasgo físico de la merecedora, mejor diríamos provocadora o promotora, del mismo (del piropo, claro). Ésto se debe a que el alma y el intelecto no se observan tan fácilmente así nomás a la pasada, por éso, sin dejar de apreciar esos etéreos atributos que serán perfectamente valorados después (¿después de qué? no importa, no nos salgamos del tema principal) tenemos que lo que más inspira al piropeador o piropeante, es lo siguiente, vayamos de arriba hacia abajo por cuestiones de orden anatómico-geográfico:



I - Los ojos, incluyendo la mirada, las pestañas y demás complementos cercanos, las orejas y sus accesorios y hasta la cara toda se puede incluir en este ítem (pero ya se verán más abajo los apartados referentes a nariz y boca); porque los ojos son las ventanas del alma y así ya vamos dejando una buena impresión, para que no digan que sólo pensamos en "éso", y vean que también pensamos en "lo otro".
Los piropos dirigidos a ojos y rostro suelen ser los más inofensivos y/o efectivos, según sea el caso. Si ella quiere, bien, y si no, nada; aunque le digas las cosas más hermosas. Éso sí, se salva uno del rechazo insultante, salvo que la agasajada sea una loca de atar o una feminista recalcitrante y retorcida.


II - La nariz, no es tan frecuente pero se puede oir algo como "ñatita churra", "narigoncita encantadora", pero es mejor no tocarles mucho la nariz. Salvo raras excepciones no les agrada, es perder el tiempo y arriesgarse a perder soga y cabra... con perdón de la cabra... digo, de la metáfora.



III - La boca. En general y casi a la par de los ojos es lo que más resalta en esa parte superior de la anatomía, no siempre la más admirada, pero que valoriza enormemente el resto del organismo viviente estudiado.
Con la boca, la propia y la de ella, hay que tener cuidado y no hacer, con la de uno, sonidos raros y/o repugnantes y con la de ella evitar las insinuaciones de todo tipo, especialmente aquellas que salen de lo romántico y se acercan a lo erótico que fácilmente pueden interpretarse como llanamente groseras o pornográficas. Los caballeros no decimos ciertas cosas aunque en el momento adecuado podamos llegar a hacerlas. O sea que hay cosas que se hacen pero no se dicen... o como dijo alguien que no recuerdo: "Los caballeros tenemos muy mala memoria". Sigamos que ya viene lo más interesante.


IV - El cuello... no, nada que ver... aunque tiene sus encantos.



V - El pecho, o los pechos en plural que es como se entiende mejor. Pueden ser grandes o pequeños, apachurrados para arriba, erguidos, desafiantes, mansos, redondeados o puntiagudos (ésto depende más de la moda que de las características inherentes a los elementos en sí). En pocas palabras: si están, ya dan (ganas de mirar) y reciben (el comentario respectivo).
Aquí, como en todo lo demás, hay que ir con sumo cuidado. Evitar sobre todo las comparaciones agropecuario-ganaderas que son las más fáciles y recurridas por los ordinarios que llevan el arte del piropo a la misma... bueno, a la misma posición a la que la quieren llevarlo sus detractores.




VI - La cintura: produce como una reacción inversa: cuanto menos, más; y cuanto más, menos. Y en contraste con lo que está más abajo produce una sobrevaloración del elemento inferior y una fascinación en sí misma. No se hagan a los que no entienden que en esas cosas somos duchos. En cuanto a la circunferencia y al movimiento de cintura, existe la tendencia a hacer comparaciones zoológicas, especialmente reptilianas, que hay que usar con mucho tacto porque a algunas damas puede no gustarles la similitud, mientras que a otras les agrada sobremanera porque les da una sensación de poderosa malignidad que no deja de tener su lado interesante.

- ¡Adiós, víbora!

- ¡Saludos a tu madre, pelotudo...!

 


VII - La retaguardia: Éso mismo, lo que están pensando y tan fuerte que hasta acá se escucha. Es la zona que más conflictos causa en el enfrentamiento de los pro-piropo y las contra-piropo, debido a la facilidad con que este elemento y su mención pueden derivar en el ámbito de lo grosero (en verdad no lo entiendo, pero es así).
Términos como cola, poto, potito, bombón, poronpompón o pompis son los menos conflictivos; cosa más grande, rabo, traste, porongo, baúl, maletera y otros similares o más descriptivos ya traen cola... valga la expresión, y a veces hasta la posibilidad de pasar a las manos, no tanto por tocar la cosa en estudio sino que podemos recibir un sonoro sopapo por malhablados.
Habría mucho más para especular con el espéculo ante el espectáculo que nos da el espectacular elemento que mejor lo dejamos ir a su buena suerte y fortuna. Es entre todos el más contradictorio: Cuando mejor se ve es cuando se va, lo cual lamentamos, y cuando viene, aunque no lo vemos, bien que lo presentimos y de alguna manera lo vamos aquilatando, tasando, sopesando... deseando verlo y a la vez sabiendo que mirarlo es perderlo irremediablemente: profunda filosofía del que te jedi. Bueno, basta ya, que casi me resbalo por el filo de la vulgaridad.
Además de todo lo mencionado anteriormente, está el rítmico movimiento que esta zona exhibe durante el desplazamiento de la propietaria, insinuando portentosos efectos en determinadas circunstancias que... bueno, ya se fue, desapareció en la distancia y no queda más que ese rastro de sensación fallida, de pérdida irreparable, de irremediable desperdicio que nos ha dejado tras su breve paso. Sensación que roza la angustia.  

- Que buen queque... ¿Le puedo dar un pellizcón?

- Mejor anda a pellizcar a tu abuela.

No se sabe por qué  misteriosa asociación de ideas, las abuelas son las más recurridas en estos casos, seguidas de la madre del verseador callejero, que tampoco tiene nada que ver en el lío que han armado las feministas anti-piropos; aunque parece que a las susodichas en el fondo no les disgusta tanto este tipo de manifestaciones.
Hablando de este séptimo elemento (séptimo en esta relación pero no en las preferencias masculinas), algunos hay que no se olvidan nunca; dejan un recuerdo imperecedero que los mantiene siempre en la memoria, aún pasado el tiempo y las diferentes circunstancias que tienden a borrar otras impresiones menos arraigadas en la profundidad del ser.

- Pasó la Lupita y ni la miraste...

- ¡Ah caramba! Es que por delante no la había reconocido...

Como en todos los casos, los piropos glúteos son de impredecibles resultados, hay que hacer como que no se ve pero sí se ve, en un juego de contradicciones que requiere de habilidad y experiencia en esas lides; nada peor para una dama que sabe que lo tiene bueno es que se lo ignoren, pero cómo ensalzarlo sin nombrarlo y casi sin aludirlo... ¡éso es de artistas! La beneficiada por natura debe quedarse con la impresión de que su elemento ha sido visto y ponderado en su debida valía, pero sin aspavientos groseros... hacer como que se te van los ojos y los retienes con esfuerzo puede funcionar, hablar de "qué bien estás" tiene que ser hecho con indirectas y dobles sentidos... (¿Uno para cada hemisferio? Puede ser... )



VIII - Las piernas. Éstas, en conjunción con los dos anteriores ítems, están entre los elementos que más piropos y malabarismos literarios producen entre los piroperos, por ser las más marcadas debilidades que tienen los ejemplares del género masculino en lo que a las más-culinas se refiere.  (Después de el objeto en sí, se sobreentiende. Ése que a pesar de su gran importancia no suele ser motivo de piropos... a no ser en la más extrema intimidad, allí sí puede caber (además) algún comentario, pero de esas cosas mejor no hablar ahora por cuestiones de dilatación... del artículo, claro).
Habiendo tantos objetos bellos con los cuales comparar las extremidades inferiores de las féminas; que de inferiores sólo tienen la ubicación en la antedicha anatomía; tanto por su forma, columnas griegas, estelas divinas, palmeras; como por su gracia y movimientos, gacela, hada, diosa, bailarina, etc; las piernas femeninas producen casi siempre en los hombres un efecto místico que los lleva a la plegaria y la religiosidad, haciéndolos musitar quedamente:

- ¡Dios mío... qué piernas! 

No pensamos más. La cara de alelado que normalmente acompaña este éxtasis es la que ha hecho famosa la expresión "cara de baboso", con la que no está demás aclarar que el autor de esta nota disiente categórica y enérgicamente. Se trata de estupefacción, meditación, elucubración de lo que puede haber más allá y espiritualismo condensado en el foco de atención, que es lo que la ropa y la moda del momento permiten, y que si tenemos suerte se ubica más o menos un palmo o más por encima de las rodillas (si la dama está vestida, porque en la playa y otras circunstancias, como en los deportes que tanto nos atraen, se pueden ver completas).
Cabe la aclaración que lo que se denomina "piernas" en el ambiente pirópico-declamativo son en realidad los muslos; esta denominación de piernas viene posiblemente del tiempo de nuestros abuelos y otros antepasados menos afortunados que nosotros ya que en su momento sí se conformaban sólo con apreciar las piernas, como elemento a la vista y componente inductivo de lo que la bienaventurada tuviera para ofrecer en un idílico e imaginario encuentro más íntimo, digamos en un combate cuerpo a cuerpo.
Muchas veces sucede que uno se inmoviliza sin darse cuenta, y la atención de la mirada no pasa desapercibida a la dueña de las columnas de alabastro (muy fino, ¿vieron?) o de ébano, que también son hermosas, o doradas, etc. Entonces sucede:


- ¡Andá a mirarle las piernas a tu madre!


Aquí la cosa, otra vez, se puso fea, porque a la madre no se le toca pero a las piernas tampoco, y sólo de mirarlas ya te ganaste una mentada, lo cual ya se pasa de la raya; la raya de lo aceptable, no la raya de las medias que ya no tienen y fueron parte del fetichismo de aquellos años dorados. Pero qué vamos a hacer, porque a las damas no se les toca si no es para acariciarlas... de preferencia con su consentimiento, claro está. 
Pero hay tanto rechazo... que a este paso se van a quedar sin perro que les ladre... es un decir.
Porque con el encanto de un buen par de piernas, pueden hacer lo que quieran, lo que se les ocurra; y no les faltará el perro que les ladre y las siga.

- ¿Sabía Usted que a las mujeres las piernas también les sirven para caminar?

- Tiene razón... no lo había pensado.



Como bien se puede discernir por la lectura de esta sencilla exposición, el título se refiere al galante o no tan galante piropo que es respondido por un cruel y abusivo insulto, y no como se puedan haber imaginado algunos o algunas, equiparar al piropo con el insulto. No, éso no es piropo, si es insulto es insulto y jamás será un piropo.
Que quede claro este punto que es de crucial importancia. Y si alguien cree que el piropo es un insulto, pues que escriba su propio alegato y me deje a mí con el mío.



- Oiga usted... ¿Y el pelo no cuenta entre los elementos que despiertan la admiración masculina?

- ¿El pelo? ¡Ah...el pelo...! No; con todo lo que hay para mirar... ni siquiera me había dado cuenta que tenían pelo.


~ o ~

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo, pero creo que los piropos decentes están desapareciendo.

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    1. Tratemos de conservarlos, mi estimado amigo... ¿o será amiga? No perdamos la esperanza. Gracias por comentar.

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