No
recuerdo cómo empezó todo, no sé si fue en ese tiempo en que la
soledad me agobiaba, en que la lectura cubría nada más que una
parte de mis ansias y me mantenía apenas a salvo de la
depresión. ¡Ah... Depresión... vieja conocida y casi amiga! Si no
fuera por su malhumor sería una soportable compañera. Cuántas veces
antes logré alejarla y seguramente ahora, si vuelve a visitarme,
sabré también indicarle el momento de marcharse. La conozco desde
chico y no le temo.
Decía
que no estoy seguro de cómo se inició la amistad que quiero exponer
en estas lineas; no sé cómo surgió pero me mantuvo ocupado y
satisfecho por largo tiempo.
Era
una amistad por correspondencia que fue haciéndose de un lugar de
preferencia entre mis demás actividades hasta llegar al punto en que
sólo con ver la notificación del mensaje, antes de abrirlo, ya experimentaba la
emoción que me traería el grato momento de su lectura.
Pasó el tiempo y esta relación se hizo una costumbre, casi una parte de mí
mismo. Ya no importaba mucho hasta que punto conocí antes a mi interesante y
culta contraparte, era algo que ya no tenía trascendencia porque el
grado de compenetración logrado había sido en esa última etapa
exclusivamente escrita, silenciosa, no oral.
Se
manifestó como una persona de compleja pero atractiva personalidad,
irreverente en extremo ante ciertos dogmas, a veces el ateísmo
destacaba triunfante, otras veces la herejía jugaba con lo más
sagrado de ciertas doctrinas. Yo lo disfrutaba sobremanera y a veces
le planteaba alguna paradoja que era indefectiblemente resuelta, o por lo menos refutada, en la
siguiente misiva. Tratábamos además otras cuestiones muy distintas, pocas cosas escapaban a nuestro variado repertorio.
Alguna vez se
puso a jugar con demonios. Satán, Lucifer, Luzbel, Belcebú... y más
nombres del maligno que no viene al caso recordar. Me contaba
¿supuestos? diálogos que mantenía con ese personaje en los que no
pocas veces imprecaban ambos al creador supremo. Lógicamente yo los
tomaba simplemente como lúdicos ejercicios filosóficos; como
reclamos de una criatura que se sentía abandonada por su dios; como desacatos
llevados al extremismo para ver hasta dónde se puede llegar en la
rebeldía.
Le
había preguntado algunas veces dónde vivía, desde qué lugar de la
tierra me escribía; si seguía allá en el pueblo donde alguna vez
tuvimos breves conversaciones y ciertos diálogos no muy usuales, pero nunca
faltaba algún asunto más interesante que desviara la atención de
tan insignificante detalle. Y lo olvidábamos, hasta que otra vez pasaba
lo mismo y así, en tres o cuatro intentos fallidos no logré saber
nada al respecto. Solamente deduje que vivía sin ninguna compañía,
humana o animal.
Ya
no podré saber de dónde me llegaban sus escritos, ni siquiera si
existe aún, o inclusive si existió alguna vez fuera de mi
imaginación.
Todo
sucedió, aunque en forma paulatina (dos o tres cortas etapas) en un
tiempo bastante breve, cosa de pocos días. Primero fue una sospecha
de su parte sobre si yo era en verdad yo y no un impostor. Creo que conseguí
eliminar su desconfianza. Después fue un pedido que me pareció cargado de angustia en que me solicitaba que le escribiera a otra
dirección... pero... me volvió a escribir desde la misma de siempre, aunque de una manera distinta, con un pobre nivel no sólo intelectual
sino también gramatical. Esta vez era yo quien desconfiaba, y con
razón, que no se trataba de la misma persona que yo conocía.
La
última comunicación... ya no recuerdo por cual de las dos
direcciones que tuvo al final, porque increíblemente todo ha
desaparecido de mi correo a pesar de tenerlo archivado en una carpeta
aparte, la última comunicación, repito, fue
absolutamente extraña a su personalidad. Fue grosera y maligna, cargada de alguna perversa inmoralidad y con intención de herir y humillar. Y todo acabó. No más correspondencia, no más temas interesantes, no más juegos herejes ni ateos (que tampoco eran lo mejor ni lo único que solíamos compartir). No a vuelto a responder mis mensajes ni siquiera porque en alguno de ellos casi le supliqué una explicación, a pesar de lo mucho que me cuesta incursionar en ese incómodo territorio de lo sentimental cuando no se trata de hacer poesía o literatura.
absolutamente extraña a su personalidad. Fue grosera y maligna, cargada de alguna perversa inmoralidad y con intención de herir y humillar. Y todo acabó. No más correspondencia, no más temas interesantes, no más juegos herejes ni ateos (que tampoco eran lo mejor ni lo único que solíamos compartir). No a vuelto a responder mis mensajes ni siquiera porque en alguno de ellos casi le supliqué una explicación, a pesar de lo mucho que me cuesta incursionar en ese incómodo territorio de lo sentimental cuando no se trata de hacer poesía o literatura.
No sé si ha muerto y fue ésa su extraña manera de despedirse: con una broma cruel; o si por un instante alguno de sus demonios tomó su lugar y se regodeó burlándose de los dos; o si nunca existió y yo me he inventado todo ésto tal vez para llenar un vacío en mi vida y en este par de hojas libres. La ausencia de cualquier rastro en mis archivos hace que me incline por esta última alternativa.
07/11/14
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