viernes, 16 de mayo de 2014

Desesperanza.

Cabeza de San Juan Bautista, de Andrea Vaccaro.
Como son mis amigos los que me leen, con algunas excepciones, creo que les debo una explicación: No es un poema auto referencial, no; gracias a Dios y a diversos factores, estoy en el lado contrario de tan terrible posición.
Lo que va a continuación es sólo un experimento, aunque como es lógico suponer, he buscado en mí, porque quién no ha sufrido alguna vez de enfermedad, dolor, traición, incomprensión, depresión (justificada o no). Cuántas veces la mentira y la hipocresía nos hacen desear estar lejos de este infame mundo y de sus miserias inventadas, también me he imaginado experiencias de amigos menos favorecidos y he escrito lo que se podría llamar una despedida.
Felizmente sucede con frecuencia que desde cualquier humilde rincón o de la persona menos esperada, nos llega algún mensaje de esperanza y volvemos a creer que el hombre, y por ende el mundo, es esencialmente bueno... déjenme soñar.



El título que le puse era demasiado común, como que le restaba calidad a la obra: “¡Me bajo!” -Vaya título para chabacano, lo dejaremos para alguna composición más simple; este tema merece algo mejor y a veces se me dificulta encontrar un buen título. Se suele usar el primer verso como título, a ver cómo queda entonces: “ ¿Qué hago cargando este montón de huesos?”... tampoco me convence, parece burla. ¡Qué le pongo! “Estoy podrido”... no, no creo... “¡Se acabó!” - Vamos, que se llame así: Se acabó, y ya.

Si logro despertar algún temor o estremecimiento en alguna de mis delicadas lectoras, o mejor aún en alguno de mis apreciados lectores, habré logrado lo que pretendía.
Éso sí, les aseguro que no me suicido, aunque mis pensamientos íntimos no están muy lejos de estos versos,


 

¡SE ACABÓ! 


¿Qué hago cargando este montón de huesos?
¿Cuánto vale esta carne y esta sangre?
¿Es preciso pasar frío y pasar hambre
y pagar con usura los excesos?

Si ya no estoy podrido habré de estarlo,
es sólo condición de tiempo y forma,
mas al fin he de librarme de esta horma
lo que no me hace culpable por desearlo.

Expuesto a tantos males y tragedias
en frágil equilibrio navegando
ocultos remolinos van tramando
destruirme sin lograr mis calipedias;

no lo saben pero son ya mis aliados,
que este mundo corrupto no merece
que bella descendencia yo le deje
y al final sean todos desgraciados.

¡Se acabó! Yo me bajo en esta vuelta
del tan vil carrusel que me marea,
que sigan sobre él monstruos y fieras
que ya mi decisión está resuelta.

En cada rotación mi alma tortura,
en su infame girar me he corrompido;
trataré de salvar lo que ya he sido,
que muy dentro de mí aún perdura.

Que ningún cura se acerque a murmurar
ni a confundir a nadie con mi muerte,
ni saben algo de su propia suerte
y a los demás pretenden engañar.

Y en horrible muladar queden mis restos
que muladar horrible se merecen;
y a esa podredumbre no le recen:
ni yo ni mis anhelos somos éso.
~ o ~


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