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Cabeza de San Juan Bautista, de Andrea Vaccaro. |
Como
son mis amigos los que me leen, con algunas excepciones, creo que
les debo una explicación: No es un poema auto referencial, no;
gracias a Dios y a diversos factores, estoy en el lado contrario de
tan terrible posición.
Lo
que va a continuación es sólo un experimento, aunque como es lógico
suponer, he buscado en mí, porque quién no ha sufrido alguna vez de
enfermedad, dolor, traición, incomprensión, depresión (justificada
o no). Cuántas veces la mentira y la hipocresía nos hacen desear
estar lejos de este infame mundo y de sus miserias inventadas,
también me he imaginado experiencias de amigos menos favorecidos y
he escrito lo que se podría llamar una despedida.
Felizmente
sucede con frecuencia que desde cualquier humilde rincón o de la
persona menos esperada, nos llega algún mensaje de esperanza y
volvemos a creer que el hombre, y por ende el mundo, es esencialmente
bueno... déjenme soñar.
El
título que le puse era demasiado común, como que le restaba calidad
a la obra: “¡Me bajo!” -Vaya título para chabacano, lo
dejaremos para alguna composición más simple; este tema merece algo
mejor y a veces se me dificulta encontrar un buen título. Se suele
usar el primer verso como título, a ver cómo queda entonces: “
¿Qué hago cargando este montón de huesos?”... tampoco me
convence, parece burla. ¡Qué le pongo! “Estoy podrido”... no,
no creo... “¡Se acabó!” - Vamos, que se llame así: Se acabó,
y ya.
Si
logro despertar algún temor o estremecimiento en alguna de mis delicadas
lectoras, o mejor aún en alguno de mis apreciados lectores, habré
logrado lo que pretendía.
Éso
sí, les aseguro que no me suicido, aunque mis pensamientos íntimos
no están muy lejos de estos versos,
¡SE ACABÓ!
¿Qué
hago cargando este montón de huesos?
¿Cuánto
vale esta carne y esta sangre?
¿Es
preciso pasar frío y pasar hambre
y
pagar con usura los excesos?
Si
ya no estoy podrido habré de estarlo,
es
sólo condición de tiempo y forma,
mas
al fin he de librarme de esta horma
lo
que no me hace culpable por desearlo.
Expuesto
a tantos males y tragedias
en
frágil equilibrio navegando
ocultos
remolinos van tramando
destruirme
sin lograr mis calipedias;
no
lo saben pero son ya mis aliados,
que
este mundo corrupto no merece
que
bella descendencia yo le deje
y
al final sean todos desgraciados.
¡Se
acabó! Yo me bajo en esta vuelta
del
tan vil carrusel que me marea,
que
sigan sobre él monstruos y fieras
que
ya mi decisión está resuelta.
En
cada rotación mi alma tortura,
en
su infame girar me he corrompido;
trataré
de salvar lo que ya he sido,
que
muy dentro de mí aún perdura.
Que
ningún cura se acerque a murmurar
ni
a confundir a nadie con mi muerte,
ni
saben algo de su propia suerte
y
a los demás pretenden engañar.
Y
en horrible muladar queden mis restos
que
muladar horrible se merecen;
y a esa podredumbre no le recen:
ni
yo ni mis anhelos somos éso.
~
o ~
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